🍃Si traigo un hijo al mundo, quiero cobrar
Empezamos el año con una charla de café sobre lo que dijo cierto sanaca (7 mins), y «sanaca» significa «descerebrado», por no decir gilipollas.
Si alguien te ha reenviado esto, tu alguien me quiere mucho. Quiéreme tú también suscribiéndote:
Cuando estaba en la instrucción había un soldado del ciclo anterior; o sea, un tipo que acababa de entrar al ejército, como yo, pero un par de meses antes.
La cuestión es que, en vez de estar en esos quince días de vacaciones que tienes después de terminar la instrucción, estaba con nosotros, porque el último día se había cogido una borrachera monumental, la había armado en el cuartel y lo habían arrestado los quince días.
Cuando terminas la instrucción (cuatro meses), eres el soldado más pelagra del ejército, no vales ni para tomar por culo, pero, recién llegado de la calle eres incluso menos, no eres ni siquiera soldado, así que el soldado M. era el tipo que más sabía ahí.
Y más importante: era el único que ya tenía las alas paracaidistas, el único que ya había ido a Murcia a hacer el curso y había saltado seis veces de un avión.
Cuando empiezas una instrucción militar todo son incógnitas y, al haber elegido una unidad paracaidista, se suma esa gran incógnita: ¿cómo será saltar de un avión?
Y, todavía más: ¿cuánto duele la hostia contra el suelo?
Porque eso era algo que ya nos habían dicho los mandos: el salto militar duele.
Si te estás imaginando al típico paracaidista civil que tira de los mandos del paracaídas y toma tierra corriendo y echándose unas risas, el paracaidismo militar, automático, ese que ves en las películas de aviones cagando una línea larguísima de soldados; ese, duele.
Duele porque saltas con todo tu equipo y con todas las miserias que necesitarás para hacer tu trabajo en tierra. Eso lo sé ahora, pero cuando llevaba un mes de instrucción, no.
—¿Cuánto duele tomar tierra? —le preguntamos un día al soldado M.
Miró a lo alto del edificio de la compañía y dijo:
—Como saltar de ahí al suelo.
Y todos nos quedamos mirando la azotea del edificio e imaginando como cuánto se traduciría en dolor esa hostia.
Nunca he saltado de un edificio al suelo, aunque sí he saltado en automático con equipo unas cuantas veces y sé que el soldado M. tenía razón, en parte.
Porque los seis saltos de instrucción no duelen en absoluto, los que duelen son los saltos en la unidad.
Quiero tener hijos
Una vez escribí por aquí que alguien me dijo, hace no mucho, que querer tener hijos es casi lo mismo que tenerlos,
¡PERO!
Realmente creo que querer tener hijos es ser esos aspirantes a soldados que le preguntan al soldado más moderno de la patria si duele o no saltar en paracaídas.
O al soldado más antiguo, da igual, porque realmente eres incapaz de cuantificar cuánto duele saltar de tal o cual edificio, o avión, hasta que no lo hagas.
Lo mismo con ser padre.
Y, aun así, aun siendo un aspirante a padre, sé detectar cuando alguien dice una tremenda capullada. Por lo mismo que no necesitas ser médico para saber que te duele la cabeza.
Estaba ayer perdiendo el tiempo en Instagram, porque yo también soy hijo de mi tiempo, y caí en un reel con ciento ochenta mil likes de un señor con el pelo blanco que empezaba diciendo:
—Si yo fuera mujer, por ejemplo, una cosa que reivindicaría es: si yo traigo un hijo al mundo, yo quiero cobrar. Porque estoy aportando un consumidor y un pagador de impuestos.
Soy un tío muy tranquilo, pero hay gente que se merece que le palpen la cara.
No que le peguen, ni mucho menos, sino que le toquen un poquito el moflete y le den dos toquecitos, como quien prueba si un melón está bueno o no, suavito, sólo para que tenga contacto humano, por si le hacía falta y es lo que le está empujando a decir gilipolleces en público.
Porque no sé si dice esto sólo para congraciarse con las mujeres al estilo: «waa, cómo vales, tía, deberían pagártelo» o si de verdad cree que está diciendo algo con sentido.
Muchos países tienen planes que retribuyen a las familias por tener hijos, desde la propia consideración de «familia numerosa» hasta Alemania, que, si no me equivoco, sí que paga mensualmente por hijos a tu cargo.
Que el Estado, el que sea, cree subsidios para ayudar a los padres con la crianza de los hijos me da igual, lo que me parece t e r r o r í f i c o es esto: «porque estoy aportando un consumidor y un pagador de impuestos».
Desde el momento en el que ves a un niño, cualquiera, como un ser cuya naturaleza es consumir y pagar impuestos, estás reventado de la cabeza. Y si ese niño, encima, es tu hijo, mejor que te acolchen las paredes de tu casa y te pongan cubiertos de plástico.
Porque ese tipo de racionamiento te lleva, directamente, a lo siguiente que dice este señor en la entrevista:
—Yo arriesgo mi vida, mi salud, para traer un hijo al mundo, ¿a cambio de qué?
Ser padre a cambio de qué
No sé ni cómo expresar lo deleznable que me parece convertir el tener un hijo en un intercambio comercial, un regateo justo entre un mercader y un comprador, así que no lo voy a intentar.
Supongo que los que queremos o los que buscaron ser padres tuvieron su propio motivo para ello, más o menos acertado, pero partir de exigir una recompensa por tener un hijo me parece igualarse al perro que te da la patita para tener una galleta.
Desarrollamos nuestra vida en un sistema capitalista porque ha demostrado ser el menos malo de los que hemos tenido, pero, cuestiones así, me hacen ver cómo se permea hasta llegarse a invertir el orden en algunas cabezas: se intenta ajustar al sistema capitalista los fundamentos de la vida.
O sea, cómo la vida ha de moldearse para encajar en los parámetros del capitalismo. Cómo la vida ha de ser mercantilmente justa, cómo la vida ha de ser necesariamente comprendida dentro del marco teórico del capitalismo, y no al revés.
Y hay ciento ochenta mil mongolos asintiendo y diciendo: claro, coño, eso es lo que nos hacía falta.
Porque se puede empezar pagando a los padres por tener consumidores y se puede seguir exigiendo jornadas de cuarenta horas semanales de ser padres, y luego que los pequeños consumidores pasen a una guardería de protocontribuyentes, regida por autómatas de OpenAI, que les darán el resto de las ciento veintiocho horas de cariño.
En fin, qué calentón más tonto para empezar el año.
Pero tranquilo, ya mañana empieza el maratón de tres días de ficción y no tienes que aguantar mis majaderías en un tiempo.
Jueves: capítulo final de El club de los sueños compartidos
Viernes: siguiente movimiento de Antes de rendir el alma
Sábado: siguiente capítulo de Afectados crónicos por la magia
De momento, ánimo con la resaca de Nochevieja y suerte con los propósitos,
¡Besitos volados!
No quiero hacer oootro correo sobre azulejos, así que aprovecho este, rápidamente, para decirte que el estilo ganador ha sido…
🥁🥁🥁🥁🥁🥁🥁🥁🥁🥁🥁🥁
¡El Pupu en una noche oscura, con ansias en amores inflamada, ¡oh, dichosa ventura! Salió sin ser notada, estando ya mi casa sosegada! ← (y ganador de mejor nombre, también)
Por cierto, lo del Pupu es lore mirandero y viene de este post.
Así que el azulejo para el correo de hoy queda tal que así:
En referencia a ese “sanaca” creo que poco tengo más que añadir que no hayas dicho tú 🤬.
Tener un hijo a cambio de que…a cambio del amor más grande que vas a sentir en tu vida, a cambio de que tu vida va a pasar a ser de él o ella, porque desde el primer momento de su simple existencia siendo una pequeña célula dentro de ti solo te preocupas por su bienestar.
Y llega el momento de ver su carita y crees que ya has recibido el regalo más grande de la vida,la suya.
Desearlo y tenerlo nunca podrá ser igual, porque hasta que no lo tienes es indescriptible ese maremoto de sentimientos, responsabilidad y preocupación. Tener un hijo a cambio de dinero es lo más absurdo que he leído. Un hijo cuesta, cuesta mucho más que dinero, cuesta insomnio, cuesta que tu vida ya es suya para siempre, da igual la edad que tenga. Pero es el mejor regalo que recibirás en tu vida.
Yo tengo dos niñas que fueron buscadas, deseadas y si hay que compararlas con dinero…solo te digo que pagaría por tenerlas.
PD: Sin romantizar, tener un hijo duele, duele muchísimo y no me refiero al parto. Porque su dolor sea el que sea es el tuyo y perderlo el mayor miedo y la peor ruina de tu vida.
Hacía mucho que no te leía, así tranquila. A mí me molan tus majaderías y esta me parece esencial, no dejes de escribirlas!! ✨ feliz año Samu ✌️🌱