Anteriormente en Antes de rendir el alma…
(Resumen de la historia para nuevos lectores)
Tienes el anterior movimiento de Benito aquí:
Si no sabes de qué va esto, tienes un resumen en el link de arriba. También puedes buscar en el índice de la partida y leer desde donde te quedaste.
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Segundo Acto, XI
«Encuentros irreales»
Ya con el anillo al borde del dedo, reconoces en las estrellas, focos; en el cielo, el techo de una ambulancia; en el astro, la cara pecosa, siempre triste, de Luna.
Bajo ella, las estrellas se tienden finísimos puentes, se conectan como líneas de metro o neuronas prolijas hasta que puedes leer, luminoso contra el cielo nocturno: UNCHOSEN.
✔️
Te quitas el anillo
(67% de votos)
El astro sonríe:
—¡Está despierto!
El olor a asepsia te aturde más que la vuelta.
Los cráteres terminan de convertirse en pecas, la corteza lunar se le tersa en piel, los ojos se colorean de invierno y el mundo se expande desde ellos para convertir árboles en estantes y las nubes en tu propio cuerpo, tendido.
Te sientes flotando, mecido por el mar en una barca. Sólo percibes la urgencia en el aullar de sirenas, lejano, y en el paramédico que se te lanza sobre el ojo con una linterna. Te apetece calmarlo, pero algo no termina de funcionar con tu lengua, como si te la hubieran escayolado.
—Sigue la linterna, a ver.
Durante la ceguera, notas un salto de badén. El tipo se agarra a la pared y, recobrando la vista, con el segundo salto de las ruedas traseras, el anillo te sale volando de las manos.
Tintinea contra el suelo de metal:
—¡E anilo! —balbuceas.
Intentas erguirte, pero el paramédico, con una sonrisa, te mantiene en la camilla:
—¡Tranquilo, Ragnar Lodbrok! No te levantes, no te levantes. Sólo te has desmallado, pero la caída ha sido muy fuerte, te van a hacer unas pruebas pa’l por si acaso, ¿vale? Luego estarás listo para saquear Britania de nuevo, palabra.
—Pero Aug’… —recuerdas el peligro de decir su nombre.
—¿Te duele algo? A ver —dice y vuelve a inspeccionarte la nuca.
Con la barbilla contra el pecho, dices:
—Luna, e anilo, e me a caio.
Luna, apartada para darle espacio al paramédico, te da un qué con un fruncir de ojos y mira hacia donde le apuntas con los cabeceos, pero no entiende.
—¡E anilo, coones!
Luna levanta las cejas y asiente. Por fin descansas de nuevo en la camilla, pensando que te ha entendido.
—Tu amigo quería venir, pero sólo podía venir uno. Dice que vendrá luego.
Te tratas de erguir de nuevo, pero te vuelve a detener el paramédico:
—E le en po culo a Ablo, ¡e anilo!
—¿Está diciendo fentanilo o qué? —dice Luna al paramédico, pasando ya de ti, como se habla delante de un bebé.
—Déjalo, es el sedante. No te preocupes, que no se te va a quedar tonto el novio.
Luna se ríe, la ambulancia hace un par de curvas cerradas y, por fin, se detiene. Te asomas a un lado y otro hasta ver el anillo, dorado sobre metal, bajo un pie de uno de esos percheros de suero. Estiras un brazo para llegar a él:
—E anilo…
Pero el paramédico te devuelve el brazo junto al costado, su compañero tira de la camilla y te sacan a la calle.
—E ago en u uta adre…
Rendido a la impotencia, te dejas arrastrar por la calle, la entrada, el hospital…
La mirada perdida en el techo, ves pasar flexos de luz, mientras piensas en Aug’naar, un espíritu milenario tirado en cualquier esquina, como una chusta, y en las posibilidades reales de volver a recuperarlo.
Algo te saca de tu reconcome.
Ya en urgencias, a la entrada de los boxes, hay dos policías nacionales. Instintivamente, te tensas. Un mecanismo demasiado integrado de tus años, digamos, revoltosos. Tu camilla pasa entre ellos y, de un modo estúpido, te haces el dormido.
Cuando vuelves a abrir los ojos, ya estás entre las cortinas verdosas del box.
El paramédico habla un segundo con una doctora y se va, queda sola hablando con Luna un poco más. Miras a tu alrededor y casi saltas de alegría al ver, en la mesilla a tu lado, un clipboard con un bolígrafo trabado en la pinza.
Te alargas para alcanzarlo y escribes, aunque casi parece que es el bolígrafo el que te escribe a ti, por la manera en que te hace mover la mano, como si no te quedara ni un hueso firme.
Unos pasos rabiosos se acercan y te arrancan la carpetilla de las manos.
La doctora se te queda mirando, el agotamiento tirándole de la cara al suelo. Sabes que le gustaría pegarte una cachetada ahí mismo, pero sólo agita la carpeta ante ti:
—Mira, no puedes hacer esto. Esto es un informe médico.
—¿Qué ha pasado? —dice Luna.
—Ha escrito aquí una tontería.
Luna se estira para poder leer. Tarda en entender tu letra.
—El anillo… tu her… mano… ambulancia… —Se le ilumina la cara—. ¡El anillo! Eso decías. ¿Quieres que lo vaya a buscar?
La señalas, ya sentado en la camilla, y asientes:
—¡E, e, e!
Luna entiende, por fin, y se va, aunque sin demasiada prisa, tras los pasos del paramédico. La doctora te mira un momento, ausente, revisa algo en el informe y te deja solo. Te recuestas y suspiras.
Misión cumplida.
Le empiezas a seguir, sin resistencia ya, la corriente al sopor, que lleva tironeando de ti desde que despertaste en la ambulancia. A punto de cerrar los ojos, la cortina verde de tu derecha se abre de golpe.
—Cucú —Y explota en una risa ruidosa.
Cuando lo ves, te sientas de un salto en la camilla, lo más alejado de él que puedes. Buscas a tu alrededor qué usar como arma.
—Sabía que me sonaba esa barba, ¿y tus gafitas de sol, ojos lindos? —dice esa voz rota, conocida.
La cabeza rapada, la mirada de chacal hambriento… Esa sonrisa te inspira más horror que los colmillos de Aug’naar. Rodrigo Marquieta. Lleva medio pecho vendado, el otro medio, lleno de tatuajes que le sombrean los músculos.
—¿Dónde has estado metido, camarada? —La voz se le arrastra terrible, más que rasgada, apuñalándole la garganta.
Pero hay un tatuaje, desde el hombro hasta el codo, que reconoces bien. Un tercio español, todas las picas en ristre, pero, tras ellos, enarbolada una bandera con la esvástica.
Enmarcando el tatuaje se lee: «Tercio Nuevo de Carabanchel».
—Demasiado pelo te has dejado, camarada. No, si estarás hasta fumando porros, ahí, en la facu, con los pies sucios de la uni —Que aflaute la voz como mofa la hace sonar aún más terrible.
—¿Qué quieres? —Das gracias de que te responda la voz al fin.
—¿Qué quiero? —Se inclina hacia ti, el brazo apoyado en la camilla parece una columna—. Follarme a la médica esa antes de que los monigotes de allí me lleven pa’l talego, eso quiero.
Se vuelve a tumbar y, del golpe, chirría toda la cama. Es tan corpulento que los hombros le desbordan la camilla.
—Si quieres te puedo conseguir a un enfermero para que le comas la polla. Maricón, puto traidor de mierda —rechina los dientes con auténtico odio, la vista en el techo.
Ese pasado… Lo llevas tan tatuado como él en el brazo. Siempre lo has temido, ahora parece claro: nunca te abandonará, nunca te dejará en paz.
De un modo u otro siempre hace por encontrarte.
📜Diario: Ayudar a Aug’naar Drahary.
🎒Inventario de Beni: Nada.
🗣️Charla de entretiempo (pendiente): Indagar en el porqué del tatuaje de Luna: «Unchosen».
Pues nuestro querido Beni era un skinhead, mira por dónde.
Quizá te diste cuenta, quizá no, pero ya en el primer movimiento se dejaban pistas. Esto viene a responder al rasgo de: «Pocos saben que Benito tuvo una adolescencia compleja, era el lider de una banda de rufianes bastante peligrosos…».
Tienes hasta el domingo 12 de enero (6:00 PM, GMT) para votar cómo quieres enfrentarte a tu pasado.
Recuerda que tienes la opción «Diálogo abierto 💬»; si la votas, propón una línea de diálogo en los comentarios. Si resulta la opción que gana la encuesta, el comentario más votado será lo que diga Beni.
En cualquier caso, siempre puedes comentar algo que te gustaría que dijera o preguntara Beni como charla de entretiempo 🗣️
¡Besitos volados!
Este movimiento continúa el:
Lunes 13 de enero
Pues yo no me esperaba este pasado de Benito. La verdad.
Me han encantado sus diálogos con la lengua entumecida, eran para partirse. Me tienes pillada, con ganas de ver hacia dónde sale ahora con el macarra de Rodrigo (que por cierto, asco de comentarios que hace ese ser).
Propuesta de diálogo: Beni dice "No quiero problemas." con voz firme y tranquila, como César Millán con los bulldogs.