🍃Te regalo un aprendizaje del ejército
Que te va a dar una pista de cómo aguantar eso que tanto te jode hoy. Aguantar. Para solucionarlo, tendrás que buscarte la vida tú. Esto sólo sirve para que ganes tiempo (6 mins)
Siempre que voy a una entrevista de trabajo, siempre que me presento por primera vez ante cierto jefe-de-mi-jefe o, simplemente, cuando alguien por casualidad ve mi currículum, me dicen algo como:
—Esto es casi una curiosidad personal, pero ¿cómo es que estuviste en el ejército?
Estuve tres años en la Primera Bandera de infantería ligera de la Brigada Paracaidista del Ejército de Tierra español.
Si no estás familiarizado con el ejército, eso te puede sonar a chino y, por extensión, a que era Rambo nacionalizado. Disclaimer: era un soldado más, del montón. Tenía compañeros mucho mejores que yo y hay unidades que tienen los huevos mucho más negros que la mía.
No vengo a fardar y hacerte creer que era el mejor soldado de la patria, porque no es así.
¡PERO!
Durante el tiempo que estuve por allí es verdad que aprendí cosas que han hecho algunos momentos de mi vida más tolerables.
Desde subir una montaña cargado hasta escribir una newsletter diaria.
Por lo general, la gente que sabe que fui militar se piensa que soy alguien jodidamente disciplinado, pero hay veces que no se trata de ser disciplinado, sino de dónde tienes el umbral del sufrimiento.
Si alguien te ha reenviado esto, tu alguien me quiere mucho. Quiéreme tú también suscribiéndote:
Últimamente he estado pensando en esto de escribir por aquí a diario, porque algunas personas que aprecio me han vuelto a preguntar cómo es posible que lo siga haciendo.
Está guay hacer cosas que despiertan asombro, pero lo suyo es entender por qué asombran, y qué piezas diferentes tenemos en nuestros puzles vitales. Para saber aprovecharlas.
La cuestión es que me di cuenta de que lo menos difícil de una newsletter diaria es escribirla a diario, lo jodido de verdad es conseguir mandar a la esquina de pensar a tu mente cuando te dice:
¿Para qué haces esto? ¿Hasta cuándo lo vas a hacer? ¿Qué sentido tiene? No necesitas hacerlo. ¿Qué quieres demostrar? No lo vas a poder hacer para siempre.
Por eso creo que hay veces que la disciplina deja de ser suficiente, porque, aunque te despiertes como un clavo para escribir, si se te revira el pulpo de la mente, te fuiste al carajo.
La vez que más cerca he estado de dejar Miradero
Fue la primera semana.
Y estoy bastante seguro de que, de no haber sido por esta regla que ahora te cuento, lo habría dejado mínimo unos días para no volverme loco.
Estaba en Canarias, en aquella época todavía escribía el correo de hoy para mañana, ahora los escribo justo antes de publicar. Me acuerdo porque escribí el correo del día siguiente, lo programé y, en vez de sentir alivio, sentí que el tren seguía.
O sea, que mi mente no desconectaba, seguía en modo supervivencia creativa: pensaba ideas sin parar como si tuviera que escribir otro correo ya mismo, de seguido, y hasta cuando pensaba en lo que fuera, terminaba estructurándolo con formato correo, como si estuviera traduciendo lo que pensara a lenguaje newsletter.
Me tocaba ir al gimnasio, así que me cambié y, cuando salí a la calle, flipé, porque esa matraca se volvió demencial. En vez de ir a menos con el paseo, con estar afuera, ver cosas y tal, me disparó la atención a un nivel obsesivo y, otra vez, a estructurarlo en contenido de correo.
Te digo, literalmente mi mente empezaba a redactar cómo sería el primer párrafo si contara que ese viejito se está remando en un columpio. Era como si se me escapara la mente a hacer eso, como si tuviera autonomía propia y decidiera que iba a escribir un correo, conmigo o sin mí.
No he hablado de esto con nadie que tenga una news diaria, pero estoy seguro de que a ellos también les tuvo que pasar en algún momento. La cosa es que llegó la pregunta:
¿Voy a estar así ya para siempre?
La infantería ligera se caracteriza por llegar a los sitios a pie. O sea, si hay otras armas que, dentro de su rol táctico, tienen vehículos para hacer su misión, la infantería ligera tiene, en la mayoría de los casos, sus piernas.
Cuando llevas caminando horas, te pesa el equipo, estás cansado, no puedes ni levantar la cabeza, piensas lo mismo: que ese sufrimiento es para siempre, que esta es tu nueva normalidad, que este camino no se acabará nunca y que, probablemente, morirás así.
Puede sonar estúpido, pero cuando estás ahí, de verdad piensas que no vas a poder aguantar hasta el final del camino, que te dará un telele o lo que sea. Además, sabes que hay gente a la que le ha pasado.
Pero ahí está el truco: cambiar el «para siempre» por lo inmediato.
Tanto subiendo esa montaña, cargado como un sherpa y con ganas de lanzar el fusil al coño de su madre, como caminando por la calle con la mente funcionando a mil revoluciones para sacar un correo de mierda que no existe, sólo tengo que hacer espacio para una pregunta:
¿Puedo aguantar esto tres segundos más?
Si cuentas hasta tres y no has muerto, renueva la pregunta a: ¿puedo aguantar esto tres minutos más?
Si cuentas hasta tres y no has muerto, renueva a: ¿puedo aguantar esto treinta minutos más?
Así, vas escalando a tres horas, tres días, tres semanas, tres meses, tres años… Se trata de dividir la tarta del sufrimiento en porciones que puedas asumir.
Lo más probable es que el sufrimiento se acabe en algún punto de la cuenta o que te olvides de él, pero, si no es así, mientras tanto te da tiempo para manejarlo y para buscar una solución, en vez de entrar en pánico y perder los papeles.
El truco es que no puedes saltarte ningún estadio. No puedes decir:
¿Puedo aguantar tres segundos? Uno, dos, tres… Sí, ¿¡PERO AGUANTARÉ TRES AÑOS!? ☠️⛈️
Porque esa es la trampa del sufrimiento.
Una amiga neurocientífica lee esto, si me corrige, te lo diré en otro correo, pero tengo la sospecha de que la gravedad de sufrir no es tanto el input de sufrimiento como la proyección que tú racionalizas hacia el futuro: creo que sufrimos más por imaginarnos extendiendo este sufrimiento con nosotros hacia el futuro que por el sufrimiento actual en sí.
Cuando sufrimos creo que nos condicionamos para creer que ya está, ese estado va a ser nuestra nueva normalidad hasta que nos muramos. Y, claro, paniqueas como un cabrón y abandonas.
La cuestión es que hay cambios que necesitan tiempo para acomodársenos dentro y, ese acomodarse, lo percibimos como un sufrimiento intensísimo, porque nos está reestructurando por dentro. Aunque es probable que sea para mejor, los cambios muchas veces llegan con dolor, como ir al gimnasio.
El sufrimiento muchas veces es sólo un andamiaje de lo que está por venir. Si corremos, si tiramos el andamio al suelo por miedo, el cambio nunca se va a dar.
Por eso seguir un planning disciplinadamente no es suficiente, tienes que saber sufrir.
La necesidad de tener que estar cómodo y saciado de placer cada segundo de nuestra vida nos hace un ser pastoso, sin huesos, que no se sostiene de pie, que va por la vida escurriéndose para allanarse en el suelo, y que nunca va a conseguir nada de valor.
Como dijo Viktor Frankl, que de sufrir sabe más que yo sin haber necesitado ser paraca: la última libertad humana, esa que nadie te puede quitar, es la capacidad de decidir cómo te quieres comportar ante tu sufrimiento.
Así que pártelo en trocitos y cómetelo, que, si no, no te vas a hacer grande.
¡Besitos volados!
Qué ejemplo tan maravilloso de "la letra con sangre entra". Para ti el ejército, para otros la vida. Esa capacidad de no proyectar tremendismo al futuro es un nivel superior y necesario😘.
Todo sufrimiento termina siendo aprendizaje.
Cada vez me sorprenden más los derroteros que toma mi vida gracias a los cambios que el sufrimiento me obliga a hacer.
Mi último batacazo social terminó en el increíble mundo de la alta sensibilidad y las altas capacidades, y me dio mucha paz.
El burnout que me obligó a dejar mi trabajo me ha dado gasolina para formarme y lanzarme a emprender (ojalá con éxito).
Mis diagnósticos de autoinmunidades me han empujado a aprender sobre longevidad, microbiota, nutrición, ecología y hasta cocina, y voy camino de estar más sana que nunca.
Además de que disfruto como una enana aprendiendo cuando algo me motiva (y el sufrimiento va de la mano de la motivación), tengo la certeza de que mi vida es mejor porque he sufrido.
Así que, la próxima vez que me enfrente al sufrimiento, sean tres minutos o tres años, antes de desesperar, intentaré preguntarle qué va a enseñarme esta vez. Estoy preparada para aprender.
Eso sí maldito sufrimienro hijo de fruta a mí hija ni tocarla 🔪💥