Anteriormente en «Antes de rendir el alma»…
(Introducción a la historia para nuevos lectores)
El anterior movimiento de Nora aquí:
Si no sabes de qué va esto, tienes una introducción en el link de arriba. También puedes buscar en el índice de la historia y leer desde donde te quedaste.
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- Tercer Acto -
VI
«No dirás falso testimonio»
Ese loco es tu loco, el tío Juan, con quien solías jugar al ajedrez por las mañanas antes de que desapareciera, y tuvieras que contentarte con Ginés.
Es cierto lo que dice Kiko: Tío Juan es un buen hombre, siempre recogiendo estropicios de botellones o tranquilo tirado en una esquina dándole vueltas a un libro.
—¿Y eso? —dice— ¿Por qué los buscas? ¿Ya te han hecho alguna trastada en el Mercadona o qué? —Eso último le levanta la sonrisa de nuevo—. Tengo tiempo sin ver a ninguno de los dos, la verdad.
Te quedas mirándolo, quizá demasiado.
Kiko levanta un poco las cejas, como preocupado por si ha dicho algo que te haya hecho callar así, pero la verdad es que no sabes qué hacer.
—Es que… —Recorres con la vista las frutas, por ganar tiempo.
Da igual cuántas vueltas le des. Decirle que hay unos agentes secretos de un misterioso «Gremio» espiándolo va a sonar, como poco, a chiste o chaladura total.
En el mejor de los casos, te cree. Y, entonces, ¿qué? ¿Salís juntos de la frutería y vais directos al andamio aquel? Os verían, se darían cuenta… Quizá incluso ya lo hayan escuchado todo.
Esa idea te termina de sellar los labios en un puño.
✔️
No le cuentas lo de los agentes, mejor llamas a Ólvier
(47% de votos)
Se te da terriblemente mal engañar y mentir, así que dices una verdad por otra:
—Es que Tío Juan lleva desaparecido semanas, o meses ya… Estoy preocupada. Solía jugar con él al ajedrez todas las mañanas.
Kiko levanta los brazos en un oleaje de alivio:
—¡Chabí! No te preocupes tú por ese, que lleva, yo qué sé, como veinte años en la calle cuidándose solito —Se le arruga el moreno en una sonrisa para acercársete, cómplice—. Las cosas de la calle son así. Lo mismo se ha peleado con alguien y tiene que desaparecerse un tiempo, pero nada más. Hasta uno me sé que se lo llevaron para hacer una película. ¡Imagínate! Lo mismo el Juan se está por ganar un Goya y tú aquí, angustiá perdía. Esta gente se las sabe todas; si al final viven mejor que tú y que yo, no te hagas cabeza con eso.
Termina con dos palmaditas blandas en el brazo y consigue contagiarte un alivio que no estabas buscando, pero que necesitabas. Ahora te das cuenta de que ese seguir llevando contigo la cajita de figuras de ajedrez todas las mañanas, más que otra de tus rutinas, era un deseo de que volviera a aparecer.
Te despides con la promesa de regresar a por los melones y, tan pronto pones un pie fuera de la tienda, buscas a Óliver en el móvil.
Llamas.
Paseas la vista por la calle del mercado, sin ver, como siguiendo las ondas del tono del teléfono.
—¿Qué ha pasado? —responde Óliver, alterado.
—¿Eh? —bajas la cabeza hacia tus pasos.
—No sé, me llamas así, a la antigua. Ya pensaba que te había pasado algo, ¿qué tal?
—Pues… Si me ha pasado algo raro.
Miras hacia el andamio del edificio aquel del patio y buscas el primer balcón, como para confirmar lo que viste, una última vez, antes de convertirlo en palabras, pero el juego de sombras no te deja ver el interior del piso.
—Hoy, en el trabajo…
Al devolver la vista adelante, te ves al gerente del Mercadona, cruzado de brazos, esperando que seas tú quien se sepa descubierta.
—Te llamo luego —dices.
—Pero ¿qué…?
Guardas el móvil y sigues tu camino, inevitable ya, al encuentro del gerente. Un tipo algo más alto que tú, lo justamente poco para que, cada vez que estás cerca, cuide su postura para no perder esa ventaja.
Ahora está en su máxima extensión de arañar altura.
Te espera como la grúa de un muelle a un atraque. Una grúa con una talla menos de camisa de la que debería. El pelo siempre recién cortado, con degradado de revista y las cejas depiladas. Sabes que, en secreto, es uno de esos discípulos de Llados, el influencer/coach/gurú-de-masculinidad-sectaria que dice mucho fucking y hace burpees.
El barco llega al muelle, y te detienes.
—¿Dónde estabas metida? —No descruza los brazos, antes los aprieta más—. Vas casi media hora pasada de descanso.
💬
Diálogo abierto
📜Diario: Tengo mucha mucha hambre. A ver cómo me escapo de esta.
🎒Inventario de Nora: Nada.
🗣️Charla de entretiempo (pendiente): Nada de qué charlar.
Oooootra vez te toca hablar a ti, en vez de votar.
Te recuerdo cómo funciona:
La mecánica de «Diálogo abierto 💬» implica que, en vez de darte yo opciones de diálogo y tú elegir una, puedes crear tu propia opción en comentarios y el resto de jugadores va a votar la que más le guste.
La opción más votada será la respuesta de Nora.
Las reglas importantes son:
Sólo puedes hablar por Nora, no la intervención de otro personaje.
Sólo puedes hablar, no actuar (esa es otra mecánica distinta).
✔️: ―Hola, me llamo Juan.
❌: ―Hola, me llamo Juan ―Juan se prepara un café, sube al coche y se va.
Piensa que eres Nora, no tú. Trata de decir algo que ella diría.
Puedes votar tantos comentarios como quieras, excepto el tuyo propio.
Si quieres leer tooodas las reglas sobre cómo funciona esta mecánica, están aquí. Pero con esas en mente, ya vale.
Tienes hasta el martes 16 de julio (06:02 AM, GMT) para proponer y votar comentarios.
¡Besitos volados!
Este movimiento continúa el:
Miércoles 16 de julio
· Esta es una historia dentro del universo de «Caminos de vuelta» ·
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Cosas de mujeres, ya sabes.
Se me olvidó regar las plantas y para mí era importante. Si quieres me quedo media hora más para compensar