🌿Qué es escribir a mano (I): «El Infierno»
Ayer escribí a mano «La flor del cielo y el abrazador afilado del mundo» y te cuento en 7 mins. cómo fue eso de diez horas dándole al lápiz y cómo puede servirte de herramienta creativa. Primera parte
Juan Manuel de Prada escribe, o al menos escribía, todas sus novelas a mano. Dice que escribir a ordenador le «cambia el estilo, la actitud ante la escritura», así que sólo teclea los artículos.
«Literatura de encargo a ordenador, literatura creativa a mano».
Muy seguramente hay más, pero cuando pienso en un escritor actual que escriba sus novelas a mano mi top of mind es él.
La literatura está sembrada de romanticismos y pulsiones sentimentales casi supersticiosas, pero siempre me rondó la cabeza esa idea de escribir a mano algo literario de cierta extensión para ver qué pasaba.
Entonces, Izaskun Albéniz publicó este post, y me revolvió esa tarea pendiente conmigo mismo y, sin que nadie me retara demasiado, acepté el reto de escribir mi próximo relato a mano.
Así que ayer escribí a mano La flor del cielo y el abrazador afilado del mundo, un relato de unas 2200 palabras, cinco folios, seis páginas de Word y —entre escritura, mecanografiado y corrección ligera— diez horas de curro a matacaballo, sólo parando para comer.
Hoy te vengo a contar cómo fue la experiencia para mí, un escritor cien por cien enraizado a teclear, coger un lápiz y escribir un relato larguillo para ver si cambiaba algo en el proceso creativo.
Pues ahí estoy, con mi café de cada mañana delante del ordenador, pensando sobre qué se me apetece escribir para el correo diario. Un momento de incertidumbre bastante guay que me fuerza a empezar cada día tomando decisiones muy prueba y error, elige tu propia aventura, tiro a ciegas y tal.
Me llega una idea, me llega otra, las uno y tecleo: «Un día se despertó y allí estaban». Sigo con el siguiente párrafo y me acuerdo de aquello de escribir a mano.
—Mierda.
Intento pensar una excusa para librarme de mi propia promesa, pero no hay manera digna de hacerlo, así que dejo el portátil a un lado, cojo un lápiz que había por ahí y me pongo a escribir a la antigua.
Y se empieza a complicar la cosa.
Porque en cualquier otro contexto, podría simplemente parar y retomar el relato más tarde u otro día, pero el relato tenía que salir al día siguiente en un correo.
Ahí empieza el infierno.
🌋 Primer círculo del Infierno: «Me quiero largar de aquí» 🌋
Llevo escribiendo diariamente (desde antes de Miradero) algo más de un año, fallando algún día por tal o por cual, pero escribir entre dos y cuatro horas ha sido «lo que debería estar haciendo» por las mañanas.
La excepción es no hacerlo.
Con mis más y mis menos, me siento muy bien escribiendo, es mi sitio seguro, pero escribir para mí ha estado enteramente vinculado a un ordenador.
Y, tal cual cambié ese espacio a un lápiz y papel, me creó un rechazo bruuuutal.
Del nivel pensamientos intrusivos, querer parar, desear pasar del experimento y volver al ordenador porque «total, nadie se va a enterar».
Un circo.
Nunca he sentido un miedo a salir de mi zona de confort tan puto evidente.
Así que por eso seguí.
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Escribir a mano te puede venir bien si:
Se ha vuelto tremendamente rutinario para ti y necesitas darle un girito a tu relación con la escritura, verla desde otra perspectiva.
Como mover los muebles de casa.
🌋Segundo círculo del Infierno: «La letra con sangre entra»🌋
Escribir a mano es una actividad física.
O sea, escribir llega un momento (muy pronto, para mí) que duele físicamente.
El cansancio de escribir, que suele ser mental, es ahora palpable, tangible y te crece una necesidad de querer terminar ya que, si no la gestionas, te puede perjudicar mucho al texto.
Es esa sensación de cuando haces un examen muy largo, estás por el final, aún podrías sacar más nota, pero estás tan cansado que lo entregas porque lo único que quieres es irte a casa.
Escribiendo a mano necesito, forzosamente, más descansos.
Hay sesiones de escritura de cuatro o cinco horas en las que me tomo un descansillo o dos; escribiendo a mano, casi cronometradamente (aunque sin planearlo ni quererlo), necesitaba descansar cada media hora.
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Escribir a mano te puede venir bien si:
Para estar concentrado necesitas una estrategia de trabajo tipo Pomodoro: trabajar veinticinco minutos, descansar cinco y volver a trabajar.
En mi caso, me fuerza a ello casi matemáticamente.
🌋Tercer círculo del Infierno: «¡Hasta cuándo, Señor!»🌋
Se suma al cansancio ese agobio de saber que, después, tienes que mecanografiarlo todo.
En mi contexto particular de «el texto tiene que salir mañana» el plato venía con un acompañamiento extra de estrés y de querer abandonar por ser demasiada carga de trabajo.
Lo que potencia, de nuevo, ese deseo de terminar para verlo digitalizado, sentirme en mi zona de confort y tener la sensación de «tarea pendiente completada» que consiga despejarme la mente.
Todo esto, en un inicio, se tradujo en menos disfrute del proceso de escritura.
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No se me ocurre cómo puede ser esto aprovechable por alguien más que como un gimnasio del estrés.
En prinicpio, tenía pensado publicar las tres partes (Infierno, Purgatorio y Paraiso) de mi experiencia escribiendo a mano La flor del cielo y el abrazador afilado del mundo en un único correo, pero me di cuenta de que sería tan jodidamente largo que no lo iba a leer ni Cristo.
Así que vamos a hacer una cosa, si esto te parece interesante, reacciona a este correo con un me gusta, comenta o escríbeme a samuel@sdominguez.com y hacemos una miniserie de esto.
(Las revelaciones guays vienen, precisamente, en el Purgatorio y el Paraiso, sólo como dato inocente 🙄)
¡Besitos volados!
Muchísimas gracias por la mención, me encanta lo que cuentas y me siento muy identificada con los círculos de Dante que reflejas. Escribir a mano es un desafío brutal. Físico y también mental, pero tiene un puntito de endorfinas que es muy terapéutico también. Un abrazote