🌾I: Antes de rendir el alma
¡Empieza la partida de rol comunal de Miradero! Entra para conocer al personaje que hemos creado entre todos.
La oscuridad de tu cuarto te asfixia.
Peor.
Con cada respiración pareciera que las sombras te cargaran los pulmones para hacerte más y más pesada. Un bloque de sombras tendido en una cama matrimonial sin matrimonio; un bloque tan pegado al borde que está a punto de levantarla violentamente, como un balancín vacío.
Sólo tengo que esperar, piensas, relajarme y esperar.
Cierras los ojos y la noche es completa.
Respiras por fin sin devorar sombras. Notas el aire limpio llegarte hormigueando a los dedos, quebrándote lo sólido del miedo para devolverte un poco la vida.
Entonces, como una risa diabólica, suena un móvil a tu lado, y se te contrae el corazón como ante una pesadilla conocida.
Suena otro móvil, este en un lamento. Luego otro, una angustia profundísima; otro de ira, de incredulidad, de espanto, de hipocresía, amargura, quebranto, ansia, ahogo, ofensa, daño, nausea, tortura, súplica, condena, ¡dolor, dolor, dolor!
Tu cuarto se llena en una estridencia demencial de llamadas y vuelves a oler la sangre y la carne agria, química, sobre ti, y el metal de la vida escapándosete, y gritos, y ayudas, y preguntas desquiciantes, y no, por favor, no.
La puerta del dormitorio se empieza a abrir, tan lento, tan acechantemente. Se abre aún más despacio y asoma una pata gruesa, blanca, casi reflectante en la noche.
—Cierra la puerta…
Escuchas su voz, un suspiro sobre los tonos de los móviles, pero la puerta no se cierra y toda la pata ya se está contra la pared, y otra abraza la madera, la abre, la abre, y sabes qué hay al otro lado.
—Cierra la puerta.
Su voz y distingues la forma del escorpión gigante que entra en tu cuarto como un secreto. Inmensamente blanco y cuidadoso avanza hacia ti, sube una pata a tu cama. Los móviles rugen. Luego otra. La cama siente su peso y gime. Ves la enorme cola agitarse a su espalda y brilla un aguijón como esas espadas suyas.
—¡Cierra la puerta!
El escorpión te aprisiona con su peso y castañetea las pinzas sobre ti; la orquesta de móviles se dispara en forte.
—¡¡Cierra la puerta!!
La bestia blanca se inclina, eleva la cola como una guillotina fatal y los móviles estallan en fortissimo.
—¡¡Cierra la puerta, Alma, por Dios!!
Pero la cola baja, letal, y se estampa contra el cuerpo del escorpión. Se agita sobre ti y vuelve a apuñalarse con su propia cola, una y otra vez, una y otra vez. Los móviles que suenan a tutta forza, y su sangre blanca te sepulta. La tragas.
No puedes respirar. La tragas. No puedes, no puedes…
Abres los ojos y te duele despertar al día.
Estas sola, perdida en esa cama gigante.
Hacía veinte años que no tenías una pesadilla así. No, menos de veinte, tal vez quince o dieciséis; este año se cumplen veinte años del atentado. No deberías beber tanto antes de acostarte.
No deberías beber tanto, en general.
Deberías encogerte un poquito más, dormir quizá en una esquina, ser más pequeña y no ocupar lugar. Y desaparecer.
Anoche estabas tan borracha que ni te quitaste el liner para dormir, así que sólo extiendes la mano y conectas la prótesis a la media de silicona bajo tu rodilla. Y te levantas. Por hacer algo, por dejar de nadar entre los tiburones de tus sábanas.
Son las once y veintitrés, y parece que es lunes; te lo dice el móvil entre mil notificaciones que no te importan.
Sales del dormitorio y cierras la puerta. Vas al baño y cierras la puerta. Evitas mirarte al espejo, orinas, sales y cierras la puerta.
De camino a la cocina te vibra el móvil. Te vuelve a vibrar con la cadencia de una llamada, y ni siquiera el recuerdo terrible de la pesadilla consigue cambiarte el gesto.
Te llama el contacto «Ser horrible»,
Tu exmarido.
Descansas el peso sobre la prótesis y te quedas mirando la pantalla en mitad del pasillo hasta que se cansa de vibrar. Inmediatamente, una notificación de WhatsApp:
«Alma, esto no va sobre los papeles…».
Le das a la flechita para seguir leyendo el mensaje desde la notificación:
«Alma, esto no va sobre los papeles del divorcio. De verdad necesito ir a por mi colección de armas íberas para la confer…».
Dejas de leer y vas a la cocina.
Está hecha un desastre, anoche tuviste que hacer mucho ruido. Con una especie de vergüenza desganada, te acercas a la cafetera, pero la Alma del pasado te quiso hacer un favor: te puso la botella de vino al lado, ya descorchado.
—Alcohólica… —Recuerdas que te escupió ese alguien con voz temblorosa—. Alcohólica… Qué vergüenza. Un pecado de macho.
Acercas una mano para…
Hasta aquí la introducción a nuestra partida de rol miraderí.
Tienes una semana (hasta el 11 de agosto) para elegir qué quieres que haga Alma.
Se te ha pasado la fecha, pero quizá todavía estés a tiempo para participar en el segundo movimiento de Alma.
Estoy testeando este sistema, pero la idea es que, más adelante, cuando se complique la trama, puedas proponer tú acciones alternativas (no sólo las dos o tres que yo te proponga), ya veremos cómo lo hacemos.
De momento, cálzate el zapato de Alma y dime qué quieres hacer.
Si veo mucho interés (o sea, reacciones bonitas y cositas así) podemos hacer varios de estos capítulos a la semana, si no, todos los lunes habrá capítulo nuevo de la partida.
¡Besitos volados!
P. D.: Por cierto, no he puesto tooodos los rasgos de personaje que me habéis mandado ya en la introducción para que no fuese esto un tenderete demasiado artificial, irán apareciendo con naturalidad en las siguientes entregas.
Ya está, atrapada me hallo. Suerte que llego tarde y tengo mucho para leer. 🙏🏻🥰
Me gustó un mundo tu estilo. Un texto que no atrapa, rapta, porque sucede a la fuerza, sin posibilidades de ser un texto que capture la atención con gentileza.
Café para mí, por favor.