🍃Una versión de nada
Hoy te cuento algunas cosas de mi vida y una reflexión baratilla en siete minutos. Y si lo lees entero en vez de scrollear en Instagram, te vas a sentir bien contigo mismo. Palabrita del niño Jesús.
Yo no soy maestro.
Ya he comentado por aquí que trabajo como profesor de español para extranjeros y que, en un mes, me voy a dar clases a la Universidad de Birzeit, en Palestina.
Pero en verdad yo no soy maestro, maestro.
Cuando hice la carrera, la antigua Filología Hispánica, que hoy —y ya cuando yo la hice— tiende a llamarse otras cosas, evité conscientemente todas las asignaturas de docencia. Tenía muy claro que hacía esa carrera por la literatura y por la lingüística, no para formarme como docente.
Casualidades de la vida, elegí sin querer queriendo «Lingüística aplicada a la enseñanza del español como lengua extranjera» (o algo así), por la parte de la lingüística aplicada, y esa optativa supuso todo mi conocimiento pedagógico hasta que empecé a hacer formación específica, ya después de graduarme.
Así que muchas veces pienso más en qué me gustaría hacer a mí si fuera mi alumno que en metodologías de aprendizaje concretas y, como a mí me gusta escribir y opinar de cosas, en cuanto le veo a un alumno una pequeña inclinación hacia eso, me lo llevo a mi parque de juegos.
El último destino en el que he estado como profesor ha sido Melbourne, Australia. Aunque decir el último y el primero, en este caso, sea lo mismo, porque empecé a dar clases por primera vez allí; en diferentes academias, pero allí.
Hace unos meses que me volví de Australia para preparar lo de Palestina, pasar tiempo con la gente que quiero y demás cosas bonitas, pero sigo dándole clases en línea a algunos alumnos a los que les tengo cariño.
Siempre he dado clases a adultos, normalmente mayores que yo, esta alumna tendrá unos seis años menos, pero lo que importa para este cuento es que le encanta la saga (libros y películas) de Los juegos del hambre, esa de una adolescente que mata a otros adolescentes para entretener a la patronal, la que tiene un sinsajo y se parece un montón a Jennifer Lawrence.
Personalmente, meh.
Me parece entretenida, pero no haría proselitismo de ella.
La cosa es que la intuición de no-maestro me dijo que ahí había un filón para explotar en clase. Hablamos durante más de media hora de ella y, al día siguiente, le mandé las peores críticas que encontré en español sobre la primera película para que las contraargumentara como deberes.
Olí el vómito de bilis a dieciocho mil kilómetros de distancia.
Me escribió dos páginas enteras cagándose en los dos periodistas españoles. La tarea fue un éxito. Para los dos, porque escribió algo interesante que me dio un tema para este correo:
(Ese muestrar se me ha colado, soy una vergüenza para Nebrija)
La cuestión es que, aunque este fragmento, como el resto de la argumentación, cumple perfectamente con el objetivo de la tarea, a poco que alguien conozca la novela The long walk (1979) de Stephen King o Battle royale (1999) de Koushun Takami sabe que Los juegos del hambre (2008) no fue la primera en utilizar niños y adolescentes o un gran hermano macabro.
Y esto no le quita ni un uno por ciento de mérito a Los juegos del hambre.
La literatura se nutre de las historias pasadas y de los conflictos en la naturaleza humana que otros ya han explotado en sus obras. Si esto no fuera lícito, sólo podríamos leer la Epopeya de Gilgamesh, a Homero y a un par más.
Contar las mismas historias de otra manera es lo que mantiene viva y actualizada la literatura.
Hay historias que si se contaran hoy como en el siglo XVI no se entenderían, porque el conflicto humano sigue siendo el mismo, pero el propio humano y nuestra sociedad no. Por eso son importantes las versiones, para contar algo ya contado y que siga teniendo efecto, que siga sorprendiendo al lector.
Lo que no quita que sea valioso saber qué es original, qué es innovación y qué es una versión. Para que, cuando valoremos algo, lo valoremos en su justa categoría.
Ferrán Adrià probaba el menú de elBulli —el que fue uno de los mejores restaurantes del mundo hasta que se retiró— una vez cada dos semanas. Teniendo en cuenta que el menú tenía como treinta platos y se tardaba unas dos horas en terminarlo, es como para admirarse.
Hay un vídeo en el que se le ve probándolo entero. En un momento le ponen una masa gelatinosa, parda y esférica, delante y, cuando la termina, mira a cámara:
—Esto es una versión del huevo milenario.
Y, cuando parece que eso es todo lo que tiene por decir, de pronto sigue:
—Claro, si no sabes qué es el huevo milenario, no es versión de nada. Si uno quiere hacer una adaptación o una deconstrucción de la paella, como no se conozca la paella, será tan rara la paella original como la paella adaptada o en deconstrucción.
Así que creo que en esa vamos, que vale que estemos un poco condenados a que nos vendan innovación por versión, porque es imposible haberlo leído todo y haberlo visto todo, pero tampoco es cosa de regalarse.
No sé.
¡Besitos volados!
P. D.: Quedan tres días (hasta el 4 de agosto) para que puedas participar en la siguiente serie que va a empezar en Miradero.
Si se te pasa, te quedas sin dejar tu huella en el protagonista.
Ños tiene buen nivel de español tu alumna, no sé porque pero me lo imaginaba más en plan: yo ser casa jajajaja