🍃Él hace la lista, dos veces la lee
Hay palabras que vinculamos a cosas. Para mí «lista» viene con esa cancioncita de «¡Vaya Santa Claus!», aunque no vamos a hablar de Papá Noel, sino del SENTIDO DE LA VIDA *sonido de truenos* en 9 mins
Siguiendo con ese intento de explicarle a la gente que no lo entiende por qué me voy a Palestina (pudiendo irme a cualquier otro lado), el otro día hablé de una lista de prioridades vitales que hice y que me ha ayudado a ver por qué hago las cosas que hago.
Alguna gente me ha escrito preguntándome cómo hacerse su propia lista; así que, en vez de responderle a cada uno por privado, lo hago por aquí; por si alguien también se quedó pensando en aquello, pero no se animó a escribirme para preguntar (mal hecho, por cierto).
Lo que te voy a comentar es una forma de ver las prioridades que guían tu vida, no es la única y, desde luego, no es excluyente con otras formas de autoconocimiento que puedas estar usando.
Sucede que, tengas o no por escrito esa lista de valores cardinales, lo cierto es que están guiando tu vida quieras o no:
Inconscientemente vamos a querer acercarnos a determinados valores que sabemos que nos van a reportar placer (p. ej.: el amor) y vamos a huir de otros que creemos que nos van a hacer sufrir (p. ej.: frustración).
¿Qué se considera un «valor» en este sistema?
Vamos a hablar de dos tipos:
Valor de atracción: aquel al que te quieres acercar, porque en tu experiencia vital te ha reportado placer, satisfacción, etc.
Vamos a encontrar estos valores con la pregunta: «¿Qué es más importante para mí en la vida?».
Valor de repulsión: aquel del que te quieres alejar, porque en tu vida se ha traducido como dolor, sufrimiento, etc.
Los vamos a encontrar preguntándonos: «¿Qué es lo que más he tratado de evitar en la vida?».
Las dos listas que guían tu vida
Lo que debemos tener en cuenta es que, para las dos preguntas que crearán las dos listas, no tenemos que responder con medios, sino con fines, estados, sentimientos.
O sea, si a la primera pregunta respondes: «tener un coche to’guapo», pues trata de escarbar hasta encontrar qué quieres conseguir realmente con ese coche.
Probablemente quieres ese coche para tener un estatus mayor y quieres ese estatus para tener poder o influencia. Así que el valor final sería el poder, el coche es sólo un medio para conseguirlo.
Te recomiendo no mirar los ejemplos que te voy a citar y que busques tus propios fines sin condicionarte (y, una vez terminada la lista, mires estos ejemplos por si quieres añadir alguno en el que no habías caído), pero si te cuesta arrancar y necesitas una pequeña idea de cómo suelen ser los valores generales:
Ejemplos de valores de atracción: salud, éxito, felicidad, crecimiento, amor, contribución, humor, inteligencia, poder, afecto, libertad, intimidad, seguridad, aventura, pasión, comodidad…
Ejemplos de valores de repulsión: tristeza, aburrimiento, ira, agobio, preocupación, frustración, resentimiento, envidia, celos, autocompasión…
Ordenar por altura a los duendes que manejan tu vida
Una vez tienes a todos esos pequeños fines, estados y sentimientos anotados, ponlos en orden.
Crea una jerarquía de cuál es más importante para ti y cuál menos.
Yo la hago por un enfrentamiento directo de los valores; por ejemplo, empiezo en el top uno de la lista, ese que te ha venido a la cabeza primero, y lo enfrento al segundo de la lista.
Digamos que el primero es amor y el segundo poder, pues me pregunto: «¿Prefiero una vida sin amor o una vida sin poder?». Elijo amor, entonces ahí queda y enfrento a poder con el tercero en la lista: «¿Prefiero una vida sin poder o sin salud?». Elijo salud, así que poder baja para enfrentarse al siguiente en la lista.
Haz este recorrido varias veces de arriba abajo hasta que los valores dejen de escalar/descender posiciones y ya tienes tu lista.
Luego, haz lo mismo con los valores de repulsión: «¿Rechazo más una vida con X o una vida con Y?».
Conflictos entre duendes y trasgos
Hay veces que tenemos valores de atracción en posiciones muy altas, pero que los tenemos bloqueados por valores de repulsión también muy altos.
Por ejemplo, imagínate a alguien que su primer valor es el amor y que, aparte del amor familiar, amistoso y comunitario, sabe que recibiría muchísima felicidad de un amor romántico.
Pero en su primer valor de repulsión está el miedo al rechazo.
Lo paradójico es que vamos a hacer más por evitar dolor que por ganar placer, así que, hasta que esa persona no arregle su relación con el rechazo, lo más probable es que no mueva ni un dedo por conseguir ese amor romántico.
Y, como yo no soy psicólogo, terapeuta ni nada por el estilo, esto puede servirte como diagnóstico, pero, en cuanto al trabajo que hay detrás para desenmarañar esos conflictos, te tienes que buscar la vida tú para solucionarlo.
La codificación interna de valores
Para entender un poco más cómo estos duendes y trasgos nos van espoleando para un lado u otro podemos pensar en ellos como programadores.
En programación hay un statement que es «if» y funciona como una condición para que el programa tome decisiones: If (X = true), then (acción 1).
Los valores funcionan igual:
«Si (disparador), entonces [valor realizado]».
¿Qué pasa? Que aunque los valores son más o menos universales (todos queremos amor), los disparadores suelen ser muy diferentes de una persona a otra.
Así, se pueden dar cosas como:
Persona A: Si (se preocupa mucho por mí), entonces [me siento amado].
Persona B: Si (me deja mi espacio e ir a mi aire), entonces [me siento amado].
Imagínate que estas personas están en una relación.
Lo más probable es que tengan un problema, porque querrán darle a la otra persona lo que a ellos les gustaría recibir que es, precisamente, lo opuesto que le gustaría recibir a la otra persona.
Si después de toooodo esto sigues teniendo ganas de escarbar, es interesante preguntarse por cada valor (de atracción y repulsión) el qué te hace sentir así, para tener una idea del color de las espuelas que te están moviendo a un lado o a otro.
Por ejemplo:
«¿Qué me hace sentir libre?».
Y utilizar la formula «Si (disparador), entonces [valor realizado]» para apuntar todos los disparadores que se te ocurran: Si puedo hablar sin tapujos, entonces soy libre; si puedo cambiar de lugar cuando quiero, entonces soy libre; etc.
Otra forma es preguntarte: «¿Soy libre? Sí/no. ¿Cómo sé que sí/no soy libre?». La respuesta es un disparador.
Suele pasar que muchos de los disparadores que tenemos vinculados a valores fueron creados por nuestro entorno y, a veces, aunque han quedado obsoletos y ya no nos sentimos reconocidos en ellos, siguen funcionando inconscientemente.
Hacernos esas preguntas, ayuda a sacarlos a flote para desecharlos o cambiarlos por otros más sanos. Si no, nos llevan a sitios totalmente desconocidos.
El fin de la lista
La idea es que, ya que dependiendo de lo que vamos experimentando en la vida, esta lista de valores cambia naturalmente, al tener presente qué son las grandes cosas deseables de nuestra vida, en vez de ser una total incógnita, ganamos cierto poder sobre ellas como para corregir el rumbo voluntariamente.
Yo reviso cada seis meses los valores y los disparadores y casi siempre se mueven un poco.
La mayoría de lo que has leído arriba no me lo he inventado yo, sino que lo aprendí de Anthony Robbins, un tipo que hace saltar todas las alarmas de vendehumismo cuando lo escuchas, pero, como ves, suele decir cosas interesantes.
Y nada más, que esto ha sido muy largo.
He intentado condensar todo lo máximo posible; si algo no queda claro, coméntame y me explico mejor ✨
¡Besitos volados!
P. D.: He revisado el correo antes de mandarlo y no me he podido aguantar la risa, porque alguien me comentó ayer, al leer Miradero, que le gustó encontrarse con una newsletter de filología, que hablara de lingüística y tal.
Pues me ha quedado bien el correo filológico de hoy, sí.
Pues lo de hoy no ha sido filología, pero sí que ha estado bien interesante. Me guardo algún apunte, que soy muy fan de las listas, las hago para casi todo y me ha resultado la mar de curioso. Gracias y ¡buen día!.