Tienes el anterior movimiento de Alma aquí:
Si no sabes de qué va esto, o te has quedado más atrás, puedes buscar en el índice de la partida y empezar a leer desde el principio.
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Diálogo abierto
(Empate a tres votos)
—Yo... no... Yo creo que mala persona no soy... —Miras a tu alrededor, pero allí no hay nadie—. No entiendo nada, ¿quién me está hablando?
Vuelve entonces el eco de voces espectrales, solapándose de nuevo, dislocadas en el tiempo:
«‘Quién’ es palabra atrevida, ceñidora de identidades»
«Ya…»
«Así es: por la forma, tamaño y verbo has de ser un Hęrtigo»
«Un Hęrtigo no sabe, cree; un Hęrtigo, al no entender, busca atar el mundo con palabras; pero, más allá de todo: un Hęrtigo es libre por favor divino, no es naturalmente vil o noble, sino que se crea a sí mismo en el ejercicio de la posibilidad del hacer… Sí, has de ser tú un Hęrtigo»
«Sea, pues el Hęrtigo encarna por igual el fuego y el hacha como la gracia del rocío lunar, el bosque observará tu devenir y juzgará tu primera acción por la última. Entonces, sabremos»
«Ve ahora, Hęrtigo. Escuchamos un avance. Pronto podrás satisfacer tu libertad y elegir con conocimiento la gracia del bien o el hacha del mal».
Una resolución te palpita dentro y hasta te sorprendes al escucharte decir:
—El mal me ha hecho perder muchas cosas en la vida, entre ellas un miembro del cuerpo. No busco poder, sólo respuestas.
Tan sutiles fueron al desenroscarse que casi no notas las pequeñas raíces deshaciendo su presa a tus pies, igual que no notaste antes que se te hubieran atado.
—¿Bosque?
Sin embargo, el viento ha vuelto a ser viento y ya no trae ninguna voz consigo que puedas escuchar dentro de ti.
El claro está ahora fuertemente sellado, como si en verdad fuera una fortaleza de ramas entretejidas. Incluso las copas de los árboles se han cerrado más, dándole un aspecto de cúpula a lo alto.
Pues no hay respuesta, sólo te queda darte la vuelta y salir de allí por donde viniste.
En cuanto cruzas los límites del claro, las ramas cercanas se van acercando muy pausadamente y terminan por abrazarse. Pronto, el camino se convierte en pared de brazos de madera, tallos y hojas. Si no hubieras pasado por ahí hace un momento, no se te ocurriría pensar que pudiera haber un claro al otro lado.
Aunque menos tupido, te sería muy difícil seguir campo a través, hacia tu izquierda o derecha; el único avance más o menos practicable es seguir recto. Se te ocurre que, si el bosque es capaz de cerrar una pared a tu espalda, tal vez tenga la buena fe de guiarte del mismo modo. Con esa esperanza, caminas.
Esto empieza a tener su encanto.
Estás hasta algo contenta. A paso lento, vas mirando a tu alrededor y, de algún modo, el bosque te parece… familiar. Si antes tuviste algún momento de miedo hacia lo que pudiera estar acechándote desde la maleza, ahora estás tranquila, con una inexplicable sensación de seguridad.
Te detienes.
Te ha dado sed y de pronto sabes que, si te desvías dos minutos hacia tu derecha, encontrarás un pequeñísimo arrollo. No es una creencia: estás del todo segura que está allí. Si cierras los ojos, incluso puedes verlo, como podrías ver el salón de tu casa: unas cuantas rocas en equilibrio azaroso, con ese musgo negro, y apenas un hilillo de agua corriendo entre ellas para seguir, colina abajo, entre losas resbaladizas y madera húmeda. Si te concentras, hasta te llega el olor de esa madera esponjosa, hasta puedes sentirla quebradiza en tus manos, arenosa.
Abres los ojos.
No tienes tiempo de extrañarte más con la visión: algo se acerca al trote. Lo escuchas mucho antes de verlo, pesado, seco, quebrando raíces a cada pisotón. Es una especie de reptil bípedo, emplumado, casi completamente gris excepto el penacho de la cabeza, donde las plumas toman un color más vivo que no llega a ser rojo. Aun desde la distancia, ves que lleva aparejos de montura y la cabeza del jinete bambolea de un lado a otro por el paso irregular del reptil.
Estás a punto de apartarte de un salto cuando frena ante ti.
Visto de cerca, podría ser algo que tendría un lugar en tu libro de dinosaurios del colegio, aunque este no tiene esos bracitos inútiles. De un tirón a las riendas, el jinete lo hace darte un costado y, al morder la brida, ves que no tiene dientes; por la forma de la encía, parece que se los han arrancado.
Lo que menos te extraña del jinete son sus ropas antiguas y la antorcha que sostiene en alto: tiene los rasgos afilados y la piel de un azul verdoso, tornadizo, que te recuerda a la que viste en el murciélago de tu rellano. Las orejas apuntadas hasta llegar, verticales, por encima de la cabeza, destacan especialmente en aquel cráneo afeitado. Los ojos, oscuros donde tú tienes blanco, dorado donde tú tienes marrón, te miran belicosos, profundamente enojados:
—Basęris Nambus do iendelaro huament-gia?
Reprimes un «¿qué?» y sólo se te dibuja en la cara.
Un viento azota el camino. Tu bata se agita, también su casaca antigua, y la llama de la antorcha baila un segundo. Aunque sigues sin entender las palabras que pronuncia, sabes que ha querido decirte algo como: «¿A pie en el corazón mismo de la arboleda del Monte Aciago?».
—Louo gilęna fa… Feyia Tenati!
Y esa piel trasparente… ¡Ninfa de la Cuarta Luna!
Echa mano a la silla de montar, bajo su muslo, y desenvaina una espada finísima, no más de dos dedos de grosor, y te apunta con ella:
—Diveris-gia? Tukel.
Habla, ¿dónde lo escondes?
Por lo extraño del ser, lo insólito de su idioma, la montura, la situación demencial en la que estás, lo último a lo que le has dado importancia es a su ropa, pero ahora ves, ahí en su hombrera de cuero, acechante, a aquel bicho volador, esa araña apolillada que transportaba con dificultad la perla brillante.
—Dękeli! Gurakel finati! Rubakeli!
¡Dámelo! ¡Despójate de tu ropa! ¡Entrégamela!
Estoy esta semana con ganas de probar cosas.
Ya que en el último movimiento salió bien la nueva mecánica de diálogo abierto, vamos a poner en esta votación la posibilidad de empezar, porque os apetece, un diálogo abierto.
En este caso, los comentarios con la posible respuesta de Alma sólo se tendrán en cuenta si la opción «Diálogo abierto 💬» es la más votada de la encuesta.
Si otra acción resulta más votada, se ejecutará esa acción y los comentarios con propuestas de diálogo se desecharán. Si empatan en la encuesta, recuerda, será una pifia.
(Y si no sabes cuáles son las normas para proponer una línea de diálogo o qué es una pifia, pásate por el libro de reglas).
Pues eso,
¡Domingo 22 de septiembre!
Tres días tienes para votar qué quieres que haga Alma ahora que tiene esa espada de montar tan cerquita de la linda nariz pecosa.
¡Besitos volados!
Este movimiento continúa en:
P. D.: Si, por esas cosas de la vida, terminas en esta dimensión y algún día ligas con una señora azul, ya sabes que: «gurakel finati» significa «quítate la ropa», y si es con un señor azul: «gurakel finaro».
De nadaa ✨
Alma: (no contesta a la orden, en su lugar, señala a la araña y pregunta) ¿Qué es esa cosa?