Si alguien te ha reenviado esto, tu alguien me quiere mucho. Quiéreme tú también suscribiéndote:
Soñé el otro día que estaba bajo ese árbol donde siempre descansa el pastor de ovejas, pero estaba sin él. No es un olivo, es otra cosa que no sé y que se le parece. A la sombra, mientras esperaba por si venía, me imaginé siendo él, con el mismo saber desteñido suyo que se le arruga bajo el gesto ese de que me vaya y lo deje en paz.
Si yo fuera el pastor, no tendría que perder el tiempo en escribir lo que vivo, ni en forzar a la gente que finja que le importa. Eso estaría bien. Tengo tantas ganas de enseñarle el rayón en la bota que me ha salido de andar por estas piedras… Pero sin que se me note, como que me diera igual o no lo hubiese visto siquiera. Él me lo señalaría y me diría que me lo avisó, que la colina no es para botas lustradas.
Y yo: pero que a mí me da igual el lustre de nada.
Y él: vives por el lustre,
y ni siquiera es eso
lo que te hace el mayor de los desgraciados.
Creo que al día siguiente podría venir con otro rayón, hasta que se me deshaga el cuero de las botas en los pies y entonces él supiera. Tendría que pensar algo para no quemarme. Podría empezar a caminar a cuatro patas, por darle descanso a una mientras sufren tres. Y ya, cuando se me acostumbrasen, cuando pudiera erguirme de nuevo, me habría ganado contar esa misma historia como parábola y explicar por qué algunas veces hay que darles mal a tres para que reciba bien uno. Y así justificar mi daño, y el que le hago a esos pobres ojos grandes.
Creo que el pastor sólo sabe porque ha perdido más que nadie. Se ha empujado a una desintegración total y ya sólo le han quedado ideas, como los espectros de lo perdido que vinieran a atormentarlo con la verdad del mundo.
Pero para qué levantarse, en verdad.
Sería un desperdicio teniendo ya no sólo las plantas de los pies, sino de las manos hechas al calor del suelo. Quizá alguna de sus ovejas sea o hubiera sido ya alguien como yo, que le creció mucho el pelo, todo cano, y no se lo cortara por haber olvidado que alguna vez fuera otra cosa que nada.
Tal vez la campana de latón les recuerde que todavía existen.
Si yo fuera una oveja, no entraría en la vida de nadie a figurar una reanimación asistida; paciente y generosa, impune y pálida. Eso estaría bien. Tengo tantas ganas de enseñarle el rayón en la bota que me ha salido de andar por estas piedras…
¿Para que levantarse en verdad?
Porque,al final, aunque nada importe y aunque queramos fingir que nada importa, hay cosas que nos importan mucho.
Bello sueño Samuel, no es lugar aquí para contar mis sueños raros con lagartijas amarillas, pero ese pastor cuenta muchas cosas (me ha dado por investigar mis sueños, curioso lo que descubres).
Voy a intentar hacer algo diferente, y eso es decirte una pequeña cosa aquí y escribir sobre ella en mi espacio más tarde.
Porque no soñé con un pastor y una oveja esta semana.
Pero dos cosas:
Pensé mucho en mi madre y en particular una foto que colgó en su pared, que significó mucho para ella. De un pastor, su hijo pequeño, su perro pastor en una bicicleta en una carretera rural en Irlanda. Ella y su madre los conocieron viajando en 1965, mientras pastoreaban las ovejas al otro lado de la carretera. Viajaron al Irlanda justo después de que su padre muriera en un accidente automovilístico (mi madre tenía dieciséis años y se fue de viaje con su madre en lugar de él).
No sé si debería ser un ensayo o un poema, pero podría ser ambos.
La segunda es que al procesar algún trauma religioso esta semana, estaba pensando: bueno, ¿qué de la Biblia NO quiero dejar ir?
Y lo que me vino a la mente es que una de esas cosas es el Salmo 23. Sobre el pastor cuidando a sus ovejas. Y estoy pensando si tengo algo que decir al respecto como un POEMA. Por determinar...