🍃Besarle los anillos al niño que fuiste
Me he acordado de una de esas reflexiones olvidadas y te la cuento en voz alta, que es cuando mejor se piensa (4 mins)
Este texto habla del pasado, y mi yo del pasado me ha salvado hoy.
Este es el último cartucho que me queda de esos correos que escribí como «prueba de si me gustaría tener una newsletter diaria» antes de lanzarla, hace casi un año.
Anoche apenas puede dormir, porque pasó algo verdaderamente surrealista, que había oído que pasaba aquí, y resulta que era cierto.
Te lo cuento el domingo, cuando toca hablar de Palestina; hoy, vamos a echar un ojo atrás.
Si alguien te ha reenviado este correo, tu alguien me quiere mucho. Quiéreme tú también suscribiéndote:
Cuando tus amigos de adulto son el mismo grupo que tenías en el instituto, sucede algo inevitable: todos han cambiado mucho y muchas veces.
Así que alguien (en general, el Jordi Hurtado del grupo) toma con gusto la tarea de recordar a todos, periódicamente, con fotos de la época de Tuenti, lo terrible que le quedaba a uno el pelo largo, lo gordo que estaba este, lo consumido que estaba aquel, lo ridículo que vestía el otro…
Te haces una idea.
Pues estábamos un día tomando algo y aparece Fran, nuestro verdugo de las Navidades pasadas, sin aguantarse la risa:
—Miren lo que he encontrado esta mañana.
Y nos enseña lo que podría ser una foto del elenco de Física o Química. Si no eres español, inserta aquí el nombre de cualquier serie en la que:
«Profesores jóvenes y novatos entran a trabajar en un colegio y descubren todo un mundo de amores, ilusiones y esperanzas».
De gallina se me pone la carne.
—Qué ganas de darme un cachetón a mí mismo —dice uno.
Es normal, nos vemos como completos mongolos, porque ahora entendemos cosas que antes no, sabemos mejor cómo funciona el mundo, y que el flequillo emo no le queda bien a nadie.
Somos superiores a nuestro pasado yo. Lo mires por donde lo mires.
Esto es algo que se ve muy claro entre escritores. No creo que conozca a mucha gente que, después de diez años, le guste su primer texto publicado. Hay algunos que saltarían por la ventana si los cerraran en una habitación con una copia de su primer libro.
Como sabes, la estantería principal de esa librería sigue esperando mi primera novela (no, ya no, Samu del pasado ✨), pero hace diez años —se cumplen exactamente hoy, casualidades de la vida— que escribí un poema y ha sobrevivido para que puedas leerlo.
He aquí mi flequillo de emo literario:
Anoche
Anoche fue una noche
que sin volar vuelo,
sin aterrizar me estrello
y sin llorar muero.
No volaba por despecho,
aunque lo que si es un hecho,
es que volaba por tus besos.
Y aunque digas que no rima,
pues no rimar es mi deseo,
volveré a mi tarima
con los ojos puestos en Perseo.
Ya, lo sé.
Mejor nos ahorramos los comentarios y pasamos a la reflexión.
Estamos acostumbrados a ver nuestra vida como una escalera:
Mi yo que escribió con toda la inocencia del mundo Anoche está diez escalones más abajo; otros diez más abajo, estoy yo jugando a la gameboy y otros diez aprendiendo a hablar.
La cuestión es que el presente siempre será el escalón más alto, siempre seremos los más capacitados para burlarnos del resto.
Somos siempre la última versión de nosotros mismos…
¡SIN EMBARGO!
Aparte de que reírnos de nuestro yo del pasado es una cobardía, porque ese pobre ni se puede defender, es ingrato.
Ese adolescente que decidió teñirse el pelo de verde en verano, realmente, nos estaba ahorrando a nosotros el trabajo de descubrir qué mala idea sería teñirte el pelo de verde cuando te toque la crisis de identidad hoy.
Ese texto malo que escribiste, te lleva al que puedes escribir ahora.
Además, piensa en tu árbol familiar.
Están tus abuelos, que se casaron para tener a tus padres, y estos se metieron debajo de una sábana y te tuvieron a ti. Ahora estás en el último eslabón.
Pero imagina que estás a tope con lo de la obligación biológica de reproducirte y continúas desparramando el árbol hacia abajo: hijos, nietos... Ahora cambia a tu padre por tu yo de hace diez años, a tu abuelo por tu yo de hace veinte, a tu…
Creo que nosotros con nuestro pasado funcionamos un poco así: que en realidad somos hijos del niño que fuimos, no que ellos pongan su cabeza para que la pisemos hasta subir al presente.
Colocarnos encima de la escalera nos da la percepción de completitud; vernos como el último eslabón nos lleva con humildad a la categoría de resultado y, más interesante, nos recuerda que habrá otros yo después de nosotros mismos que dependerán del presente.
¿Sabes eso de: «qué le dirías a tu yo del pasado»?
Pues nosotros estamos constantemente hablándole al yo del futuro. Verlo así como que, en vez de crear una superioridad con lo venido, crea una responsabilidad con el porvenir.
Y eso me parece que está guay.
Un besito volado y hasta mañana.
“Es normal, nos vemos como completos mongolos, porque ahora entendemos cosas que antes no, sabemos mejor cómo funciona el mundo, y que el flequillo emo no le queda bien a nadie.”
Flequillo emo o mújol, ¿cuál es peor?
Tengo un amigo de la escuela secundaria con niños que ahora tiene la edad suficiente para ver el regreso de algunos de los malos estilos de los 80. Su comentario sobre su hijo adolescente fue... “Por favor, no me hagas revivirlo a través de él. Y “¿Cómo es que nos burlamos de mis elecciones de moda para emularlas?” ¿Tal vez espero demasiado tiempo para tener hijos, para que el reciclaje de moda golpeara en el momento equivocado?
En cuanto al pelo verde, desearía haber probado algo así antes de ir al seguro y luego a la ley. Nunca tuve la necesidad de perforarme la nariz o añadir los tatuajes en todas partes, pero esas profesiones en las que he estado han sido un poco más en el lado soso de la moda. Y no siempre lo cuento como algo bueno.
WoW, me ha superencantado esta reflexión de aprendizaje y humildad. Gracias a lo que fuimos somos lo que seremos, amigo. Ya estoy deseando que sea Domingo 😅. Besos 😘😘