🍂Lo que tenemos
«Dos linajes solos hay en el mundo, [...], que son el tener y el no tener»
No sabía yo que hay un arte y una lengua tras el dar monedas.
El de la tienda de trajes me da el cambio como si tirara dados a un tapete; el conductor de la guagua, como un ave daría de comer a su polluelo; el del café, como una medusa preñada; la del supermercado, agresiva, distante: me lo lanzaría desde un minarete si pudiera.
Alguien, con una caricia larga que no quise entender. Otra alguien, como un pico fugaz a las once y cincuenta y nueve de la noche.
—Cuando te pasan el dinero en el taxi, ¿cómo lo recoges? ¿Así o así?
Primero pone la mano como un cucharón sobre el hombro, luego gira hasta dejar el cucharón ante el pecho, como si mendigara.
—No sé. Así, supongo —digo.
Y se ríe, aunque estoy seguro de que se habría reído dijese lo que dijese.
Como en cualquier banco, en el Arab Bank de Al-Manarah Square también hay un cajero automático, a un lado de la puerta. Al otro, hay un señor con un fajo inmenso de billetes azules, de doscientos shekels, una silla y siempre esperando algo inminente, que nunca llega.
—Pero me gusta mi trabajo. ¿Sabes por qué? —me dice M., sonriente, como siempre, desde la puerta de mi despacho—. Porque en Palestina, lo que tengas, lo tienes que agarrar firme... Porque no tenemos nada.
Y estalla en una risa traducida, todo él gafas de pasta negra.
En las universidades palestinas, el profesor no borra la pizarra antes de la clase, le dice a algún alumno que lo haga. En las universidades españolas, dejarle la pizarra sucia al siguiente profesor es de mal gusto.
Al final de la clase, mientras borro la pizarra, se acerca:
—Doctor, ¿cómo se dice en español «Allah ywaffaqak w yijziik el-kheer»?
—De verdad que no sé árabe.
—Bueno, es cuando alguien hace algo por ti y le deseas que Dios se lo devuelva.
Dejo de borrar para escribir donde acabo de limpiar: «Que Dios te lo pague».
—Quizá esto sea lo más cercano —digo.
Lo lee varias veces y me mira, con la frase todavía en los ojos.
Paseando por el mercado de la Ciudad Vieja de Jerusalén, me encuentro con una alumna del colegio de primaria y me saluda emocionada. La saludo, feliz, a punto de engañarme a mí mismo, como a los turistas de alrededor, y creerme un local de verdad.
Pero los locales auténticos saben despachar a los que piden limosna, y un señor me cuenta sus penas por toda la calle del mercado hasta que dice:
—Yo sólo quiero comprar una botella de aceite para que mi mujer pueda cocinar hoy.
Y me paro.
Cuando lo miro a los ojos, ya sabe que le voy a dar dinero, porque si me está mintiendo, pienso, es un miserable; si no me está mintiendo, soy un miserable.
—Dios te lo multiplicará por diez —dice, guardando la moneda.
—De verdad que no quiero que Dios me multiplique nada.
Hoy hemos llevado a los niños de primero, segundo y tercero a la casa de Santa Claus. A la salida, mientras los niños comentan sus tres segundos de gloria junto a la rodilla de Papá Noel, mi compañera entra con un fajo de billetes; afuera, una alumna de tercero es la primera en recordar que, antes de la emoción, tenía un cuerpo:
—Ustaaz, tengo hambre…
Me mira con una moneda de cinco shekels, muy plateada, delante de los labios. Se la quito y hago que me la como.
Soy una persona extremadamente divertida para una niña de ocho años.
Baja un poco la ventanilla del coche y se enciende otro cigarro. Echa el humo por el hueco, como si el mundo fuera un globo que tuviera que inflar él solo. Me cuesta recordarlo sin un cigarro en la mano.
—En Palestina también hay gente mala, pero los buenos somos muchos más —Fuma y sopla el humo en el globomundo—. Si yo soy rico y mi vecino es pobre, tengo que darle dinero —Me mira—. Tengo.
Mi familia tiene una marca de ropa, mi hermano abrió ahora una tienda en Valencia. Ustaaz, ¿tiene un millón de shekels? Mi tío está en Arabia Saudí, vamos a montar una empresa de domótica. ¿Tienes una carrera? Tienes el mejor apartamento del edificio. ¿Tienes un máster? Tengo dos casas, una en Jerusalén y otra aquí. Ustaaz, ¿tiene esposa? Tiene un Cupra, es un coche muy caro. ¿Tienes efectivo o tarjeta? Tengo dos niñas y un niño. ¿Tienes un doctorado? Tengo una hermana en Jordania, la otra está casada. ¿Tienes un shekel? Tienes pinta de árabe, no deberías mirar a los soldados israelíes. ¿No tienes miedo? Tengo amigos en las villas que te lo pueden conseguir. ¿Tienes identificación israelí? Tiene las mejores sábanas de toda Palestina.
¿Tienes un minuto, por favor?
Si quieres leer más de mis batallitas por Palestina están todas aquí
Me has salvado de prestar atención a una abominable película de Navidad sobre el secuestro de Santa Claus! Así que gracias y gracias por ser tan generoso y compartir reflexiones tan bonitas y necesarias!
Estoy segura de que gracias a ti, hay una familia que ha podido cocinar con aceite! 🫶
Dar y recibir dinero, cómo una pone la mano (en algún otro lugar que recuerdo, sin tocar piel), qué siente al darlo, qué al recibirlo.
Cuando una antigua pareja de otra cultura llegó aquí (Barcelona) por primera vez, nos paró un chico pidiendo limosna. Él no llevaba mucho suelto, pero se lo dio. Le dije, "es probable que se lo gaste en tabaco y no en el billete de bus que te dice que necesita". Él me contestó que lo que el chico hiciera con su dinero era su Karma y que lo que él sentía al darlo el suyo propio. El Karma era importante en su cultura. Sabía cuánto podía o no dar, pero si a alguien le faltaban 20 céntimos en el súper y eso suponía dejar algo, él se buscaba la moneda en el bolsillo del pantalón.
Aprendí mucho de dar, recibir, límites y dinero en esas interacciones. E incluso aprendí mucho de la importancia que para ciertas personas tiene una calada que calme el pecho cuando el frío aprieta y no hay nada más que caliente dentro.
Adoro tu escritura Samuel. Y tus temas. Gracias.