🍃TikTok y por qué nunca seré feliz
Voy a compartirte en ocho minutitos por qué mi destino sólo podrá ser la más profunda infelicidad, oscura e infecta, apartado de toda persona que me haya querido, sólo, triste y… Va, quizá no tanto.
Si alguien te ha reenviado este correo, tu alguien me quiere mucho. Quiéreme tú también suscribiéndote:
Parece que tenga una guerra contra este tipo de entretenimiento rápido, pero no es así. Y este correo no pretende ser uno de esos reels mala onda, con narrador de voz grave, que te quiere hacer sentir mal por scrollear.
Sinceramente, creo que
Tenemos el entretenimiento que nos merecemos
En 1895 unos señores que se llamaban Lumière —los dos, porque eran hermanos— inventaron el cine. Lo in-ven-ta-ron, procesa un momento la sobrada que es eso; imagínate que tuviéramos el nombre de quien inventó la literatura o la música.
Doce años después se estrena El Sartorio, en Argentina, la primera película porno de la historia.
YouTube se lanza en 2005, TikTok en 2016 y, tanto el porno como el formato vertical pensado para scrolleártela como un demente, encontraron un público que pedía más, más, oh, yes, daddy.
La prueba del éxito es que hoy es mucho más fácil encontrar en Internet películas de personas desnudas haciendo cositas que cine del otro, y no digamos si lo queremos comparar con vídeos de trenes (una de las primeras filmaciones de los hermanos franceses).
Francis Bourgeois está prácticamente sólo en esa.
Pero TikTok no es porno
Sí, sí lo es, aunque no se enseñen tetas y pitos.
Es incluso más sofisticado neurológicamente (cállate y vete a comentar poemitas, ¿qué haces tú hablando del cerebro?). Es más sofisticado porque la misión del porno es llevarte rápido al clímax y que te corras; scrollear te mantiene en ese clímax hasta que te tengas que untar colirio para dilatarte las pupilas.
Y cada uno tiene derecho a fundirse los plomos de la forma que quiera, yo también tengo la mía.
El rollo con este tipo de entretenimiento rápido es que tiene pinta de que se termina trasladando a otras áreas de nuestra vida. Igual que cuando dejas los platos sucios para mañana y luego aplazas esa otra tarea importante para el lunes.
Algo que te acostumbra a estar en un clímax extendido te va codificando ese estado como norma y, todo lo que esté por debajo de ese nivel (o sea, todo), no resulta tan emocionante.
Ese todo lo demás no puede competir porque las experiencias en general siguen un patrón de ascenso-clímax, descenso-valle, y vuelta a empezar.
Y nosotros queremos estar siempre en el momento foto de Instagram, y eso experiencialmente es imposible.
Ahora viene cuando te cuento lo de disfrutar del camino
Si el entretenimiento rápido te lleva a querer siempre experiencias pico, el entretenimiento lento te lleva a crear experiencias profundas, donde la dopamina no venga tanto del clímax como de un goteo constante por saber contrastar el ascenso con el descenso y el clímax con el valle.
Lo mismo que el perfume nos huele bien porque sabemos a qué huele la caca.
En un mundo donde se elimina la caca, los perfumes compiten entre sí para ser más perfume. Hasta que un día tengas que oler la caca otra vez y te estalle el cerebro en veinte derrames.
Conclusión: la vida es una caca.
Y cuantos más perfumes le echemos encima, más jodidos vamos a estar para poder sobrevivirla cuerdos.
Porque el problema de primar el entretenimiento rápido frente al entretenimiento lento no es sólo que ya no te puedas leer un libro nunca más, es que te vas a cansar más rápido de tu pareja y la vas a querer cambiar por una nueva; insignificante, pero nueva. Por ejemplo.
Te ha pasado mil veces en la vida. Tienes un objetivo, te revientas por el camino para llegar y, cuando lo consigues, la celebración son cinco minutos. Que se lo digan a Jimbo, el alpinista cojo.
El objetivo es el clímax, es correrte, y es natural que sea un instante, no puedes estar corriéndote el mismo tiempo que tardaste en completar el camino. Y a eso es a lo que te acostumbra el entretenimiento rápido, a la gratificación pico extendida, imposible en la vida real (y precisamente por eso tan adictiva).
Así que cuando descubres que todo lo que has sufrido se traduce en cinco minutos de celebración, hueles la caca y dejas de ponerte objetivos ambiciosos, ya con el cerebro como un tinto de verano.
Hijo de puta, deja de hundirnos y danos una solución
Es que no lo sé.
Quizá tenemos que ir por ese camino y esto representa una evolución en las capacidades del ser humano. Del mismo modo que Sócrates, y muchos otros señores con túnica, decía que la escritura era una perversión porque iba a deformar la memoria humana.
Y míranos, todos pervertidos, escribiendo sin parar como unas perras.
Personalmente lo que intento (en vez de quitar directamente el scroll, que me crearía el mismo rechazo que quitarle la droga de golpe a un drogas) es incorporar más lecturas y que ellas vayan ensanchando su hueco en mi rutina de entretenimiento.
Pero claro, tu cerebro no es imbécil, y si lo que quiere es entretenimiento para diez minutos no le puedes dar una novela. Sería el equivalente de ponerte una película en lo que terminas de fumarte un cigarro.
Busca algo que te de esos cinco o diez minutos de entretenimiento lento y te libere inmediatamente después para que sigas con tu vida.
(¡Coño! Qué casualidad, tú. Esta newsletter hace justo eso. Pásasela a todo el mundo que quieras salvar del infarto cerebral, ¡corre, corre!)
Aparte de newsletters, leo artículos de opinión, columnas, noticias, artículos de historia, poemas, cuentos…
Empieza por identificar qué te interesa y luego piensa quién está escribiendo sobre eso. La web de los periódicos suele tener una pestaña de «Opinión», puedes ir probando con diferentes autores hasta que des con el que te haga clic, o buscar divulgadores y tal.
Te podría dar una lista con recomendaciones, pero eso sería demasiado rápido, y el proceso (leeeeeento) de ir encontrando a tus autores es parte de la gracia, y de la desintoxicación.
Excepto con Miradero, esta newsletter deberías compartirla ya, ya, para hacerle un favor a alguien.
¡Un besito volado!
Por cierto, cada tanto hago un reto propio de pasar una semana sin entretenimiento digital. Si te animas, respóndeme a este correo diciéndome «Me apunto» (o lo que te apetezca decirme) y lo empezamos juntos el jueves (ahí sí te harán falta novelas, libros, dibujar, tocar música y lo que se te ocurra que no esté en ceros y unos).
Si fuese mejor newslettero te lo había propuesto un lunes, pero ya ves.
P. D.: Por si te interesa, eso de la escritura se lo hace decir Platón a Sócrates en el Fedro.
P. D. 2: Si Marina, una amiga neurocientífica que está suscrita a esto, me dice que estoy hablando mierda con mis teorías neuroinventadas, en el correo de mañana haré la de:
«Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir.»