🍃Autor, obra, matar y violar
«Es el escritor el que escribe la obra y es la obra la que quiere que sean los escritores la obra». Eso es una cita, modificada para los jajas, del expresidente Rajoy. Y nos sirve de resumen (7 mins)
Hace algún tiempo conté por aquí lo que opino de la diferencia entre ficción y no ficción. Que es, en parte, opinión mía y, en parte, fundamento de la Estética de la recepción.
Pero que unos señores teóricos de la literatura respalden lo que pienso no significa que no pueda ser discutido. Estos mismos nacen, precisamente, por discutir con el Estructuralismo y con el Formalismo ruso.
Así que todo lo que voy a decir hoy está sujeto a discusión. Y espero de ti que lo discutas.
La cuestión es que creer que (casi) todo lo que se escribe es ficción, al estar filtrado por la percepción sesgada de la realidad del autor, la estructura de la ficcionalidad y el discurso narrativo, me lleva a tener otro tipo de opiniones.
En La no-ficción no existe —que te pondré al final, en plan cita bibliográfica, para que no te despistes ahora— ya adelanté lo de hoy, al hablar de las diferencias entre autor, escritor, narrador que propone Roland Barthes, y dije:
«Confundir esas tres identidades creativas lleva a problemas como etiquetar todo como no ficción o cancelar la obra de un escritor por tal o cual cosa que hizo su humano.
Aunque esto da para otro correo».
Y he aquí el otro correo ✨
Si alguien te ha reenviado esto, tu alguien me quiere mucho. Quiéreme tú también suscribiéndote, antes de que cometa un crimen imperdonable:
Para refrescar conceptos, vamos a ver, muy rapidito, esas tres identidades creativas:
Autor: ser humano que existe y vive en la realidad.
Escritor: identidad abstracta del autor que vive sólo durante el proceso de ficcionalidad y es quien opera sobre el plano creador de una obra transformando la experiencia del autor en palabras.
Narrador: personaje de la obra que tiene la particularidad de contar la historia.
Vamos a empezar por lo fácil.
El narrador no es el autor
—Hay un género en literatura que se llama la novela. Y la novela se caracteriza porque tiene unos personajes y, esto del final, no lo dice el autor, Fernando Fernán Gómez, sino que lo dice el personaje de la novela.
—Pero usted nunca metería una opinión que no fuera suya en…
—¡Siempre! Yo siempre metería una opinión que no fuera mía, porque si no me habrían fusilado en el año cuarenta ya.
La voz del narrador no es (o no tiene por qué ser) un flujo de consciencia del autor. Lo que dice el narrador no es necesariamente una transcripción de lo que opina el autor, del mismo modo que cualquier otro personaje de la narración no es un reflejo inequívoco del autor.
Esta idea yo creo que a estas alturas está clara, excepto para los señores teóricos del Biografismo, ya desfasado, que trataban de crear, precisamente, esas relaciones autor–personajes en sus análisis.
Que no digo que no puedan existir esas relaciones, pero cimentar todo tu análisis de un texto en eso suele ser un acercamiento pobre e ingenuo.
Despachado esto; ahora, lo jodido:
El escritor no es el autor
Arriba he dicho, de pasada, como de carrerilla, dos conceptos clave: ficcionalidad y plano creador.
Vamos a pensar que, como yo, estás de acuerdo en que todos nosotros, que existimos en la realidad, sólo podemos acceder a ella a través del filtro de nuestra ficción; es decir, sesgada por experiencias previas en el mundo, ideas preconcebidas, inferencias, cultura, etc.
Aunque todos estamos en la misma realidad, la vemos diferente, porque tenemos unas gafas experienciales con distinta graduación.
Vale, en este contexto, la creación literaria es como una fábrica en las nubes y, a esa fábrica, la vamos a llamar «Plano creador». Es donde sucede el acto literario, donde pones en orden las ideas, diseñas una estructura y lo terminas por articular todo en palabras y párrafos.
La ficcionalidad, entonces, es ese proceso de selección de la realidad. Como no puedes contar la existencia entera en una novela, seleccionas en el plano creador qué sí y qué no contar de tu propia experiencia en el mundo como autor.
Pero recordemos que la fábrica está en las nubes, y tú, autor, eres un humano corriente. Ese astral que tienes que hacer para llegar a la fábrica volante, esa proyección de ti, es el escritor. El escritor no existe fuera de la fábrica, es un espíritu, una versión limitada de lo que tú eres como ser existente.
Tú, humano, no operas sobre la obra, opera una fracción abstracta muy concreta y especializada en una única tarea: crear.
El resto de ti, físico y tangible, sigue quedando en el mundo: no tiene acceso a la fábrica, no tiene acceso al plano creador.
La obra es inocente de los pecados del autor
«El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él».
No me voy a detener en decir que condeno el abuso, las violaciones, la explotación y el asesinato. No me parece necesario, igual que no me parece necesario dejar terminantemente claro que me encanta poder respirar.
Cuando un asesino es carpintero, no se le pretende prender fuego a las sillas que hizo, a sus obras; cuando es un escritor, sí.
No te quiero tratar como un imbécil, sé que hay una diferencia muy clara, comunicativa, entre el mensaje que puede transmitir una silla y una novela, pero, mientras la novela no sea una apología del asesinato, es casi tan silla como la silla.
¿Por qué?
Porque el humano que asesinó, violó, esclavizó NO es el escritor de esa obra, el escritor de esa obra es algo dislocado de su existencia cuya única función es producir la obra; hecho esto, desaparece.
Si Hitler hubiera sido un amante de la jardinería, habría poco sentido en arrancar de raíz todos los rosales que plantó. Además, precisamente, quizás estarías destruyendo la única parte pura que produjo ese ser, el fruto del único momento de su existencia en el que no hizo el mal, sino que se dedicó al cuidado desinteresado de algo, en este caso, una rosa.
En el caso del autor infame, una obra.
Querer castigar la obra de un escritor por lo que hizo su autor es castigar a los hijos por los pecados del padre. Es sacarlos de la cama a rastras, por la pierna desnuda, para llevarlo al mismo cadalso que el asesino.
Lo mismo a la inversa: hay autores carismáticos, altruistas, que genuinamente hacen bien a la humanidad, pero al escribir producen una obra de mierda. Toda esa positividad no se consigue transmitir a la obra y, tratar de forzar una recepción positiva por el humano que hay detrás, es injusto y condescendiente.
Pero todo esto tiene un problema
«Apoyar a artistas vivos que han cometido este tipo de crímenes es darles carta blanca para seguir perpetuando su conducta. Es concederles la impunidad, al menos la tuya, porque con el dinero que continúen amasando podrán mantener su estatus y seguirán teniendo los recursos y el apoyo necesarios para comprar el silencio de las víctimas».
Esto es el fragmento de un correo de
, donde defiende la posición totalmente contraria a lo que estoy diciendo hoy. Te recomiendo que lo leas si quieres tener las dos perspectivas del asunto (enlace al final).El problema que comenta ella es real: si tú sigues comprando la obra, ese dinero no va al escritor abstracto en las nubes, va directamente al autor, al humano que ha hecho ese mal a la sociedad y al mundo.
Esta paradoja, para mí, desaparece si el autor está muerto, por ejemplo, porque ya no estarías sustentando la existencia del autor infame. Pero, aun estando vivo, el pecado sigue sin ser de la obra. Leer esa novela en una biblioteca no te hace peor persona ni te alinea con la conducta moral del autor y, repudiar la obra por su autor, es injusto para con el producto artírtico.
Busca una manera de cortar su flujo del dinero, no una manera de destruir su arte. Y, si su persona te produce una repulsión tal que no puedes ni abrir el libro, eso sigue sin ser culpa de la obra.
En la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid hay una estatua de Camilo José Cela. Todos los años se limpia y todos los años aparece pintada.
Porque Cela fue censor, censuraba textos durante la dictadura. Creo que hay una historia interesante detrás de ese titular y hasta una justificación, pero el caso es: qué sentido tiene que algunos alumnos sigan frunciendo el ceño (o se nieguen) al leer La colmena.
Ninguno. De nuevo, se pisa la única rosa que nació en el jardín del espanto.
Y más cuando precisamente esa novela se tuvo que publicar en Buenos Aires porque el propio franquismo la censuró.
En fin,
El mal ha de ser castigado; ha de ser castigado en su justa medida y restringido al autor de los hechos. Proporcionalidad. Responsabilidad penal individual. Estos conceptos ya existen desde hace mucho en la jurisprudencia, sólo hay que trasladarlos a la teoría literaria.
Mis opiniones sobre este tema están en constante revisión, puede ser que en algún momento cambien o puede que no, lo que es seguro es que es lo que creo hoy.
Coméntame, si te apetece, si estás de acuerdo con lo que digo o si por el contrario estás equivocado (bromita 🐵).
¡Besitos volados!
P. D.: Sé que el título de hoy me va a pegar una follada fina en Google, pero creo que esa tendencia del escribir v10lar o m*tar es negativa para la inteligencia. Usar palabras de cualquier lengua no debería de dar miedo. Ni leerlas.
Te dejo aquí el enlace a los textos que cité arriba:
⮤ «En La no-ficción no existe —que te pondré al final, en plan cita bibliográfica, para que no te despistes ahora— ya adelanté lo de hoy, al hablar de las diferencias entre autor, escritor, narrador que propone Roland Barthes»
⮤ «Apoyar a artistas vivos que han cometido este tipo de crímenes es darles carta blanca para seguir perpetuando su conducta. Es concederles la impunidad, al menos la tuya, porque con el dinero que continúen amasando podrán mantener su estatus y seguirán teniendo los recursos y el apoyo necesarios para comprar el silencio de las víctimas»
Muy buena reflexión, además me encanta que hayas citado a Rea, que es tan bonica y tiene ideas y reflexiones que vale la pena conocer.
A ver, creo que la clave de todo, al menos para mí, es lo que dices en la última parte del texto, al estar el autor vivo si se apoya económicamente su obra, se está dando el dinerito a ese señor del mal y eso no mola. Saltarte la cadena económica y acercarse a su obra de manera que no se le dé ni un penique al susodicho autor maligno, me parece muy bien. No obstante, a mí se me quitan un poco las ganas de profundizar en la obra de según qué personas y lo dice una fan incondicional de Gaiman (por ejemplo) me han flipado todos los libros, novelas gráficas y cuentos que he leído de él, los leí en su momento, los disfruté y guardo un bonito recuerdo de cada uno de ellos. Dioses, si hasta basé mi imagen de adolescente en el personaje de Muerte de Sandman, con eso te lo digo todo.
Ahora mismo, mis ganas de leerle son nulas. Hoy por hoy no me apetece una mierda. No sé qué pasará en un mes, un año o diez, ahora mismo hay otros autores y autoras (presumiblemente más íntegros) a los que no he leído y encontraría mucho más apetecible una aproximación a cualquiera de ellos, que volver sobre la obra de un hombre que ya no me gusta y con el que ya no me alinean partes importantes de mi moralidad.
Así que en conclusión esa es mi opinión. No creo imposible separar autor de obra, cuando el autor la ha diñado. Pero cuando está vivo... me molesta mucho más y más habiendo tantos libros maravillosos en el mundo, se pude perfectamente prescindir de leer libros de alimañas y leer los de autores en las nubes de los autores, que molan cuando bajan de la nube y siguen siendo gente maja cuando no están escribiendo.
¿Se puede estar de acuerdo con ambas posturas..? 🤔 Lo tengo que pensar más, pero creo que racionalmente me inclino más hacia tu postura. Aunque empatizo a saco con la de Rea...
Gracias por poner sobre la mesa este tema, por argumentar tan bien tu opinión, y por facilitarnos una muestra de la opinión contraria. 🙏🙏