đMilitar el blanco o negro
De pronunciamientos explĂcitos, condenas pĂșblicas y opiniones desde lejos (7 mins)
Una vez escribĂ por ahĂ que el odio se parece mucho al llanto.
Uno desesperado, de esos que te dan tiritera y miedo.
Conozco gente que apoya a Hamas y han estado en la cårcel por defender la resistencia armada; conozco gente que ha servido en el ejército israelà y ha sacado personas de sus casas a rastras. He conocido a gente que enmudece cuando se habla de la guerra y gente que pide mås sangre; toda la sangre, si hiciera falta.
Todos tienen en comĂșn el odio, sĂ, pero mĂĄs aĂșn: que son de la misma especie. Y es la misma que la tuya, aunque ellos, entre sĂ, no lo vean.
Hace tiempo te dije que me gustarĂa conocer a israelĂes, ver cĂłmo es su vida y desde dĂłnde miran. Nunca te contĂ© que lo conseguĂ, porque, tan pronto lo hice, me di cuenta de que era de esas cosas que no puedo contar en Miradero en presente.
QuizĂĄ cuando ya no viva aquĂ.
Pero entonces conocĂ a Casu, a Casandra, por casualidad y sin verla. Ella te explica ahora cĂłmo.
La cosa es que, aunque es argentina, Casu vive en Haifa, una de las tres ciudades mĂĄs bombardeadas de estos doce dĂas de guerra entre Israel e IrĂĄn, y es una tĂa muy guay.
Asà que la invité para que se pasara a contarte algo, lo que quisiese, desde esa tierra desde la que yo no puedo mirar.
Porque es interesante que sepas qué luchas tiene ella que yo no, aunque vivamos a una hora de distancia.
La primera vez que supe sobre Samu ây por ende, sobre Miraderoâ, fue por un anĂĄlisis que hizo de la prosa de
, mi querida amiga por correspondencia. Ăl mencionĂł nuestras cartas y dijo que era vecino mĂo. «¿Vecino mĂo?», me preguntĂ© extrañada. Con dos clicks entendĂ que sĂ, que vivimos muy cerca, a tan solo ciento cincuenta kilĂłmetros, en Argentina dirĂamos «acĂĄ nomĂĄs».Pero acĂĄ, en Medio Oriente, aĂșn estando cerca, podĂ©s estar muy lejos.
En otra realidad podrĂamos visitarnos seguido, encontrarnos a mitad de camino a tomar un mate o un cafĂ©. En otra realidad lo invitarĂa a conocer mi barrio, le pedirĂa que me muestre el suyo. En otra realidad le acercarĂa este escrito en papel, irĂa a conocer la universidad en la que da clases, le mostrarĂa donde trabajo. En otra realidad, porque en esta, la cosa es un poco mĂĄs complicada.
Pero Samu y yo, ya a simple vista, tenemos varias cosas en comĂșn:
Somos gente que se lanza a la aventura, nadie que no lo haga, hubiera elegido vivir en Medio Oriente. Aunque cuando los bombazos se escuchan muy cerca, seguro ambos nos empezamos a hacer algunas preguntas.
La Ășnica guerra que podrĂamos luchar nosotros, se pelearĂa con palabras, arderĂan los teclados, chorrearĂa tinta y no sangre.
Somos testigos presenciales de una causa, que gran la mayorĂa, milita desde lejos.
Puedo intuir que tenemos muchas mĂĄs cosas en comĂșn, porque en uno de sus textos, Samu escribiĂł:
Palestina e Israel no son un conflicto, son un pueblo de seres humanos y eso es lo que me quita el sueño, no me puede importar menos saber quién tiene la razón.
No somos comentadores seriales de posturas infundadas en videos de Instagram. Triste pero mĂĄs sincero: miramos el sufrimiento a los ojos.

Hace unos dĂas me pasĂł algo inesperado y que no contarĂa en otra red social que no fuera esta, porque aunque pueda parecer ridĂculo, yo un poco me creo que este medio es una carta que solo les llega a ustedes. Imagino el sobre que un cartero ingresa apurado por el buzĂłn que tienen en su puerta âsi es que todavĂa existe tal buzĂłnâ.
SucediĂł que mandĂ© algunos mails para la ediciĂłn que escribo de La rutina del artista, acĂĄ en Substack, donde entrevisto a autoras y autores que me gustan para conocer mĂĄs sobre sus hĂĄbitos y mañas. En el mail que les mando, como primer contacto, les cuento del proyecto, de las personas que ya entrevistĂ©, y les cuento de mĂ: de mi pasiĂłn por la lectura y la escritura; de que no puedo vivir sin tomar mate; de que soy abogada en una ONG; de que vivo en Israel.
El mismo dĂa que mandĂ© algunos correos, una autora argentina me respondiĂł que habĂa investigado sobre lo que yo hacĂa âcosa que no era necesaria porque yo misma le contĂ© lo que hacĂa en el mi primer mailâ y agregĂł lo que copio textual:
No puedo ni quiero participar de nada en/desde Israel ni de comunidades judias de mi paĂs que no tengan un pronunciamiento explicito contra el genocidio palestino.
Su respuesta me sorprendiĂł, pero no tanto, sabĂa que algo asĂ me podĂa pasar. Lo sĂ© desde que vine a vivir a un paĂs que carga con una mochila particular. Cuando digo que soy Argentina, ya se pueden imaginar lo que piensa la gente: mate, Messi, Maradona, crisis econĂłmica, corrupciĂłn, ah, ustedes ahora tienen un presidente que estĂĄ re loco, asado.
El tema es cuando digo que vivo en Israel, ahĂ la gente piensa: guerra, genocidio, ocupaciĂłn, sangre.
Le escribà una respuesta a la autora digna de alguien que disfruta de escribir: intensa, pasional, con sus golpes bajos y un cierre en el que imaginé a alguien levantåndose de su silla para aplaudir, me despedà con un:
Estoy muy orgullosa de lo que hago.
Hice un poco de show en mi respuesta, no les voy a mentir. Pero porque la suya me recordĂł algo que pensĂ© apenas empezĂł esta guerra ây las tantas guerras que tiene dentro, esto es como una mamushkaâ. Entiendo la liviandad de quien milita una causa desde muy lejos. De verdad lo entiendo, yo tambiĂ©n estuve ahĂ: yo tambiĂ©n me conmovĂ en el 2015 con la foto del niño sirio.
Por eso entiendo a la autora, la entiendo porque es fĂĄcil opinar sin conocer, duele mucho menos, es blanco o negro, no es gris. Y el gris incomoda.
Como les contaba, la cosa en donde vivimos Samu y yo, es bastante mĂĄs complicada, y por eso, no suelo engancharme con las opiniones que vienen desde Occidente; cargadas de culos estacionados en sillones mullidos, de periodismo tendencioso, de fotos sacadas desde el ĂĄngulo justo.
AcĂĄ el conflicto tiene nombres que me sĂ© de memoria, tiene abrazos tristes, tiene planes truncados. AcĂĄ las que sufren son personas con tono de voz, con una forma de caminar tan particular como cada ser humano, acĂĄ lo que se ve en el cielo no son fuegos artificiales, acĂĄ el conflicto tiene la misma fecha de cumpleaños que el Estado y todavĂa los de afuera, se creen que hay un bueno y un malo.
Pero eso, para saber lo que pasa, leo y escucho a los de acĂĄ cerca y a los de acĂĄ al lado, que tienen las zapatillas enchastradas del barro de esta regiĂłn. Al resto, les dirĂa algo que decimos en el paĂs que mĂĄs amo de todo el mundo: el decorado se calla.
La autora a la que le escribĂ me pidiĂł un pronunciamiento explĂcito, acĂĄ lo tiene:
Ponga un pie en Medio Oriente, ese dĂa, hablamos.
Venga, hable con la gente, mĂrela a los ojos, escuche cĂłmo llegaron hasta acĂĄ, tĂłmese el mal trago de sus pesares, emociĂłnese con sus anhelos, aprenda de cĂłmo viven los momentos de calma y los de desastre, agarre con fuerza su corazĂłn cuando parece que se le desarma. Y despuĂ©s de todo eso, venga y pida su pronunciamiento explĂcito. Aunque seguro ya no lo necesite. Porque esas pavadas las dicen los de afuera o los de traje. Los de acĂĄ, quienes caminamos estas calles, no necesitamos ningĂșn pronunciamiento, necesitamos paz, esa que parece que no llega nunca, pero la vamos a estar esperando siempre.
Si quieres leer mĂĄs de mis batallitas por Palestina, estĂĄn todas aquĂ
P. D.: Recuerda te queda sĂłlo un dĂa para reclamar el regalo por el aniversario de Miradero, aquĂ.
(y, si quieres leer el porquĂ©, este otro aquĂ)
Gracias por el espacio y por la confianza â€ïž es un placer dejar mi huellita en Miradero.
Che Casu ahora queremos leer la respuesta entera que le mandaste jaja gracias Samuel por este texto! En un internet tan dividido donde nos llegan migajas tendenciosas a occidente escuchar las voces de ustedes dos es fundamental