Siempre ha habido una estructura que consigue hacerme desconfiar y es que el autor empiece citando una entrada de la RAE.
Ctrl+C, Ctrl+V
Me da como que se transmutaran en un niño pequeñito y necesitasen la mano de su padre para cruzar el paso de peatones.
Por suerte, la palabra que te quiero explicar por si no la conoces, lore, no está en la RAE, así que me libro de caer en mi propia fobia. Además, me he propuesto utilizar menos anglicismos, así que vamos con eso.
Lore, en ficción, es el trasfondo de un universo; la cosmología narrativa —si nos queremos poner estupendos💅— que convierte a ese universo precisamente en ese universo y no en otro.
Es toda la información que fundamenta ese universo y lo construye como tal. Los usos y costumbres, la cultura, la historia, la tradición, etc. Cosas que, generalmente, no están en el primer plano, sino detrás de él, soportándolo.
En esta newsletter, por ejemplo, digamos que el plano principal es su título, Miradero, y la explicación que te voy a dar forma parte de su lore.
Hay suscriptores de esta newsletter que son escritores
Lo digo para que mires a tu alrededor con desconfianza… ~están entre nosotrooss~
La cosa es que sabrán tan bien como yo que cualquier excusa es buena para dejar de escribir.
Cualquiera,
No hay que ser ni siquiera demasiado creativo: no tengo tiempo, a quién le importará lo que escribo, es muy difícil destacar, ya no es tan bueno lo que hago, esto no da dinero, la ficción no es importante, me fuerza a pasar mucho tiempo solo, si dedicara todas estas horas a X en vez de a escribir, entonces…
Ahí es donde cada uno se tiene que buscar su excusa, pero para continuar. Primero, para seguir escribiendo; segundo, y más opcional, para convertirlo en su oficio.
En el mundo de la escritura se tiende a utilizar más la palabra oficio que la palabra profesión. Algunas personas dicen que es porque la última se usa para esas actividades encaminadas a recibir una retribución, mientras que la escritura es algo que forma parte de lo que uno es, más allá de la recompensa en forma de parné.
Yo creo que es por dos motivos, por uno poético: porque «esto es amor escritura, quien lo probó lo sabe» y hay algo artesano en escribir, algo que lo acerca más a la panadería o a la costura que a la (inserte aquí profesión que no pueda ofender a nadie). Y por un motivo prosaico: porque a muchos escritores les sigue dando vergüenza ganar dinero.
Y ese es un tema para otro día.
Pero lo cierto es que cada uno tiene que buscarse su justa retribución para seguir escribiendo. La retribución de forrarse es lícita, pero hay formas mucho menos tortuosas de conseguirlo que escribiendo. Suele haber otra razón bastante más atractiva y es el reconocimiento intelectual, público, académico, etc.
«Nadie quiere ser actor, todos quieren ser actor estrella»
Esto lo dijo Fernando Fernán Gómez, que también era escritor, aparte de otras muchas cosas.
El problema de escribir por reconocimiento es que, cuando dejen de reconocerte, te vas a ir al carajo y no vas a ser capaz de juntar dos frases en una libreta nunca más en tu vida.
Hay que elegir con cuidado tu justa retribución
Esto me recuerda a 4HBD, esa especie de banda cristiana que mezcla k-pop con yo qué sé; la evolución de Flos Mariae, banda cristiana a secas.
¿Por qué me recuerda a ellas? Porque ellas ya ganaron todo.
Por mucho cringe (mierda, los anglicismos) que te dé y por muy imposible de escuchar que te parezcan sus canciones, ellas ya ganaron: no existe ningún desenlace en el que les pueda salir mal su proyecto, porque su objetivo es alabar a su dios y, mientras sigan cantando, no pueden fallar.
Jaque mate, escritores. Te dicen en cada tema.
Así que nosotros tenemos mucho que aprender de ellas: no vale sólo con encontrar una buena excusa para continuar, hay que buscar la forma de hackear las intenciones de tirarlo todo por la ventana a cada duda que aparezca.
Y esto es útil sea cual sea el camino que hayas decidido elegir para tu vida.
Entonces, lo de Miradero ¿qué?
Ya llegamos a esa parte, sí.
Y es que el título de esta newsletter encierra todo este lore, mi lore personal de por qué escribo.
¡¡BOOM!! Y de pronto todo el correo está conectado y esto no es pura aleatoriedad.
La cuestión es que yo también he pasado cien mil veces por ese interrogatorio cruel que te haces para disuadirte de escribir, y me he dado otros tantos miles de razones de peso para dejar de hacerlo y dedicar mi tiempo a otras cosas.
La motivación este último año siempre estuvo vinculada a terminar la novela, Caminos de vuelta, y, cuando la terminé, al siguiente proyecto, una colección de relatos distópicos.
Pero esa justa retribución —terminar el proyecto— es muy flaca, porque mientras inviertes cientos de horas en sacarlo adelante, te viene la pregunta más dura que te puedes hacer:
¿Es esto bueno?
La pregunta que demuele hasta los cimientos a escritores nóveles como yo.
Así que en uno de esos parones para «darme un tiempo de escribir», sosegado, sin estar en mitad de una sesión de escritura, me forcé a hacerme La pregunta:
¿Por qué escribo?
Y descubrí, primero, que esa es una pregunta que te tienes que hacer, obligatoriamente, cuando no estás escribiendo. Que cuando te sientes a escribir, ya tiene que estar respondida, o al menos saber forzarte para aplazarla hasta después de la sesión.
Lo segundo que descubrí es por qué escribo.
Me di cuenta de que lo que más feliz me hace de escribir, más que contar historias, más que construir mundos, más que jugar con las palabras —y mira que todo eso es oro—, lo que más felicidad me da es la forma en la que me hace ver el mundo.
Yo sé que si no escribiera vería el mundo de otra forma, físicamente. Vería lo que pasa desde otro lugar, con otras herramientas.
Cuando alguien que estudia física mecánica ve a un niño lanzando una pelota, tiene interiorizado los cálculos que dibujan la trayectoria, la aceleración y tal. Yo congelo la imagen sin querer y empiezo a traducirla a palabras; pienso en una historia, busco una descripción, el tono que tendría si fuera un texto, quién lo contaría…
Y me di cuenta de que eso era una pasada y de que por nada del mundo lo quería perder.
No soy el primero en la historia de la literatura en darse cuenta de esto. Muchos autores hablan de la mirada del escritor, la observación y demás. Pero no es lo mismo que te cuenten lo que es un beso a que te besen.
Escribo porque sentí el beso y porque estaría loco si no quisiera que el mundo me siguiera besando así.
Así que aquí será donde vaya apuntando cosas de ese ojo de escritor, para recordarme que escribo por cuidar esa forma de mirar; que cuanto más escribo, mejor miro.
Por eso esto se llama Miradero.
Y como las embarazadas, que no paran de ver embarazadas, poco después de esta revelación milenaria, leí un texto pequeñito de un poeta que resuena mucho con esto. Pero el correo ya es demasiado largo,
Mañana te lo paso, mejor.
¡Besitos volados!