🍂Yo sí me compadezco
Voy a hablar de un tema polémico por el que mis conocidos en Palestina muy probablemente me retirarían la palabra si me escucharan, pero es lo que hay. (9 mins)
A todo el mundo aquí le da mucha curiosidad saber por qué he venido a Palestina justo ahora, cuando todos los extranjeros se van.
Eso llega desde el taxista de aquella vez hasta, más concretamente, mis alumnos.
Después de clase, algunos suelen venir a mi mesa con tal o cual pregunta del examen o lo que sea y, a veces, aprovechan para sacarme algo más de información sobre por qué carajo estoy aquí.
Así mismo es cómo, después de la pregunta salvanotas, una alumna enlaza con:
—¿Por qué ha venido aquí…? —dice, con algo de pena, como si en verdad me estuvieran obligando.
Le digo lo de siempre: que por qué no, que lo justo para todos es que pueda hacer mi trabajo aquí como en cualquier otro lugar, que no, no me da miedo el conflicto.
—¿Vive aquí o en territorio ocupado?
—Aquí.
—¡Incluso peor!
Su amiga la mira espantada, con ganas de intervenir para salvar la imagen de su país de cara al extranjero. Me río y le digo que, en realidad, me gusta más vivir a este lado y la amiga asiente, calmada.
He hecho con dos clases un ejercicio, lingüístico, pero que termina siendo revelador, y es preguntarles por países y nacionalidades relevantes para ellos, simplemente para trabajar ese vocabulario en clase.
Suelen empezar con Jordania, Líbano, Egipto y luego se van a cosas como Alemania, Francia, Estados Unidos o México.
No es casualidad que no digan Israel, igual que no es casualidad que esa otra alumna dijera «territorio ocupado». Para los palestinos, Israel no es un país; igual que para los israelíes Palestina no lo es.
Probablemente ya te hacías una idea de esto.
Como quizá ya sepas, hubo algo que se llamó Revolución cognitiva, un momento de la evolución humana, y fue ese paso en el que empezamos a ser capaces de hablar de cosas abstractas, que no existen como tal hasta que no son enunciadas.
O sea: la capacidad de crear ficciones. La misma que termina permitiendo organizar grandes grupos de personas bajo la idea de clan o nación.
Pues los palestinos e israelíes niegan mutuamente sus ficciones nacionales. Por ejemplo, mucha gente llama Forty Eight a Israel (por 1948, cuando se autoproclama estado y, para ellos, se oficializa la ocupación) o llama al ejército israelí en lugar de IDF (The Israel Defense Forces), IOF (The Israel Occupation Forces).
Seguro que los israelíes tienen también sus propias formas de poner la zancadilla lingüísticamente a Palestina, pero yo no las conozco, porque vivo seis días de la semana a este lado.
Claro que esto no se queda en una jugarreta lingüística, como Quevedo haciendo rular por los mentideros de Madrid poemas satíricos sobre Góngora y viceversa, sino que termina con cosas como Gaza hecha trizas, por ejemplo.
Y llegamos a la parte de la que quiero hablar, porque llevo una semana masticando un artículo de la CNN que se titula así:
‘He got out of Gaza, but Gaza did not get out of him’: Israeli soldiers returning from war struggle with trauma and suicide1
El artículo habla de soldados que tuvieron que correr sobre cadáveres o machacar a heridos bajo sus vehículos, gente que ya no sabe relacionarse con su entorno, que no puede comer carne, que no puede dormir… Estrés postraumático y otras enfermedades mentales que se te pegan cuando matas y te quieren matar.
La cuestión es que en redes ha habido una reacción por parte de los iluminados biempensantes de turno, una reacción en forma de mofa hacia estos soldados israelíes.
Gente, que la mochila más pesada que ha llevado a la espalda en su vida ha sido la de una toalla y crema solar en vacaciones, burlándose de que un veterano de guerra se suicide al volver a casa.
Y esto me ha tocado los cojones, porque no he visto a alguien tan peligrosamente ignorante en mi vida.
Entiendo que esta gente lo que en verdad busca es atacar a la CNN —que no niego que tenga una agenda que atender— diciendo que no deberían dar visibilidad a los soldados que atacan, sino a los civiles que mueren (aunque es lo primero que hacen después de la introducción)2; que les den a los soldados.
La cuestión es que estos revolucionarios de TikTok están errando el tiro muy fuerte; por no decir que se están retratando, primero, como auténticos subnormales y, segundo, como desalmados.
Primero: porque, con la estrategia de burlarse de un tipo que al volver de la guerra se pega un tiro, están atacando justamente al soldado arrepentido de lo que ha hecho, ese que ha escarmentado a la fuerza; ese que era, precisamente, la persona en Israel más alineada con su forma de pensar y más consciente de lo terrible que están haciendo.
Su enemigo real es el que vuelve del frente tranquilo, se enciende un puro y dice: Os, me supo.
El que duerme todas las noches y se hace pajas pensando en la gente que voló en pedazos por la libertad de Israel; no un tipo que no puede más y se tiene que abrir la cabeza de un disparo.
En vez de señalarlo y decir: «¿ven? Ni siquiera ellos aguantan lo que están haciendo», lo señalan para cagarse en su madre y desearle que se pudra en el infierno.
Es verdad, humanizar al enemigo te dificulta pelear contra él, es más fácil verlo como un Stormtrooper diseñado para el mal por el Mal, pero deshumanizarlo te deshumaniza a ti. Te lleva a polarizar la realidad en bueno y malo, y a restringir derechos humanos sólo a los que se encuentren bajo la etiqueta del bien.
Y esto es un error tentador.
Porque muchos de esos soldados son cualquiera, como el del artículo: un tipo que trabajaba en la construcción que se comió la propaganda del gobierno y se fue voluntario a Gaza.
Ahora imagínate cuando le dijeron a ese tío, mega motivado con librar Israel de la amenaza terrorista: pilla el bulldozer de sesenta y dos toneladas y, a aquel grupo de civiles, le pasas por encima.
Y el tío, flipa, pero lo hace.
Claro que es terrible y claro que es un crimen de guerra, pero sigue habiendo un humano detrás, y ahí está el drama: ver a alguien de tu misma especie y condición hacer algo así. Entonces, lo sepultan bajo la etiqueta arquetípica de «agente insensible del mal», porque lo que es difícil de asumir es que tú, otro humano, también podrías ser ese que le da a la palanca y le pasa por encima a cien inocentes.
—¡No! ¡Yo nunca lo…!
Que te calles la boca. Ya lo hizo una nación entera durante el nazismo y, si interesa saber cómo es posible, busca en Google «Banalidad del mal, Hannah Arendt».
Esto es la guerra, ya la premisa de que alguien puede estar haciendo el bien está fuera de la ecuación para mí. Lo único observable en este punto es el humano.
Y está claro que Israel va ganando en eso de crear sufrimiento humano (orientativo: 42.000 vs. 1.200), pero el sufrimiento masivo no debe negar el sufrimiento individual, no se le puede quitar el derecho al dolor a una persona porque haya hecho el mal.
No todas las ideas merecen mi respeto, pero, todas las personas que van a la guerra para defender una idea, sí. Porque los soldados, al contrario que las ideas, son humanos más allá del uniforme y la sangre, y cualquier humano es mi igual.
Si alguien no entiende esto, le está pasando con un bulldozer por encima a civiles cada día de su vida. A una escala reducida, dentro de sus capacidades, pero, el día que le caiga un fusil en las manos, más vale que te escondas.
Hay altos cargos israelíes que están verdaderamente reventados de la cabeza, pero el israelí medio es un tío y una tía normal, con sus movidas, y preocupado de sus boberías igual que tú o yo, convertirlos a todos en seres alienígenas dominados por una pulsión de mal, aparte de retorcido, es infantil.
Veo últimamente una ceguera colectiva brutal, cegados por banderas, cegados por ideales políticos, donde todo lo que se oculte detrás de la bandera-idea contraria, es negada como ajeno a sí, como perteneciente a una cosa rara, despreciable y sin matices.
Y esto, aparte de crear ciudadanos profundamente imbéciles y binarios, es peligroso, porque acostumbra al hábito del odio, y sólo hay que ir alimentando ese odio rutinario tacita a tacita para conseguir ciudadanos que hagan verdaderas atrocidades a otras personas.
Ese soldado israelí se parece más a nosotros de lo que nos gustaría.
Y quizá esta gente en redes, internamente, ya lo sepa y necesite cegarse del demonio que todos tenemos dentro de alguna manera: seguir creando un seguro «ellos y yo», cosas del todo diferentes y opuestas. Quizá este desprecio no es más que desprecio inconsciente hacia uno mismo.
Pero yo sí me compadezco por ellos.
Que descansen en paz todos, de cualquier bando y tiempo, que no supieron vivir de otra manera.
Si quieres leer más de mis batallitas por Palestina están todas aquí
Traducción: «Salió de Gaza, pero Gaza no salió de él»: Los soldados israelíes que regresan de la guerra luchan contra el trauma y el suicidio.
«One year on, Israel’s war in Gaza has killed more than 42,000 people, according to the health ministry in the strip, with the United Nations reporting that most of the dead are women and children». O más adelante sobre el cierre de Gaza a periodistas: «making it difficult to capture the full extent of Palestinian suffering».
«Un año después, la guerra de Israel en Gaza ha matado a más de 42.000 personas, según el Ministerio de Sanidad de la franja, y Naciones Unidas informa de que la mayoría de los muertos son mujeres y niños». O más adelante sobre el cierre de Gaza a periodistas: «lo que dificulta captar toda la magnitud del sufrimiento palestino».
La ignorancia es atrevida. No siempre lo importante es posicionarse de tal o cual lado, lo urgente está en los detalles, como ese soldado israelí que se quitó la vida. Yo también me compadezco. Todos los días leo y escucho noticias y no puedo polarizar como mucha gente de mi entorno, porque para mí de la guerra ningún bando sale ganador, y sobre todo por lo complicado de este conflicto en si mismo. Al final, todos somos humanos, aunque a muchos les quede grande esta palabra. Gracias por contarlo siempre todo tan emotivo, me has puesto el vello de punta. Besos a Palestina 😘❣️😘.
Gracias por compartir tu visión Samu, abre otras muchas 🍂✨
Voy a poner un ejemplo, que no tiene nada que ver, pero me ha llevado ahí leerte. Hace unos años hicimos unos amigos y yo un voluntariado para dar clases de teatro en un centro penitenciario. Estuvimos seis meses y fue muy loca la dicotomía, porque de algunos sabíamos lo que habían hecho y seguíamos haciendo el juego de ahora somos “agua, fuego y aire y ahora decimos un poema”. Incluso llegabas a empatizar con su sufrimiento.
Por supuesto que eso no quita las burradas que han hecho, pero el simple hecho de ponerte del otro lado, hace que te pongas a pensar en qué cojones le habrá llevado a hacer eso . En algunos casos lo llegas a entender, porque hay en vidas y en culturas que vale muy poco la vida y no las podemos medir con nuestro mismo rasero, otros sinceramente, tenían la amígdala como un esparto y bastante miedo.
Pero en fin que sí, salvando las distancias sobre lo que cuentas (que nada tiene que ver jajaj), todos somos personas y a veces las personas hacen cosas terribles.