Anteriormente en «Antes de rendir el alma»…
(Introducción a la historia para nuevos lectores)
El anterior movimiento de Nora aquí:
Si no sabes de qué va esto, tienes una introducción en el link de arriba. También puedes buscar en el índice de la historia y leer desde donde te quedaste.
Hay nuevo movimiento todos los miércoles y sábados. ¡Acuérdate de suscribirte para que no se te pase ningún turno!
- Tercer Acto -
II
«El conejo blanco»
Entre la cazadora y el cinturón, encastrada en el vaquero, ves la empuñadura de una pistola negra. Y ya está de vuelta al pago, recoger las latas de la cesta y echarte una última mirada, confusa, sin entender por qué te has quedado así de tiesa a su lado.
Ningún policía lleva la pistola así guardada.
«Ese hombre puede ser un peligro para alguien», piensas, ya los brazos cruzados en un abrazo tímido a ti misma.
«Además, ¿y si esto me da una historia para el blog?», sonríes.
✔️
Lo sigues para ver a dónde va
(82% de votos)
Una excitación se te eriza en el estómago cuando das el primer paso para salir de las cajas de autocobro.
Es el mismo paso que darías para ir a la zona de descanso, también este segundo, pero tú ya sabes que tu ruta no es la misma de siempre. Un secreto breve, anticipación de aventura, que te lleva a erguirte todavía más entre la gente para no perder de vista al chico.
No camina como alguien distraído que sólo va de un punto a otro; camina como lo hace el estudiante que memoriza temario yendo a un examen. La mirada fija, algo gacha, y el cuello rígido como si darle libertad pudiera emborronarse la foto de los pensamientos. Por fin, das ese paso que rompe el secreto de tu ruta y saludas al de seguridad.
Sales del Mercadona.
Hay más gente que por la mañana, pero no tanta como para poder perderlo de vista, más bien al contrario. Sería fácil que, si girara, se pudiera preguntar qué hace una cajera siguiéndolo. Este uniforme no es lo más apropiado para espiar a nadie, pero igualmente copias sus pasos frente a la tienda de bolsos, la mercería... Y, antes de llegar a la frutería de Kiko, cruza la calle.
Pero hay algo extraño en la manera en que lo hace. Por primera vez tuerce el cuello, hasta piensas que te ha visto por la brusquedad del gesto. Te das cuenta de que está ocultando el rostro, como si hubiera visto a alguien que no quisiera saludar, o no quisiera ser reconocido.
En la otra acera, se mete en uno de esos pasadizos anchos que conectan la calle del mercado con la paralela y, en medio, con los portales de los edificios. Aceleras el paso para no perderlo y lo alcanzas a ver abrir una puerta de chapa, que parece dar a un patio de vecinos.
Estás a punto de abrir la puerta tal cual él la cierra, pero entiendes a tiempo el error que sería y te fuerzas a contar hasta cinco.
Uno… Miras a tu izquierda, hacia la frutería que dejas atrás. Dos… ¿Por qué te sientes como si fueras tú la que lleva una pistola escondida? Tres… Es que tiene una pistola de verdad, ¿eh? Cuatro… Quizá no estoy haciendo la cosa más inteligente del mundo aquí. Cinco.
La mano te va sola a la puerta y abres.
Te saca por un momento de la contemplación de tus nervios que sea tan ligera, y apareces en un patio triangular. Está muy vacío, excepto por dos árboles grandes sobre el muro, que da a la calle del mercado, y un andamio al fondo contra la fachada de uno de los edificios.
Vuelves a ver la pistola.
El chico está escalando el andamio y ya llega arriba, a un balcón abierto que salva como saltando una valla baja para entrar a la casa.
«Puedes decir que vives aquí, no estás haciendo nada raro», te quieres convencer a ti misma para poder acercarte más al andamio, pero esto no se parece en nada a tu rutina previsible y deseada. Ese volver a la zona de descanso y comerte tranquila tu tupper de pollo a la plancha y ensalada; empezando por la pechuga, luego los tomates, las aceitunas y ya el resto.
Sólo imaginártelo, hasta te consigue calmar un poco con su ilusión de control.
No sabes si es gracias al haber empezado la mañana con aquel entrenamiento personal contra el cambio, eso de aceptar cubrir las cajas de autocobro, pero te cuesta menos de lo normal, menos de lo que debería, dar otro pasito hacia el andamio, y otro.
Para cuando pones las manos sobre la escala de metal, sientes el corazón queriendo salírsete por los ojos, o abrírsete tanto como para intentar meterse todo el mundo dentro. Subes algunos peldaños hasta que te queda la vista a ras de la plataforma y descubres, algo adentrado en la casa, un visor en un trípode; como un prismático muy grande que apunta hacia el mercado.
Raro.
A su lado, el chico te da la espalda. Se está poniendo, con bastante dificultad, uno de esos monos azules de obra. En uno de esos botes, al cojear para conseguir enhebrar la pierna con el mono, el chico se hace a un lado y se te aprietan los labios.
En la esquina, al otro lado del trípode, hay apoyado un fusil, una de esas armas largas de película de guerra. Abandonado, como un dragón dormido.
El chico consigue ponerse por fin la parte baja del mono y se estabiliza.
📜Diario: Tengo hambre y, no te quiero decir que miedo, pero...
🎒Inventario de Nora: Nada.
🗣️Charla de entretiempo (pendiente): Nada de qué charlar.
¡Chan, chan, chaaaan! ☠️⛈️
Tienes hasta el martes 1 de julio (6:40 AM, GMT) para decidir como con cuánto coraje se ha despertado hoy Nora.
Vamos a empezar manteniendo miércoles y sábado como días de nuevo capítulo, a ver qué tal funciona, y si no vamos cambiando.
¡Besitos volados!
Este movimiento continúa el:
Miércoles 2 de julio
· Esta es una historia del universo de «Caminos de vuelta» ·
Maaaadre!! Qué hace el tío del mono, por favorrr??? No puedo esperar hasta el miércoles!!!
Aunque, en cierto modo, lo hace aún más emocionante 🤔
He sentido hasta una pulsión en el estómago antes de votar 😬🤣🤣
PD: lo de camina no distraído sino como estudiante que está estudiando el recorrido para el examen 👌👌👌
PPD: empezamos fuerte...
Está vez voy al día y que emoción! ☺️☺️☺️