Esta historia continúa:
Este es el capítulo diez de la serie; si te has quedado atrás, puedes buscar en el índice el capítulo que te falte.
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Capítulo X
La Máquina Mágica
Esa imagen, ese joven Jacques siendo engullido por una marea mágica, debe haberse grabado en los ojos de todos, porque, ahora, en silencio, se evitan la mirada para no volver verla.
—No pude conducir de vuelta a Nueva York —dice Milton, los ojos perdidos en el cenicero—. Pocas horas después se manifestó mi hiperestesia y empecé a convertirme en… Mí —sonríe a la ceniza.
Jackeline mira a ese mismo punto de reunión, a esa esquina de cristal del cenicero, imaginando quizá una historia propia y parecida. Emily mira a Milton y quita la vista, como quien toca rápido una olla al fuego. Se siente incómoda ahí, en la silla, inconscientemente se oculta un tanto tras el niño, Ed, subido en la mesa. Entiende, algo tarde, por qué Milton no quería contar aquella historia más de una vez.
Sobre todos ellos, el teclear de Susy cae como granizo contra el silencio y, lejos de disiparlo, lo evidencia aún más.
—Yo habría hecho lo mismo —dice el niño y la campanilla de la máquina suena—. Siempre que lo cuentas, pienso: ¿a quién demonios se le ocurre detenerse a cerrar la verja? El tipo tampoco parecía tener muchas ganas de vivir, qué quieres que te diga.
—Pero es curioso —dice Jackeline, que liberada al fin del cenicero mira a Ed—. Porque, después de haber estado sometido a esa exposición masiva a la magia, no tiene ninguna afección visible.
—Y esas son las peores afecciones —dicen todos, hasta Susy.
—Mírame a mí —continúa el niño—, soy un tipo normal hasta que alguien me roza o, si no, Susy, que… —pero se calla en cuanto levanta la vista de la máquina.
Jackeline mira por fin a Milton y el gorila la recibe apocado, encogido en su enormidad, como esperando el fallo de una jueza:
—Tiene sentido el accidente, esa era la época de los primeros TOOTH térmicos. Esa sobrecarga marcó un antes y un después en el diseño de los molinos.
—¿Qué es un TOOTH? —dice Emily.
—¿Tú no estudiabas Ingeniería Mágica?
—Sí, pero me expulsaron por hiperestésica. Historia de la magia es en segundo.
—Claro… Bueno, ¿sabes quién era Kurt Zahn? —La chica niega—. Bueno, digo yo que Lance Ginsberg sí te sonará.
—Sé quién fue Rachel Babel —dice, por no decir que tampoco conoce a Ginsberg.
—Normal, la primera diseñadora de una máquina mágica de la historia. Es algo así como el ídolo de todas las estudiantes de Ingeniería Mágica. No te juzgo, en Artes tenemos nuestro propio panteón de magas históricas. Pero bueno, si ya conoces a Babel, sabes que diseñó lo que llamó «La Máquina Mágica». No era muy creativa para los nombres nuestra querida lady británica, pero era bastante más inteligente que el resto de sus colegas matemáticos —Mira a Milton y a Ed—: estamos hablando de 1830, imaginaos. La cosa es que diseña la máquina, la construye parcialmente, pero lo de siempre: un proyecto llevado por dos mujeres, ella y Alanna Lancester, en aquella la época… No les dieron la importancia que tenía ni la subvención que necesitaba, así que ese proyecto de hacer una máquina que canalizara el flujo mágico, como ya hacían los magos del Pináculo, se quedó en eso, un proyecto.
La profesora va turnando la atención entre todos, como si en verdad estuviera en clase:
—Estos primeros años de ruptura del velo son muy fructíferos para las Artes Mágicas, pero tienen que pasar casi cien años para que alguien volviera a trabajar en esa dirección desde la ingeniería, y fue aquí en Estados Unidos. Pero, si antes el proyecto había quedado en el olvido por tener al frente mujeres, ahora quedaba a un lado por venir firmado por Lance Ginsberg, un matemático con fama de alcohólico en toda la comunidad científica; de hecho, como una burla hacia sí mismo o hacia la propia Academia, llamó a su trabajo: «La Máquina de Gin», como si tratara de una máquina de ginebra. Pero en realidad el trabajo era una genialidad, resolvía el problema de la máquina de Babel al colocar un obturador térmico que fragmentaba el flujo mágico al pasar, haciéndolo procesable.
»En fin, para no extenderme: en el Viejo Continente, Kurt Zahn, había puesto en marcha la Zauberhaft-1, la primera máquina mágica operativa, pero necesitaba a un mago como canalizador para ponerse en funcionamiento; la única manera que se le había ocurrido para salvar el vacío de diseño en la Máquina de Babel. Varios magos murieron operándola, pero funcionaba: conseguía procesar la magia igual que podía canalizarla un mago entrenado, igual que llevábamos haciendo los últimos cien o doscientos años nosotros.
»Claro que, si echáis cuentas de las fechas, aparece un problema: el auge del nazismo. Zahn tiene que destruir la máquina y, antes de que lo apresen por ello, se exilia a Estados Unidos donde, por esas felices carambolas del destino, conoce a Lance Ginsberg, el tipo con la pieza del puzle que le faltaba: así nace el TOOTH, «Thermobturator of temporal hallucinations», otro chiste de Ginsberg, porque zahn en alemán significa diente.
—Pero ¿cómo que «alucinaciones temporales»? ¿Alteraba el tiempo o…?
—No exactamente, lo que sucede es que los ingenieros mágicos se han resistido desde muy temprano en la historia a llamarle «magia» a la magia: alucinaciones temporales o fisuras tempoespaciales eran nombres populares en la época para evitar llamar a la magia por su nombre. El caso es que se une la Z1 de Zahn con el núcleo TOOTH de Ginsberg y nace el primer molino mágico. Se prueba, funciona y se crea ese primer campo de molinos en la meseta de Allegheny, esos que vio Miller. El problema es que un obturador térmico, operado en solitario, es suficientemente estable, pero al colocar tantos juntos… Bueno, ya habéis escuchado la historia.
El silencio vuelve a tentarles un poco, pero la profesora se niega a volver a lo mismo:
—Cuántas probabilidades hay de que Jacques se haya convertido en un villano cruel que quiera expandir su misma condición de hiperestésico al mundo.
Todas las miradas caen en el gorila de traje salmón.
Me encanta cómo añades el LORE y lo combinas con eventos reales del siglo pasado. 🔝🔝🔝
Dónde me apunto? 🤪