🍃Llegar lejos escribiendo
Hoy es uno de esos correos. Ya te darás cuenta de a lo que me refiero (4 mins)
Hay alguna gente, bienintencionada, que de vez en cuando me dice cosas como que llegaré lejos escribiendo.
Lo agradezco, claro, aunque me cuesta un poco entender esos términos; imaginarme un salto de pértiga literario, o de longitud, y ser el tipo con el culo más lleno de arena novelística o algo así.
Gabo, García Márquez, dijo una vez que escribía para que le quisieran más. Creo que hay pocos escritores, que yo haya leído, que hayan dicho algo más certero y honesto sobre los motivos que puede tener uno para escribir.
Me gusta la gente, a veces más que cualquier otra cosa. Tiene que haber mucho en mí de eso que confesaba Gabo.
Siempre que puedo me meto con Substack, a veces de bromita como con lo de la secta endogámica-babilónica, y otras en serio como con Substack es una castaña, pero me he dado cuenta, hace unos días, de que en internet hay barrios, favelas y chiqueros.
Si alguien te ha reenviado esto, tu alguien me quiere mucho. Quiéreme tú también suscribiéndote:
Hace una semana cometí la ingenuidad de hablar de etimología en un comentario de Instagram a un reel.
Un vídeo que he visto ya varias veces rebotando por internet sobre un hombre que explica, medio performático él, la etimología incierta de algunas palabras muy vinculadas a la cultura andaluz, y las conecta con el árabe.
Nada nuevo, cerca del 8-10% de nuestro léxico es árabe. Claro que, por ejemplo, intentara relacionar feria con farah (alegría) cuando no hay que ser un lumbreras para saber que viene directamente de feria, feriarum en latín (días festivos), pues ya me generó mucha desconfianza.
Hice una pequeñita investigación y tipo el 90% de las cosas que decía no tenían sentido.
Así que comenté el origen real de algunas de esas palabras, bastante tranquilo y sin ningún interés en desarmar a ese hombre en público, porque sabía que es un vídeo resubido de alguien random, sino por que la gente no se confundiera con el tema y fuera por ahí diciendo polladas.
El comentario empezó a ganar muchos likes, no sé si ahora irá como por 700, y eso atrajo a una fauna increíble. Gente mega polarizada entre decirme que era el puto amo o que cuál era mi problema, que qué tenía en contra del árabe (imagínate la ignorancia de decirle eso a alguien que vive donde vivo) o que leyera más, que no hablara de lingüística si no tenía ni idea.
Un espectáculo.
Me di cuenta de que lo que querían era desquitarse con alguien, como quien busca pelea de noche borracho. Ahí es cuando caí en eso de los barrios, las favelas y los chiqueros de internet.
Esa peña estaba cabreada de verdad, con unas ganas locas de saltarle encima a alguien. Y eso hablando de ETIMOLOGÍA; o sea, flipas.
Luego pensé que no eran reales, que ningún desconocido discutiría así conmigo en persona, que estaban peleando contra algo que no era yo, y que sólo ellos sabrían con qué.
Respondí muy pocos de esos mensajes, ya no respondo ninguno.
Por cosas así me da verdadero asco hacer cosas en Instagram como escritor. No sé cómo algunos compis deciden tener sus comunidades allá.
Ayer una lectora de Miradero me escribió para decirme que no estaba de acuerdo con algo que había dicho, pero me lo dijo con una prudencia y hasta con un dolor memorables. Ella sí era real. Y me dije: tío, ¿por qué estas personas son tan diferentes a la jauría de mongolos de Instagram?
Volvió entonces ese deseo, que a cada tanto me viene: el deseo de conocerte, porque quizá lo mágico de la escritura esté en llegar cerca, no lejos.
Y hay pocos lugares más propicios para eso que Substack.
El interés que tengo en conocer a la gente que habita Instagram es casi psicológico o antropológico; saber qué coño les pasa por la cabeza a esa fauna. Tal vez agredir sea una forma de llamar la atención, como tirarle del pelo a la niña que te gusta, no lo sé.
Pero pensé que, quizá, muchos de mis lectores no comentan o no me escriben porque se piensan que les van a saltar a la yugular como en la app de la camarita.
Bueno, por si todavía no te has enterado: esto es otro rollo, estás a salvo aquí.
Así que este es uno de esos correos en los que te pido que me escribas y me cuentes algo. Quién eres o qué soñaste ayer o qué estás pensando últimamente o algo que te pasó y te apetece decirme.
Me va a hacer ilusión, te voy a conocer más y te demostrarás que este es un lugar seguro donde puedes dar tu opinión o decir algo sin que se tome como una demostración de poder o lo que sea.
Puedes responder en comentarios o, si quieres que sea sólo entre tú y yo, responder a este correo o escribir a samuel@sdominguez.com.
Nos leemos en un rato, ¡besitos volados!
Te dejo aquí el enlace al texto que cité arriba:
⮤ «Siempre que puedo me meto con Substack, a veces de bromita, como con lo de la secta endogámica-babilónica, y otras en serio como con Substack es una castaña»
P. D.: Recuerda que quedan pocos días (uno) para participar en la votación del primer capítulo de Antes de rendir el alma.
Yo sólo te lo recuerdo 🥸
Me encantó este escrito. No sé si por lo que dice o también porque extrañaba leerte.
Yo alguna vez tiré un video que había publicado en TikTok que se estaba empezando a volver viral y no dejó nada bueno. Me pregunto de verdad por qué la gente puede ser tan mala ondita a través de la pantalla.
Ahora con este ayuno digital de una semana que hice, lo que más extrañé fue mandarle tonterías de gatos a mi hermanita en Instagram y la gente de Substack.
Porque aquí no digo “la cuenta esa”, aquí digo: “sí, Samuel, el escritor chingón canario que vive en Palestina”.
Y creo que en eso está todavía la bondad aquí: en que no olvidamos que somos seres humanos. Escritores, sí, pero personas con miedos, vulnerabilidades, familias, filias y fobias. Y mucha crisis.
Ojala que sigan existiendo estos oasis del internet.
Cuánta verdad hay en tus palabras. Yo tampoco entiendo las ganas que tiene la gente de polemizar. Una cosa es decirte algo desde el respeto, pero muchos lo hacen saltándose esa barrera. A mí me ha pasado muchas veces en mi podcast de de ciclismo (falca publicitaria, en Substack, Ciclismo de Ayer y de Hoy, fin de la promo). Falta que te equivoques en algo o que no estén de acuerdo con tu visión para que intenten hacerte daño. En muchos casos, no contesto y los bloqueo, sin más. La vida no está para perder el tiempo.
Y es cierto que desde que estoy en Substack (por qué no lo habré encontrado antes) me siento cómodo, diría que donde más. Espero que pueda guardar su integridad.
Feliz día.