🍂Están todos, menos tú
Llevo unos días dando la paliza con que esta semana iba a ser entera de ficción y, mira tú por dónde...
Estaba en mi despacho cuando aparecieron por ahí dos alumnas.
Ni siquiera recuerdo a qué venían, creo que a preguntarme si tenía recursos para estudiar por su cuenta entre clases, tipo podcast y tal. La cuestión es que terminamos hablando de Jerusalén y me sorprendió que una estuviera tan afectada por llevar seis años sin poder ir.
Luego hice cálculos: Claro, pensé, soy el único aquí para el que Jerusalén es sólo una ciudad.
―Pero una vez has visto Jerusalén, a dondequiera que mires…
Me dijo y terminó para mirarme con reconocimiento, mientras suspendía la frase, como si no necesitara terminarla porque yo ya sabría el resto.
Por supuesto, no lo sabía.
―¿No has leído En Jerusalén de Tamim al-Barghouti?
Sé que dije que iba a terminar Tierra en las uñas hoy, pero es tan infrecuente que un estudiante te hable con ganas de poesía que, cuando pasa, uno no puede simplemente mirar hacia otro lado.
Me miró deslumbrada por una idea:
―¡Deberías traducirlo al español!
Y, como estoy bastante seguro de que muchos miranderos nunca han leído a un poeta palestino, aquí está el poema.
En Jerusalén
Pasamos por la casa del Amado,
pero las leyes y el muro enemigo nos alejaron.
Me dije entre mí: «Quizá, eso sea una bendición».
¿Qué verás en Jerusalén cuando la visites?
Verás todo lo que no puedas soportar
cuando sus casas se hagan visibles por todos lados.
Al encontrarse con su Amado, no todas las almas se regocijan.
Ni toda ausencia daña.
Si se deleitan al encontrarse antes de la partida,
no puede permanecer encendida tal alegría .
Pues una vez tus ojos han visto Jerusalén,
solo la verás a ella, dondequiera que mires.
En Jerusalén, un verdulero de Georgia,
molesto con su esposa,
piensa entre irse de vacaciones o pintar su casa.
En Jerusalén, un hombre maduro del alto Manhattan
sostiene una Torá y enseña a chicos polacos sus mandamientos.
En Jerusalén, un policía etíope
bloquea una calle en el mercado,
una ametralladora cuelga del hombro de un colono adolescente,
una persona con kipá
se inclina en el Muro de los Lamentos,
turistas europeos rubios, que no ven Jerusalén en absoluto,
pero pasan la mayor parte del tiempo tomándose fotos entre ellos
al lado de una mujer palestina que vende rábanos en las plazas todo el día.
En Jerusalén, hay paredes de albahaca.
En Jerusalén, hay barricadas de hormigón.
En Jerusalén, los soldados marcharon con pesadas botas sobre las nubes.
En Jerusalén, nos vimos obligados a orar sobre el asfalto-
En Jerusalén, están todos menos tú.
Y la Historia se me voltea y sonrie:
«¿Realmente pensaste que los pasarías por alto
y verías a otros?
Aquí están frente a ti;
Ellos son el texto mientras tú eres la nota al pie y al margen-
Oh, hijo, ¿pensaste que tu visita quitaría, de la cara de la ciudad,
el grueso velo de su presente, para que pudieras ver lo que deseas?
En Jerusalén, están todos menos tú.
Jerusalén es el ciervo errante,
pues el destino le sentenció a la partida,
y sigues persiguiéndola desde que se despidió.
Oh, hijo, cálmate un poco, veo que comenzaste a desfallecer».
En Jerusalén, están todos menos tú.
Oh, historiador, espera,
la ciudad tiene dos líneas de tiempo:
Una extranjera, serena, con pasos parejos como si caminara dormida;
la otra lleva máscara y camina en secreto, con cautela.
Y Jerusalén se conoce a sí misma,
pregunta a la gente de allí, todos te guiarán.
Todo en la ciudad
tiene una lengua que, cuando preguntes, responderá.
En Jerusalén, la creciente1 es más curva, como un embrión,
doblándose hacia otras crecientes sobre las cúpulas
y, a lo largo de los años, su relación se desarrolló para ser como la de un padre a un hijo.
En Jerusalén, las piedras de los edificios están citadas en la Biblia y el Corán.
En Jerusalén, la belleza es octagonal y azul.
Encima de ella, yace una cúpula dorada2
que parece, creo, un espejo convexo
que reflecta el rostro de los cielos,
que juega con él, acercándolo,
distribuyendo el cielo, como ayuda de necesitados en un asedio,
si la gente apela a Dios después del sermón del viernes.
En Jerusalén, el cielo es compartido por todos;
lo protegemos y nos protege.
Y lo llevamos a hombros
si el tiempo oprime sus lunas.
En Jerusalén, las columnas de mármol son oscuras
como si fueran sus venas de humo.
Las ventanas, altas en mezquitas e iglesias,
tomaron al amanecer de la mano, mostrándole cómo pintar con colores.
Él dice: «así»,
pero las ventanas responden: «no, así»,
y, tras largo debate, llegan a un acuerdo:
que el amanecer sea libre cuando esté fuera del umbral,
pero, si quiere entrar por las Ventanas de Dios,
tiene que acatar Sus reglas.
En Jerusalén hay una escuela construida por un mameluco que vino de más allá del río,
fue vendido en un mercado de esclavos de Isfahán
a un mercader de Bagdad, que viajó a Alepo,
y le dio el mameluco al príncipe de Alepo.
Temiendo el azul en el ojo izquierdo del mameluco,
el príncipe se lo dio a una caravana que se dirigía a Egipto
donde, pronto, se convirtió en el vencedor de mogoles y del Sultán Soberano.
En Jerusalén, el aroma de Babilonia e India
está en un herbolario de Khan El Zeit3
Te juro, es un aroma con un lenguaje que entenderás si escuchas;
Me dice
cuando lanzan botes de gas lacrimógeno:
«No te preocupes».
Y cuando el gas se desvanece, y ese aroma vuelve a llenar el aire, dice:
«¿Ves?».
En Jerusalén, las contradicciones se llevan bien, y los prodigios no pueden ser negados,
la gente los revisa como piezas de tela vieja y nueva
y son tangibles los milagros allí.
En Jerusalén, si estrechas la mano de un anciano o tocas un edificio,
encontrarás, grabado en tu palma, amigo mío, un poemas o dos.
En Jerusalén, a pesar de las sucesivas calamidades,
una brisa de inocencia y niñez llena el aire
y puedes ver palomas volar alto
anunciando, entre dos disparos, el nacimiento de un estado independiente.
En Jerusalén, las filas de tumbas
son las líneas de la historia de la ciudad mientras el libro es el suelo.
Cualquiera ha pasado,
porque Jerusalén recibe a todos los visitantes, ya sean creyentes o incrédulos.
Camina y lee las lápidas en toda lengua,
encontrarás africanos, europeos, kipchak, eslavos, bosnios,
tártaros, turcos, creyentes, incrédulos,
pobres y ricos, ermitaños e impíos.
Aquí yace todo tipo de personas que alguna vez caminaron por la tierra.
Fueron las notas al pie del libro, ahora son el texto principal ante nosotros.
¿Es sólo para nosotros que la ciudad se ha vuelto demasiado pequeña?
¡Oh, cronista! ¿Qué te hizo excluirnos?
Reescribe y piensa de nuevo, porque veo que cometiste un grave error.
Los ojos se cierran, luego miran de nuevo.
El conductor del coche amarillo se dirige al norte, lejos de las puertas de la ciudad.
Y ahora Jerusalén está detrás de nosotros,
pude mirarla por el espejo derecho;
sus colores han cambiado antes de la puesta del sol.
Entonces, una sonrisa se me coló en el rostro
y me dijo cuando miré de cerca y con cuidado,
«Oh, tú, que lloras detrás del muro, ¿eres un tonto?
¿Has perdido la razón?
No llores por ser excluido del texto principal
Oh, árabe, no llores, y ten la certeza
de que, quienquiera que esté en Jerusalén,
es a ti al único que veo.»
Si quieres leer más de mis batallitas por Palestina están todas aquí
Media luna.
Cúpula de la Roca (Qubbat as-Sakhrah) es el sitio islámico más famoso en Jerusalén, puede verse desde toda la ciudad.
Khan el Zeit es la calle comercial más concurrida y colorida de la Ciudad Vieja de Jerusalén. Tiene un mercado popular donde se venden especias, frutas secas, hierbas, café y pasteles.
Qué maravilla Samu, me he quedado sin palabras y con un nudo en la garganta. Gracias por traducirlo, es precioso💚
Samu, qué belleza de poema. Comparte los autores/as palestinos. Me encantaría leerlos. Entiendo que este poema lo has traducido tú no?
Qué bello es el mundo, y qué bella la poesía. Me encanta 🍂
¡Gracias por compartir!