🍃El antiguo y salvaje futuro
Una historia de lo que pasa después de nosotros (Relato autoconclusivo)
El antiguo y salvaje futuro
―¡Mira, mira!
Un zumbido telescópico gimió a su lado, tratando de enfocar en aquella dirección. Sin rendir todavía el empeño, dijo con esa voz sintética:
―Mis lentes no están programadas para ver a tanta distancia ―Hubo unos bips y pitidos de procesado―. Infiero, por tu excitación, que hemos encontrado la aldea.
―Algo parecido.
Bronce ya había apuntado el morro de la caravana hacia allí: un edificio medio derruido, igual que el resto en la zona, por un ataque de artillería que ya nadie recordaba. Sin embargo, ahí donde quedaron paredes desnudas de fachada, como celdas en los panales de abejas, alguien había construido pequeñas barandillas de madera y hasta se había preocupado en pintar de un color cada estancia. Visto ya más de cerca, recordaba a un patio andaluz; un palco alegre que convertía la mordida de la guerra a aquel edificio en unas gradas vistosas, y ya empezaban a llenarse de niños y curiosos por el ruido de la caravana.
Abajo, en un pórtico floreado que antes hubiera sido portón, apareció una figura delgada, aunque la capa roja, al viento, le diera esa envergadura alada o fantasmal que le doblase el tamaño. Tal vez, esa parte fantasmal viniera más por la sombra que le creaba en el rostro una capucha, roja, con adornos dorados, que la asemejaban no por casualidad a una corona.
En un susurro eléctrico, Bronce apagó el motor y saltó a tierra, ahí donde el desierto se orillaba contra esa isla de color y plantas afanadas por sobrevivir. La figura roja levantó la vista para encontrarle los ojos. El sol pudo descubrir el rostro de una joven, mucho más que Bronce, y tan morena como él. Tan morena como todos los que decidieron hacer su vida en el desierto del mundo:
―Esta es una aldea desconectada de la Red ―dijo ella.
Bronce asintió, acostumbrado a esa misma bienvenida hosca:
―Por eso estoy aquí.
Con un golpe de barbilla, la chica apuntó al bot, que bajaba con dificultad del asiento del copiloto:
―Es un insulto eso que traes contigo.
―Es un antiguo reponedor de almacén. Un bot, no un androdo, está tan desconectado de la Red como esta caravana ―dio dos golpes en el capó de la chatarra, como para afianzar su argumento o llenar el silencio que vendría después.
El bot, más evidente el desgaste de la pintura azul ahora bajo el sol, dio dos pasitos hasta quedar junto a Bronce; la cabeza cuadrada a la altura de su cintura. La joven miró aquello a la espalda del bot, y que lo hacía parecer una tortuga a dos patas: un arcón, viejo, que el ser mecánico cargaba en una caja trasera, parte de su cuerpo, donde en algún pasado hubo de guardar el stock pendiente de reponer.
―¿A qué vienes? ―dijo por fin, devolviendo la mirada a aquellos ojos negros.
―A contar historias.
No tuvieron que despejar una sala, ni juntar mesas, ni improvisar sombrillas como solía pasarle en otras aldeas. Ahí, a la entrada, enfrentado a todos los pisos en gradas de aquel patio andaluz apocalíptico, tenían preparado un escenario; uno engalanado con más optimismo que alegría. Parecía que ellos mismos hacían representaciones y conciertos para la comunidad.
Eso era alentador, quizas ellos…
Cuando el bot llegó por fin al escenario, antes de que descargara el arcón, Bronce abrió la tapa. Los adultos en las barandillas, los niños ya arremolinados a los pies del escenario, empujándose y riendo, quedaron todos en un casi silencio. Sabiendo que esa sería la mayor atención que podría conseguir, lo extrajo del arcón. El silencio fue algo mayor. Algún adulto se dio la vuelta y se perdió en su apartamento.
Una marioneta.
Una marioneta de un híbrido entre tritón y caballero medieval, con una cola larga y negra. Como si hubiera sido todo parte de un desempacar cotidiano, Bronce la dejó a un lado y siguió ayudando al bot a montar el pequeño escenario de marionetas. Una princesa sirena, un león, un toro rojo, un barco de madera, un globo…
―Espero que al menos no le hayas puesto nombre ―Apareció ella, sin mirar al bot, que terminaba de colocar, con un cuidado desesperante, las luces del miniescenario.
Bronce, redoblada su altura, dejó caer los ojos hasta la joven; todavía con la capucha-corona puesta, brillante aun en aquella media sombra.
―Aunque sea un ficcionizador, estamos del mismo lado.
―Claro ―dijo, y consiguió que sonara más burlesco que una carcajada.
La capa le dio la espalda con un giro rojo, y Bronce tuvo que verse rebotar dentro las ganas de justificarse, de explicarle que su ficción era diferente a la de la Red que, lejos de alienarlos de la realidad, lo que buscaba…
Se llevó las manos a la media melena, todavía más negra que gris pese a la edad, y la fue conduciendo hacia la coronilla; lento, como olas mansas. Una mano, que aún recordaba un tiempo en el que hubo algo que peinar, recorrió también la frente, amplia hasta casi esa coronilla donde esperaba el moño para ser anudado. Y lo anudó. Los niños a sus pies vieron, contra ese sol fuerte que todavía se dejaba ver tras el toldo del escenario, una especie de samurai refrito y ajado por el desierto.
Empezó el espectáculo.
Hubo un momento de sorpresa, cuando las seis espadas se le clavaron en la espalda al caballero. Otro, como una zalema a la esperanza, cuando prendió el fuego del globo y lo hizo volar hacia el público. Pero, para cuando el caballero llegaba a conocer a la princesa sirena, y Bronce levantó la vista buscando al toro rojo para que lo embistiera, se dio cuenta de que en el público sólo quedaba una niña, intensamente rubia para tanto moreno de piel.
Bronce abandonó la tensión de los hilos y el caballero quedó en mitad del escenario, los brazos y la cola derramados en las tablas, y con esos dos botones de ojos perdidos en un sol sin nubes.
―A nadie le interesan las historias de mentira ―dijo la niña―. Dicen que no dejan ver a uno las cosas que pasan de verdad… Y eso.
―Esa era mi historia ―La barbilla se le contrajo bajo la barba en un consejo de silencio o una amenaza de llanto―. Una que pasó de verdad. Que me pasó de verdad.
―Ya… Pero es que a nadie le interesa eso más ―Y arrugó la nariz, divertida, como si le explicara a su hermano que la arena no se come.
Agitó la mano en una despedida rápida y se fue corriendo a donde sea que se hubiera ido el resto. Bronce tardó todavía algo más en dejarse caer al bordillo del escenario, en sentarse ahí, abandonado de nuevo, con el sudor corriéndole de la cabeza a la frente.
Un sonido de pistones y resortes hidráulicos se le llegó, pesado, hasta quedarle muy cerca. Dijo la voz del bot, siempre monótona:
―Lo siento.
Evitó mirarlo:
―Te he dicho que no me digas eso ―dijo.
Si alguien te ha reenviado esto, tu alguien me quiere mucho. Quiéreme tú también suscribiéndote:
Pues este relato es mi aportación al proyecto de
, Los relatos de las tres cartas.Un rollo muy mágico y brujil donde Judith nos sacaba tres cartas de tarot, relacionadas con nosotros, y teníamos que escribir un relato que ella editará e imprimirá en conjunto para hacer una celebración por el solsticio de verano.
(ya ves, todo muy mágico y brujil, espero que nuestro querido esté invitado).
Estas fueron mis cartas:
Y estos son mis besitos volados de domingo para ti:
¡Besitos volados! ✨
Samuel, esa historia fue maravillosa. Bellamente desarrollada y cautivadora. Gracias.
“Una marioneta de un híbrido entre tritón y caballero medieval, con una cola larga y negra. Como si hubiera sido todo parte de un desempacar cotidiano, Bronce la dejó a un lado y siguió ayudando al bot a montar el pequeño esenario de marionetas. Una princesa sirena, un león, un toro rojo, un barco de madera, un globo…”
El Tritón
Había una escena en la película de Monty Python, the Holy Grail, en la que un hombre acusa a una mujer de ser una bruja porque "¡me convirtió en un tritón!"
https://youtube.com/shorts/TgCXfd4Fswk?si=2ML9LYi6pGxnlnn1
Cuando mis hermanos y yo éramos niños y mi padre se frustraba con nuestras payasadas de la infancia, mi padre, reutilizando esta cita de Monty Python, decía enfáticamente: "¡Si no paras de [insertar molesto travesura de la infancia] ahora mismo, te voy a convertir en un tritón!" “I’m going to turn you into a newt!” (La parte del tritón se estiraría, para un énfasis adicional). "¡Nnneeeewwwt!"
A lo que gritaríamos de vuelta (juguetamente) "¡Adelante!"
Qué apropiado que tu tritón lleve una armadura medieval, ya que encaja con este recuerdo de la escena de Monty Python en sus hipotéticas edades medievales.
En Pensilvania nunca antes había visto un tritón, pero teníamos salamandras que encontrábamos en el bosque, escondidas bajo montones de hojas húmedas.
Al parecer, los tritones son un tipo de salamandra, pero no al revés, así que no estoy seguro de qué tipo de salamandra estaba viendo en Pensilvania.
Vi mi primer tritón aquí en California, en un parque en Berkeley, California, llamado Sibley Volcanic Regional Preserve, el sitio de un antiguo volcán inactivo.
Los dos tipos de tritones que viven en esa área son el tritón de California (Taricha torosa) y el tritón de piel áspera (Taricha granulosa), pero fue hace mucho tiempo, así que no puedo recordar cuál habría sido ahora.
Mi amigo geólogo nos estaba llevando a una caminata para describir las capas de las rocas volcánicas expuestas en el paisaje, y llegamos a un pequeño claro con un arroyo y un estanque. Había cientos de tritones nadando en el estanque. ¿Tal vez acababan de eclosionar para la temporada? Ni idea. Fue muy interesante verlo. Nunca había visto a las salamandras de Pensilvania en tal número juntas.
Fue allí para las colinas de Berkeley que me di cuenta: ¡gracias a Dios mi padre no era una bruja y no nos aceptó en su amenaza de convertirnos en un tritón! Porque aunque es interesante de ver, no creo que me gustaría ser uno, después de todo.