🍃El primer correo que escribí en mi vida
Viajamos CINCO años al pasado. Bueno, o algo más de ocho meses, depende de cómo lo mires (4 mins)
Hace unos días te conté cuál es el primer correo que deberías escribir en tu vida, si quieres empezar una newsletter.
Un correo que nadie vea, donde empieces a tantear el estilo que quieres tener, entre otras cositas para las que sirve.
Te quería enseñar hoy el primer correo que hice, primero, porque necesito el día para organizar otras cosas y, segundo, porque hoy llego a los 255 correos enviados desde ese primerísimo de prueba.
Miradero no ha cumplido todavía un aniversario, pero, en cómputo de newsletter semanal, estaría a punto de alcanzar los cinco años, teniendo en cuenta los correos mandados.
Así que esto es algo como un homenaje a ese Samu, que abría el editor de texto y empezaba a escribir sin saber muy bien qué quería hacer, pensando que lo mandaría a los veinte amigos que se habían suscrito, en vez de a los 849 que somos hoy.
Te dejo con él, trátalo bien, que es buen tío ❤️
Si alguien te ha reenviado esto, tu alguien me quiere mucho. Quiéreme tú también suscribiéndote:
🍃Hoy le he dado un puñetazo a un bebé
O al menos así me siento yo. Te lo cuento abajo en cinco minutos, rapidito, para que no se te enfríe el café.
Pido muchos libros por Internet.
Es raro que compre en una tienda física, excepto que se trate de estrenos o de amigos escritores, porque generalmente compro libros de segunda mano. Para mí es como ir al orfanato y peinar a uno de los chiquillos, limpiarle esa mancha con el pulgar en saliva e irnos de la manita a casa.
Pues hay un poeta (tarde o temprano siempre hay un poeta) rumano que se llama don Lucián Blaga. La tilde y el don se los pongo yo, el resto es suyo de nacimiento. Y si no lo conoces, conócelo, que sus poemas se encuentran fácil en Internet y son una maravilla.
Te recomendaría alguno, pero cualquiera con el que des va a ser bueno.
El caso es que, cuando me gusta un autor, me suena de fondo el himno de los tercios, el británico y el yanki, todo a la vez, y necesito POSEERLO, que pase a engrosar la cárcel de mi propiedad privada junto a los otros reclusos de mi biblioteca.
Así que me compré la misma antología que estaba leyendo en línea.
El libro parece un tríptico, con su forma rectangular y sus poquitas páginas: treinta y cinco, pero impresas en un papel que podría servirle de top a una estríper. Claro que eso yo no lo sabía hasta hoy, y en un sobre de carta que me ha llegado. Pues lo he rajado como si fuera a ver la factura del agua y…
¡Lesa humanidad!
He rajado el libro junto al sobre. Y ya, cuando he querido abrir las páginas, el corte se había hecho acordeón, trabando cada página con la siguiente sin dejarme abrirlo, como si el libro estuviera enfadado y no me quisiese hablar.
Son cinco milímetros, exactos.
Una vez en clase de plástica, en el instituto, mi profesor me suspendió una lámina porque me había pasado dos milímetros del trazo.
—¡Profe! ¡Pero si son sólo dos milímetros!
—Métete dos milímetros en el ojo a ver si te parece poco.
Pues imagínate cinco. Un montón. Y ahí estaba yo, con mi pobre libro ya maltratado sin haber pisado siquiera mi prisión-biblioteca.
Entonces me di cuenta de algo: inconscientemente estaba tratando de encontrar una enseñanza que justificase mi cagada. Igual que, como eres un buen lector y notas que estamos llegando al final del correo, tú estás esperando eso mismo: una moraleja, un desenlace que cierre y de sentido al texto; que justifique el haber invertido cinco minutazos en leerte esta cosa.
Pero tranquilo, que ya llega.
A veces cogemos todos nuestros errores y los ponemos a levantar pirámides o a remar galeras o a recoger algodón, depende de la época del año, para que todo tenga un sentido: mi pareja me puso los cuernos porque tenía que desarrollar mi rEsïLeñCciA, me despidieron porque tenía que aprender que la vida no es sólo trabajo, tuve ese accidente para entender que tengo que exprimir al máximo...
Son descubrimientos muy valiosos, pero la vida no te ha querido enseñar nada: tú le has dado un par de disfraces a los acontecimientos y los has lanzado al monte para que destruyan el anillo único.
Quizá abrazar la cagada sea una manera de darle personalidad a ese hecho, permitirle cabida en el mundo más allá de ser el disparador inevitable de otra cosa. Quizá hay veces que le tienes que dar un puñetazo a un bebé sólo para permitir que el puñetazo al bebé exista.
Un besito volado y hasta mañana.
P. D.: Al otro lado de este correo hay un ser humano de verdad, así que respóndeme con tu último puñetazo a un bebé, si te apetece.
Si no, paciencia. Para la próxima.
P. D. 2: Esa postdata es del Samu del pasado, pero sigue haciéndome la misma ilusión que el primer día cuando alguien me responde a un correo, yo sólo lo dejo caer, tú ya pues lo que veas 🙄
“Son descubrimientos muy valiosos, pero la vida no te ha querido enseñar nada: tú le has dado un par de disfraces a los acontecimientos y los has lanzado al monte para que destruyan el anillo único.”
La vida no ha querido. Pero todavía lo ha hecho. Algunos de nosotros podemos decir "aprendemos o morimos". ¿Cómo dramático es eso? Suspiro. Sigue siendo cierto. Esta vez mis historias deben esperar. Los escribo en mi propia página, en mi propio tiempo. (Las historias dramáticas me están llevando algunas para organizar. Esperemos que valga la pena leerlos cuando termine la organización).
Pues sí que abres con ímpetu los sobres, Samuel... 😂😂
A mí tu primer correo me ha gustado tanto como todos los demás. Y me has hecho reír con lo de "rEsïLeñCciA", jajaja... casi oigo en mi cabeza tu tonillo...