🌾XVIII: Antes de rendir el alma
Continuación de la historia de Alma (Decimoctavo movimiento)
Tienes el anterior movimiento de Cándido aquí:
Si no sabes de qué va esto, o te has quedado más atrás, puedes buscar en el índice de la partida y empezar a leer desde el principio.
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Vas a las ruinas
(43% de votos)
Te adelantas un par de pasos:
—Creo que… —Señalas—. Lo mejor ez empezar por las ruinaz, ¿te parece bien?
—Sólo conozco al mundo por sus hachas y por su fuego, cualquier destino es igual de errado e igualmente correcto para mí.
—Bueno.
Avanzas, de nuevo con tu compañera al lado con una mano reposando sobre el cinto, asegurando el escote de la bata. Libre de raíces y piedras, la pradera no es ya desafío para utilizar el paraguas como bastón. Lo balancea sin cuidado cada tantos pasos. El pasto es justo del tamaño para cubrirle la prótesis bajo la rodilla; viéndola caminar con tanta soltura, nadie diría que tiene una.
Entonces te das cuenta.
Te detienes. Miras a sus pies y miras hacia atrás. Comparas su rastro con el tuyo. A cada paso, tu compañera despierta florecillas diminutas en el pasto, lilas que se agrupan tanto como tiempo permanezca detenida en un lugar.
Te agachas.
Junto a su pierna un ramo de lilas no deja de eclosionar nuevas flores, diminutas, que lo hacen parecer un racimo de uvas. Dejas que el ramo repose en tu mano y los pétalos que germinan te acarician con pequeñísimos besos.
—Este podría ser tu nombre —Alzas la vista y sus ojos centellean—: Lila.
Asiente:
—Lila…
Queda ahí suspendida y piensas que es verdad que necesitaba otro nombre. Ahí están los mismos rizos alborotados de tu vecina, el mismo campo de pecas, ese atractivo sereno… Pero ella no está. No sólo por las amatistas de los ojos, sino por lo que vibra detrás.
Te vuelves a erguir y camináis la pradera hacia la pequeña colina de las ruinas.
Parece evidente que hubo un tiempo en el que un camino transitado subía hasta los muros; ahora, el pasto crece sólo un poco más disperso que en el resto del monte, pero lo suficiente para que sea perceptible una onda en la hierva que dibuja un sendero que seguir.
Antes de llegar al muro, el muro llega a ti en forma de grandes bloques negros abandonados aquí y allá a los márgenes del camino, prueba de la destrucción que terminó por convertirlo en la ruina que ves.
Más cerca, ves lo irregular que es el trazo de las murallas: no es una cerca circular ni cuadrada, es una forma geométrica a mitad de ambas, caprichosa, que parece responder a los accidentes naturales del monte más que a las matemáticas. A cada tantos metros de muro, la piedra avanza en forma de lo que hubo de ser torreones, hoy, igualmente allanados a la altura de las almenas del muro. Te preguntas a dónde habrá ido a parar toda esa piedra negra y qué máquina de asedio pudo derruir un muro tan espeso.
El sendero abraza toda la cara norte del muro hasta, por fin, doblarse para llegar a un gran arco que hubo de albergar un portón defensivo; vano alineado ahora con el sol rojo que amanece.
Entras con algún esfuerzo. Un gran bloque negro obstaculiza el tránsito y tienes que escalar para ayudar desde ahí a Lila. Tomas su mano. Está caliente de un modo curioso, vibrante, como si el calor naciera de miles de mariposas aleteándole dentro.
Desde ahí arriba puedes ver mejor la planta de la fortaleza. No es demasiado grande; caótica más allá de estar derruida. A una pequeña plaza central la rodean divisiones internas igualmente caprichosas que el muro a las que están adosadas. Por lo demás, la vegetación se ha hecho dueña también del interior, no parece que haya sido transitada en mucho tiempo. Es difícil incluso ver si la base es de piedra o de tierra; sin embargo, al fondo, en una de esas divisiones que hubo de ser edificio, ves un gran agujero rectangular, demasiado geométrico.
Saltas y te acercas para investigarlo.
Apartas arbustos, esquivas bloques y travesaños podridos hasta llegar a aquella construcción; ahora, poco más que un murete que te llega a la altura del pecho. Entras y te acercas al agujero. Efectivamente, no es una fosa natural, unas escaleras de piedra descienden en círculo hacia la oscuridad.
No parece que el jinete haya pasado por aquí, sin embargo…
Y ahora tenemos un par de diitas para votar qué hacen nuestros Cándido y Lila, hasta el domingo 13 de octubre.
¡Besitos volados!
Pabajo es el único camino. Digo yo...
Me gusta el nombre que le habéis puesto al Bosque en el cuerpo de Alma, al final. El otro día iba a decir "Violeta" (por aquello del color de sus ojos), pero me pareció demasiado pomposo. Lila, en cambio, es perfecto. 😊