Si alguien te ha reenviado esto, tu alguien me quiere mucho. Quiéreme tú también suscribiéndote:
¡Buenos días, querido mirandero!
Fíjate, creo que es la primera vez que te saludo en un correo.
Sé que hay un tipo que sabe mucho más que yo de newsletters que dice que eso no se hace. Y aquí estamos, sin que se acabe el mundo ni para mí ni para ti.
Me he acordado ahora de ese momento, incómodo, divertido o depende, en el que vas por la calle y das de frente con alguien. Os cortáis el camino. Mueves un paso a un lado y tu alguien mueve exactamente su paso a ese lado. Os miráis. Y mueve otro paso y lo mueves tú, como un espejo vacilón y torpe.
Cuando ese alguien sonríe antes de irse, en vez de molestarse, se convierte en uno de mis momentos favoritos de la humanidad.
Hace mucho que no me pasa.
A lo mejor contar una historia es eso, cruzarte con algún desconocido y compartir ese baile patoso que genere algo reconocible y compartido dentro del otro.
Pero parece que hoy estoy interactivo, porque se me apetece hacerte tres preguntas antes de seguir.
¿Qué es contar una historia?
Si te apetece jugar conmigo, deja de leerme.
Aparta la mirada de la pantalla un momento y piensa en esa pregunta: ¿qué es para ti contar una historia?
Yo voy a seguir hablando, pero, para que cuando vuelvas del juego, podamos seguir la charla.
Ve ahora.
Hay cosas que sabemos, que no sabemos que sabemos, y que, cuando leemos a un académico contestar, perdemos la oportunidad de saberlas para siempre.
De saberlas por nosotros mismos, que es la forma que más rica está de saber.
Creo que existe una verdad sobre ciertas cosas cotidianas, como contar una historia, que tú ya sabes, que no necesitas correr a leer a Mijaíl Bajtín para que te lo diga.
Por si no has querido jugar, que mis miranderos muchas veces son díscolos y anárquicos, te doy otra oportunidad para entrar en el juego.
¿Qué coño es una historia?
Seguro que ChatGPT tiene una respuesta, encuéntrate la tuya antes de seguir,
porque
ahora
te voy
a
preguntar.
¿Para qué contar una historia?
Vamos, juega conmigo, piensa un ratito sobre eso y vuelves.
Ve ahora.
Hoy soñé que iba a una especie de cuchitril revuelto, como el taller de un jubilado algo demente; había un tipo allí que parecía un sintecho. Tenía el pelo largo y gris, a lo viejo metalero, y con ese flaco pegado al hueso por la heroína.
No recuerdo mucho más del sueño, pero ¿para qué me contaría mi cerebro ese cuento?
¿Cuál es la función de una historia? Incluso de un sueño, en el que soy yo narrador y narratario.
Pero más aún,
¿Por qué es importante contar historias?
Última pregunta, última vez que te empujo del texto.
Ve ahora.
La cuestión es que esa fue la pregunta que lo empezó todo, porque fue la pregunta que me hizo
de Ekho Comunicación; una tía muy máquina que, aparte de escribir, enseña a negocios a mejorar su manera de comunicar.(Y se saca las mejores fotos de Substack, la jodía)
Quizá ya sabes que soy filólogo hispánico. He leído bastante teoría literaria y a bastantes autores brillantes, pero he querido responder a esas preguntas de arriba, incluida la de Alba, como lo has hecho tú: buscando dentro de mí.
Entendiendo qué es verdad para mí, como escritor y como escuchador de historias.
Y fue profundamente bonito poder darme respuesta, por eso he intentado que tuvieras un momento igual hoy.
Si quieres escuchar qué me encontré dentro, te lo cuento en diez minutitos:
¡Besitos volados!
(por cierto, tampoco deberías despedirte en una news, pero qué sería de mí sin volarte besitos)
“Hay cosas que sabemos, que no sabemos que sabemos, y que, cuando leemos a un académico contestar, perdemos la oportunidad de saberlas para siempre.”
Me recuerda a una canción de Kevin Johansen que me gusta, “Oh, what a waist (¡pero qué cintura!)”:
“Hay cosas que sé
Hay cosas que no sé
Hay cosas que no sé que sé
Hay cosas que no sé que no sé”
Doy mi respuesta no académica a la pregunta por separado.
Merece la pena escucharlo con calma.