🍃Estúpidas licencias bucólicas para el amor cotidiano
Acto único
Sale DOLORES y se sienta junto a la lavadora a separar ropa blanca de la de color. En hábito de pastor, sale SEBASTIÁN, y en representando los primeros versos va acercándosele.
SEBASTIÁN: ¡Oh! Gundisalva ha de ser el nombre que un ángel dio en soplo a este ser mío, pues no creo que en los reinos del hombre pueda haber mortal con labio bravío que atrévase a siquiera dar pronombre al dulce alma que el corazón confío. Pídeme, Gundisalva, que me mate… o te plante ocho fincas de aguacate.
(Toma un aguacate del frutero y se lo ofrece.)
DOLORES: (Sigue separando ropa.) ¿Tienes algo blanco pa’lavar? Que voy a poner una lavadora de blancos.
SEBASTIÁN: (Se acerca un poco más.) ¡Blanco tengo el cuerpo, la faz y el verbo! En viéndote, me he tenido que echar al… ¡monte! y huir de tu desprecio acerbo. ¿Acaso no ves que mis ropas son tal que pareciera, más que hombre, ciervo, y más que perro, por mi gesto, chacal? Me he embrutecido, ni pienso ni leo: ya sólo puedo amar lo que ante mí veo.
DOLORES: (Lo señala.) Luego cuando le dé, no me vengas con un calcetín o cualquier tontería como siempre.
SEBASTIÁN: (Se acerca más, apenas a dos metros.) Si ardiendo tan poco, el de la oda, dio su amor sincero a una Dorotea: me arranco el corazón, mi Dorotoda, y lo laves o pises en platea, o me lo marchites por mala poda. ¡Haz, ninfa, pues es tuyo, lo que sea! ¡No quede en mí gramo mío de carne venga pronto el charcutero y me descarne!
DOLORES: (Cierra la puerta de la lavadora.) De verdad, Sebastián, que cuando te da por hablar raro... ¿Faltó por comprar de la charcutería algo? Mira que me dijiste de empezar a comer mejor.
SEBASTIÁN: (Muy cerca de ella.) ¿No adivinas ya mi primer sustento? ¿No ves que el maná de este mi destierro, el único alivio de mi tormento, son tus labios cuando los ojos cierro? Que eres, de mis esperanzas, asiento: sola pluma en un vil mundo de hierro. Si se apiada tu santa gracia, besa, alivia esta cruel roca que en mí pesa.
DOLORES: (Distraída echando detergente.) No sé de qué hierro y de qué rocas…
SEBASTIÁN: (Le gira el rostro hacia él.) Que te quiero, coño, Lola. (La besa.) Que te quiero.
(Telón.)
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