🍃Voyeur de la realidad
Hace tiempo te hablé de que lo que más me gusta de ser escritor es lo que escribir te hace en la mirada. Te cuento en siete minutitos cómo puedes sumarte tú también a esta linda perversión.
Hace mucho tiempo, en un post muy muy lejano, te hablé de que lo que más me gusta de ser escritor es eso de traducir eventos que te encuentras a lenguaje literario; sin querer o queriendo.
Hoy te voy a hablar de esa parte, la parte del queriendo, porque no hace falta ser escritor para estar atento a lo que pasa a tu alrededor y entretenerte un rato con la realidad.
A mí me recuerda a la película Amélie, esa escena de las pequeñas cosas; me encanta esa película, aunque también es que cualquier película que tenga narrador en off me ha ganado para siempre.
La cuestión es que esa mirada de escritor no es un don, sino que se entrena, como casi todo. Y, cuando vivía en Melbourne, pasaba tanto tiempo en el transporte público que se me ocurrió sin querer una forma de entrenarla.
Cada semana, cuando salía a la calle, me iba a fijar sólo en una cosa de las personas.
Una semana podía ser qué hace la gente con las manos, otra en cómo sonríen, cómo son sus ojos, qué gestos hacen a los desconocidos… Lo que se me ocurriera, y, cada vez que veía algo interesante, lo describía en una nota como si lo hubiera hecho un personaje.
La idea era tener una libreta de prácticas, como los dibujantes y pintores, y es que realmente los escritores tenemos mucho que aprender de las artes plásticas: escribir es tan muscular como poder hacer líneas rectas, pero mucha gente sigue creyendo que esto es diferente, que se tiene o no se tiene por algún tipo de señalamiento astral o algo así.
Cuestión,
Que, por esas cosas de archivarlo todo, hoy me he encontrado con mi libreta de prácticas descriptivas con la que jugaba en el tram.
Y es importante eso: verlo como un juego.
Hay veces que caemos en restringir la escritura a un escritorio, silencio y con el foco en un proyecto ambicioso y meditado.
Escribir es una habilidad, como hacer el pino, y (si supiera hacer el pino) ¿por qué no hacerlo cuando me diera la gana en vez de reservarlo para cuando esté en ropa de deporte sobre una colchoneta olímpica con las manos en magnesio?
Pues eso.
(Y, por si eres americano, hacer el pino es pararse de manos o hacer la vertical)
Cuanto más lo veas como un juego, menos probable es que te bloquees a la hora de escribir, porque, aunque un día te pueda salir mejor o peor, nadie se bloquea jugando.
Que sí, Samu, que sí, pero enséñame algo de esa libreta, cojones
Va, va.
Te dejo aquí algunos de la semana de observar ojos.
Tenía los ojos verdes grisáceos, tan claros que, vista de lejos, parecía que fueran cóncavos, como un volcán, el foso de un castillo o como si un dios especialmente malévolo le hubiera comido el iris con una cucharita.
Unos ojos con salvavidas, ojos de velar despierta más de un rosario de noches. Púrpura, añil sucio, flotando ahí donde su moreno natural se empozaba mucho más que de sueño no dormido. Era como si algo que, a fuerza de querer salir, hubiera cedido demasiado la piel y hubiese quedado atrapado a medio trayecto, sin vigor para más. Sólo cuando sonríe se pliegan esos paracaídas bajo sus pestañas. Ojalá sonriera siempre.
Y a escondidas se le escurre una mirada hacia el cristal del escaparate, como queriéndose sorprender vista con los ojos de otra persona.
Unos ojos de sorpresa conocida, de vigía sosegada y concienzuda, una alerta disimulada sin esfuerzo por la experiencia. Ojos abiertos bajo párpados sosegados.
La primera mirada es la que cata; la segunda, la que llena.
Son los ojos ahumados por el pasmo de tener que vivir cuando todos duermen, de haber conocido a la noche desnuda en toda su bestial carnicería. Unos ojos que ya no pueden tomarse en serio al día ni a los que en él moran.
Virados hacia dentro, con un pendiente que compite contra el protagonismo del mundo. Las retinas glaucas, tendidas a secar de las pestañas, desempleadas por un recorte de plantilla en los sentidos, piden limosna al suelo, que pasa sin quedarse ni preguntar a dónde.
Los ojos del ladrón se parecen a los del extranjero que coteja un mapa con el mundo.
Unos ojos que aún no han sentido daño que sangre, ese que enturbia la mirada para siempre y obliga a dejarla suspendida en la espera, o que es esquiva al encuentro. Un día, cada sonrisa evidenciará la pátina del dolor, pero aún destella el agua en esas pilas bautismales. Aún hay esperanza por gastar.
Los vagabundos leen el viento con la mirada. Dibujan los coletazos de un pensamiento, de una vaga conversación, de un desaire apenas olvidado.
Pues eso, coge una libreta y apunta cosas. Y si te preocupa hacer el papelón en público de usar boli y libreta física, hazlo con la app de notas que tengas en el móvil, yo uso Simplenote.
La gente pensará que estás escribiendo un wasap y ya está.
¡Besitos volados!
P. D.: Quedan seis días (hasta el 4 de agosto) para que puedas participar en la siguiente serie que va a empezar en Miradero.
Cuanto más tarde llegues, más restricciones vas a tener.
Avisado queda usted.
Pero, pero, pero… qué bueno. Me encanta. Menuda forma de entrenamiento y menudos resultados, enhorabuena.
Justo este viaje estoy jugando a eso. Es una forma ideal de ir teniendo descripciones de posibles personajes!