🌾2.IV: Antes de rendir el alma
Segundo Acto, Cuarto Movimiento: «En qué creen los que creen»
Tienes el anterior movimiento de Benito aquí:
Si no sabes de qué va esto, o te has quedado atrás, puedes buscar en el índice de la partida y leer desde el primer capítulo.
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Segundo Acto, IV
«En qué creen los que creen»
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Te liberas y sigues a la chica
(67% de votos)
—No tan rápido, vaquero.
Miras la mano que te frena el pecho.
—Que no hemos terminado de hablar —dice.
Lo miras a él.
—Ah… —dices, o exhalas, y te crece una sonrisa irreprimible.
Te burbujean dentro como unas ganas de reír muy fuerte, más que de explotar en una riña. Una carcajada que te rebota en el pecho, que te cosquillea aquí y allá diciéndote: ¿pero has oído a este? ¿pero has oído a este? ¿pero has oído a este? ¿pero has oído a este?
Te llevas una mano a la boca y recorres el bigote con dos dedos, para disimular la sonrisa.
—¿Te parece gracioso? —dice con una convicción menguante, que, tal vez, aún pueda convencer a Claudia.
Aprietas los labios para terminar de contener la sonrisa:
—Vamos a dejarlo así, ¿vale? —dices y le tomas la mano, suave, para apartártela del pecho en un favor sincero—. Tengo un buen expediente, no me conviene esto.
Tras las gafas de sol, casi involuntariamente, le guiñas un ojo. Y te vas. De pronto, ya no te cae tan mal el profesor. Seguro que no tiene nada que ver con que te hayas dado cuenta de que, efectivamente, podrías desmontarlo como a un mueble de Ikea cuando te diera la gana.
Los perros huelen el miedo, los Tercios siguen la sangre.
Se te borra la sonrisa. Qué poco dura la alegría en la conciencia del exdelincuente, coño.
No te hace falta correr para alcanzar a la apisonadora que es el vigilante. La chica, a su lado, camina distraída, algo baja la cabeza, aunque como ponderando, en absoluto arrepentida. Y te vuelve a llegar ese olor a ramas partidas bajo la lluvia, a tejado de mimbre y enredaderas.
Casi te tienta no terminar de llegar a ellos sólo por tratar de descifrar un poco más ese olor.
—Perdona —dices al darles alcance.
El vigilante te mira un segundo y vuelve la vista al frente, imantada a la puerta de salida. Ella sí te mantiene la mirada, los ojos azules —te das cuenta ahora con la cercanía— embarrados en ojeras.
—Antes dijiste que Alma lleva tres meses desaparecida.
—Porque es verdad. Desde el veintiséis de agosto. Van a hacer cuatro meses ahora mismo.
—Pero ¿cómo sabes eso?
—Porque desapareció con mi hermano, eran vecinos. Lo llevo buscando desde entonces. La policía hace tiempo que ya no.
Miras al vigilante. Si está prestando atención, no lo parece; aun así, bajas la voz:
—¿Crees que el profesor se los ha…?
—No lo sé —Se rasca un ojo, desganada, hasta conseguir quitarse una legaña—. No lo creo. Pero es que no sé qué más hacer ya…
La acometida con el vozarrón del coloso de barro casi te hace saltar:
—Una buena mujer la profesora. Perdió la pierna en los atentados de Atocha, ¿sabéis? —Os mira de lado—. Claro, sois muy jóvenes, ni os acordaréis. Pues la profesora debía tener vuestra edad cuando aquello. Mucha gente no se repone de eso pa’nunca más. ¿Estudias tú aquí? —le dice a la chica, algo inclinado, como si se hubiera perdido en un supermercado.
—No.
—Bueno, ahora te dejo fuera y te vas. Ya si molestas otra vez en los despachos, voy a tener que llamar a la policía… Pues el día del atentado yo iba a coger el metro, ¿eh? Esa misma mañana, me habría pillado de lleno, pero no me pilló porque no me tenía que pillar. Eso es así.
Intercambias una mirada con la chica y lo volvéis a mirar, a la vez, pero parece que ya ha tenido suficiente, no vuelve a hablar. Camináis en silencio mientras se va acercando la salida a vosotros. Y ya esperas hasta estar solo para seguir hablando.
Se abre la puerta automática, bajáis los cuatro escalones y el vigilante suelta por fin a la chica.
—Bueno, eso. Estaos tranquilos. Hasta luego.
—Hasta luego —dices.
—Hasta luego —dice.
Os miráis. Un estudiante pasa entre vosotros y entra en el edificio.
—Te decía…
Os pisáis al hablar:
—¿Y a ti por qué…? —Pero continúa—. ¿Y a ti por qué te importa tanto tu profesora?
—No sé, lo normal, ¿no? Curiosidad —Te duele decir en alto lo que llevas un rato pensando—. ¿No estarían, tu hermano y Alma…? No sé, liados…
—Puede ser, sí —Te termina de apuñalar—. Pero eso da igual. Mira, mi hermano me mandaba un mensaje todas las mañanas y sé que no lo habría dejado de hacer por nada del mundo, ni aunque hubiera amanecido sin móvil, sin manos y sin voz. Se habría buscado la manera.
—Si no crees que se los ha cargado el profesor y no crees que se han fugado juntos… ¿Entonces?
Abre la boca, en un impulso, pero la cierra.
—Paso, vas a pensar que estoy más loca de lo que ya crees.
Pierde las manos bajo la cintura del jersey y se abre una riñonera. Saca tabaco, papelillos y se pone un filtro en la boca. Empieza a liarse un cigarro.
📜Diario: Clases, exámenes, trabajos… Nada interesante. Aunque…
🎒Inventario de Beni: Nada fuera de lo normal.
🗣️Charla de entretiempo (pendiente): Nada de qué hablar.
¿Cómo se crea confianza con esta chica atormentada (no sabemos muy bien de qué)? Sólo hay un camino correcto, o dos, si alguien muy creativo deja un buen 💬 Diálogo abierto en los comentarios.
Tienes hasta el jueves 19 de diciembre para hacer tus cositas, y recuerda que, siempre que quieras, puedes escribir en comentarios algo que te gustaría decirle o preguntarle a los personajes de tu alrededor (🗣️), no hace falta encuesta ni votos para eso.
¡Besitos volados!
Me gustaría que Beni en algún momento le preguntara dónde compró ese perfume, porque le recuerda algo y no sabe que.
Ahí hay gato encerrado.
Y si voto diálogo abierto...imagino que la idea es opinar... Mi línea es:
"Cuando me definan que es la locura, opinaré sobre la cordura de los demás. Mientras tanto, dime lo que sabes."
PD: me he metido a cotillear qué escribes y me has dejado totalmente enganchada!! : D