🍃Morir de un catarro mental
Vale, no te puedes morir de catarro mental. No existe, estás a salvo, me lo inventé hace un rato, pero leete en cinco minutitos esto para que veas a qué me refiero.
El otro día estaba con una amiga en las Coloradas, unas montañas al final de la ciudad que, con caminar sólo un poquito, parece que te hayas teletransportado a un desierto arcilloso (con runners como toda fauna local).
Así que estábamos hablando durante el paseo mientras yo, secretamente, le hacía la corte al paisaje; o sea, intentaba curarme de lo mío y apreciar lo bonito del mundo un poco.
Se lo comenté a mi amiga, que se le da bien estas cosas, y me dijo que ella no conseguía sentir esa vinculación especial con el paisaje de la que yo hablaba, pero tampoco la sentía con el arte, que ella la sentía en las conexiones humanas.
La miré con algo de sorpresa y asentí. Cada uno tiene lo suyo, supongo.
Entonces llegamos al mar de nuevo y, a aquella hora de la tarde, las olas estaban espesas, de un color turquesa falso, como si Poseidón fuera un narcotraficante que las hubiera cortado con alguna otra cosa que las hiciera muy lentas y pastosas.
Así que le dije de sentarnos ahí, a verlas estallar contra las piedras.
Ahora que estoy en esta autorehabilitación de asombrarme con el mundo natural, cuando veo algo que me gusta, me apetece estrujarlo hasta que suelte todo el jugo bonito que tenga.
Y hablamos de cosas ahí, del tipo de cosas exigentes que merece la pena hablar, e, igual que desde que yo tengo oportunidad termino hablando de literatura, ella terminó hablándome del cerebro.
Me explicó cómo el estrés, por pura necesidad de supervivencia, suprime las funciones periféricas y, si suprime hasta el sistema inmune, imagínate lo jodido que lo tienes para experimentar placer.
Vamos, que cuanto más me raye con el tema del paisaje, peor lo pongo para que me sea placentero.
Discutimos (eso sí se me da bien) sobre la utilidad de ese sistema de «huye o pelea» en la actualidad, en nuestra sociedad occidental, y le pregunté si tomaría una pastilla que inhibiera para siempre su capacidad de entrar en ese estado, de sentir estrés.
—No.
Me imaginé que pasaría si la respuesta fuera un sí masivo y se me ocurrió una idea para un relato de ciencia ficción.
Entonces me quedé pensando.
No en el relato, sino en nosotros; bípedos implumes, como nos llamaba aquel otro señor.
Yo nunca he visto un corazón humano, pero sé dónde lo tenemos y, más o menos, lo que hace y cómo lo hace. Creo que eran precisamente los griegos (hablo de memoria) los que colocaban la capacidad rectora, la mente del humano, en el corazón, no en la cabeza.
Por eso la palabra recordar (volver a pasar por el corazón) para nosotros puede parecer una etimología superpoética, porque supone pasar una memoria por la sede del sentimiento (el corazón), pero para ellos no lo era tanto, porque el corazón era, precisamente, la sede de la mente.
Somos anatómicamente más listos que esos griegos engreídos, con sus olimpiadas nudistas y sus medir la Tierra con la sombra de un palo.
Vaya flipados.
¡PERO!
Me di cuenta de algo.
¿Qué sabes tú de las emociones?
¿Qué sabes de tus patrones de conducta, tu química cerebral, tus hormonas, tus enfermedades mentales y tus cositas invisibles?
Algo seguro que sabes, aunque probablemente lo mismo que un griego sobre el corazón, y me di cuenta de que somos unos medievales psicológicos, de que nos estamos muriendo de catarros mentales como depresiones, ansias y tal que, probablemente, en unos cuantos cientos de años serán una risa.
Igual que para nosotros es ahora curarte, eso, un catarro, lo mismo que se habrá cargado a cientos de miles de hermanos homo sapiens sapiens.
Fíjate tú.
¡Besitos volados para el catarro mental!
P. D.: Ayer fue la primera entrega de este juego al estilo «elige tu propia aventura» que hemos empezado en Miradero.
Pásate antes de la próxima entrega si quieres elegir qué hace el personaje.
Tu amiga es una crack. Lo de que el corazón es el que dirigenuestros pasos lo dijeron casi todas las culturas creo. Yo escribí antes de ayer o así un artículo de cómo 'pensamos' con las vísceras, y que luego ya nuestro cerebro lo pone todo junto.
Por cierto, como creo que sólo me leés a través del mail te digo por acá que deje una nota en la app diciendo que al post Palabras, ¡Mentirosas! le meteré un muro de pago en las próximas 24h. Por si querés leerlo antes.
Habla de algo parecido a lo de pensar con el corazón, que es un tema recurrente mio. Dale, nos vamos leyendo por ahí.