🍃Quedan 272 días para finalizar el año
Y estás ante el correo #276 de Miradero. Este juego de números habría quedado mejor dos días atrás, pero la misión de este correo es ser imperfecto (7 mins)
Llevamos una semana de muy buenos correos por aquí, así que toca uno chorra que te recuerde que esta newsletter es la de un mamarracho y no la de un tío interesante.
Pasaron un par de coincidencias curiosas el 3 de abril, por cierto, no sé si lo sabes.
Fue el día en el que crucificaron a Cristo en el 33 después de Él y, en el 1744, durante una misa, al canónigo Vicente Frígola se le resbalaría de las manos el Santo Grial de la Catedral de Valencia y lo partiría en dos.
Se llevó tal susto que enfermó y murió un par de días después.
Otra coincidencia es que el Che Guevara llega a La Habana y toma la Fortaleza de La Cabaña, el mismo día que había muerto Antonio de Guevara, un cronista del siglo XVI.
O que en 1139 empiece el Segundo Concilio de Letrán, el mismo día, justo, pero de 1905, en el que se funda el Club Atlético Boca Juniors.
Pero más curioso todavía es que, en 1885, el ingeniero Gottlieb Daimler consigua una patente por su diseño de motor, ¡justamente! El mismo día, el mismísimo 3 de abril, pero de 2025, en el que Samu sólo tiene treinta minutos para escribir un correo.
Ya lo sé, ya lo sé. Yo también estoy que no me hallo con tamaña coincidencia.
Así que te voy a dejar con uno de esos correos de prueba que escribí la semana antes de decidir si quería lanzar o no Miradero. El segundo que escribí en mi vida.
Un correo que hice, precisamente… el 3 de abril de 2024 ⛈️⛈️
Vale, mentira, fue el 25 de junio. Pero es que mira:
25 dividido entre 5 menos la raíz cuadrada de 16 más el logarismo base 5 de 25 es igual a 3. El mismo 3 que hay en el 3 de abril.
Así que disfrutemos juntos de lo que escribía el Samu preMiradero, antes de quedar totalmente trastornado, como lo ves hoy.
Si alguien te ha reenviado esto, tu alguien me quiere mucho. Quiéreme tú también suscribiéndote:
🍃El segurata burocrata
Y ya sé que decirle segurata a un vigilante de seguridad está feo, pero lo necesitaba para la rima con burocrata, sin tilde.
Y no tengo nada en contra de los vigilantes, ¿eh?
Que hasta tengo un amigo vigilante de seguridad (Almirante J. J.) y lo trato como a cualquier persona normal, lo felicito el día del orgullo vigilante y lo apoyaría si se quisiera casar con otro vigilante, adoptar o lo que fuera. Qué vigilantófobo yo ni qué nada.
El caso,
El tema de hoy es el mismo, inmemorial, que ya escribía mi querido Larra en Vuelva usted mañana, allá por 1833, y te lo empaqueto en seis minutazos de texto.
Pero, tranquilo, que es muy ágil y le he puesto muchos espacios entre párrafos como te gusta.
(Aquí metí otra de esas cortinillas mías de suscribirse y quererme, pero ya te puse una arriba, no hay que abusar, pues 🐵)
(Mejor te pongo esta, a ver si me haces caso de una vez y le das, hdp)
Vivir en Australia tiene una cara menos cool cuando vuelves y te das cuenta de los flecos burocráticos que te quedan por cortar.
Cuando estuve allí, hice una cosa que se llama Registro de Matrícula Consular. Para los que no estén muy familiarizados con esto del expatriamiento, básicamente funciona como empadronarse fuera de los lindes de la Gloriosa.
Lo que yo no sabía es que cuando uno se devuelve al Reino, empolvado del camino, se queda sin tener padrón en ningún sitio. Iluso de mí, pensaba que el Consulado se encargaba de revertir eso.
Pues veo que se acercan las elecciones y que todo el mundo tiene su boletito de vaya usted a tal mesa, menos yo. Así que, aunque ya no llegaba a votar, por puro pundonor ciudadano, me fui para el Ayuntamiento.
Para el que no lo sepa, soy canario, y, para el que no haya visto cómo es el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, sólo tiene que imaginarse un edificio viejo de apartamentos de playa, amarillo anaranjado, con su fachada de balcones y sus puertas correderas. Como si la administración hubiera querido hacerse una broma a sí misma.
Claro que uno no puede entrar por ahí como si tal cosa. La cita previa se pide, exclusivamente, los viernes de ocho y media a nueve y media de la mañana.
Y olé.
Pues en lo que espero al viernes, hago los deberes: me miro qué hay que llevar y cómo se rellena el formulario. Lo preparo todo y aparezco por allí el lunes con una carpetita verde llena de ilusiones.
—¿Para qué sería?
Me ataja el camino un vigilante de seguridad canoso y, si te lo estás imaginando desganado y panzón, te lo estás imaginando como era. Pero dibújatelo como más te guste, que no afecta demasiado a la historia.
—Para empadronamiento. ¿Es esta la máquina de la cita previa? —dije, porque tenía que imprimir el tique de mi codiciada cita, pedida el viernes pasado entre las ocho y media y las nueve y media de la mañana.
—Ya a esta hora no va a poder ser, ¿eh? La cita se pide los viernes entre las ocho y media y las nueve y media de la mañana.
Le dejé terminar sólo para aumentar el placer de decir:
—Ya tengo cita.
—¡Ah, para emprimir, entonces! En esa otra máquina hay que poner el DNI —Ahí, me desenfundó una mirada—. Y llegar quince minutos antes de la cita.
De esta no te escapas, parecía decirme, o nadie baja al infierno sin quemarse el culo. Con suerte llegaba cinco minutos antes de la cita, pero, en cuanto tuve el tique, me llamó una mesa. Fui, triunfante, saqué todo de mi carpetita verde, y:
—Ay… —se lamentó sin ganas la señora—. La firma del autorizante tiene que estar en azul.
—¿Cómo?
—En bolígrafo negro no te lo puedo recoger.
Lo que yo no podía saber es que la tinta negra se hace con sangre del Dragón del abismo. Un ser terrible, desterrado de este plano tras el sacrificio de la hechicera Kätira, que selló al dragón junto a su propia alma antes de lanzarse juntos al infinito vacío del Universo. Un papel con su sangre en la administración pública podría invocar al dragón y devolvernos a la ruina de aquella era.
La mujer me lo explicó y, cuando salí de allí, me imaginé que desde la mesa le mandaba un guiño cómplice al segurata.
Supongo que podría haber sido peor.
Un padre escuchaba la misma historia de Kätira y el dragón del abismo mientras remaba un carrito vacío. El niño estaba sentado en el suelo, la cabeza apoyada en el eje de las ruedas, que se balanceaba como un ariete flácido con el bamboleo de su padre.
Para que no parezca que esto es un trebuchet de mierda contra la administración diré, en honor a la verdad, que, cuando a la semana siguiente fui con mi tinta azul, inofensiva, todo marchó genial y rapidito. Hasta me dijeron que tenían máquinas para imprimir GRATIS el certificado que necesitaba.
Me fui para allá, metí el DNI en la ranura —que siempre da gusto encontrar sitios para utilizar ese chip decorativo que tiene— y empezaba a imprimir mis cositas cuando escucho a una pareja de ancianos hablar a mi lado.
Los miré.
Por el leve acento se notaba que eran ingleses expatriados, aunque ya me gustaría a mí hablar así mi segunda lengua. Tenían el pelo muy blanco, corto los dos, ella y él, como si se hubieran traído la nieve del norte en el pelo. Se peleaban con la máquina y, cuando estaba a punto de salvarlos, apareció una chica de la administración para echarles una mano.
Les explicó cómo funcionaba la impresora y lo que tenían que hacer, pero lo hizo con tantísimo cariño y tacto que la señora le agradeció mil veces la ayuda.
—¡De nada, mi amor! —le dijo la chica y se volvió a su mesa.
Al final, eso es lo que nos salva, y quizá lo que no tenía Larra en su Madrid de 1833. Los canarios, y en general los españoles buenos, nos seguimos queriendo en la calle y, mientras eso siga así, como que nos olvidamos un poco de la sangre de dragón, los vuelva usted mañana y el tropiezo burocrático.
—Es muy fácil cuando ya uno sabe cómo es —le dijo él a ella, mirándola sobre las gafas, cuando ya me iba.
Hasta aquí mi película, no te canso más.
¡Un besito volado y hasta mañana!
Te dejo aquí el enlace al texto que cité arriba:
⮤ «Así que te voy a dejar con uno de esos correos de prueba que escribí la semana antes de decidir si quería lanzar o no Miradero»
⮤ «Llevamos una semana de muy buenos correos por aquí»
Fíjate que me he encontrado con absurdeces administrativas, pero lo de la tinta azul en vez de negra... Se lleva la palma jaja
Qué de acontecimientos pasaron en un 3 de abril, te deja pensando 🤔
Así que... el 3 de abril es el cumpleaños de mi ex.
Excepto que en lugar de enviarle un mensaje de feliz cumpleaños como debería haberlo hecho, le envié un correo electrónico de Patti Smith hace un par de días hablando en su Substack sobre un libro y pronunciando "buried" de la forma en que lo hago (lo digo como "burro", pero supongo que la mayoría de los estadounidenses, incluso mi padre, un neoyorquino, lo dice como "berry". Nada de esto puede ser útil, ya que no estoy usando la fonética en español para hacer mi punto.
Porque mi ex solía pensar que yo decía esa palabra de forma extraña. (Creo que debe ser una cosa de acento del oeste de Pensilvania).
Por si acaso, compartí mi lugar de Substack con el ex, olvidando que lo último que publiqué fue un poema sobre cómo me rompió el corazón hace 5 años.
Tal vez no sea el mejor saludo de cumpleaños que podría haber enviado. Ni siquiera recuerdo desearle un feliz día.
Para colmo, estoy escribiendo esta noche un artículo sobre por qué no deberías hablar de tus ex, así que tal vez no debería haber dicho nada sobre el 3 de abril y el ex aquí.
Por último, pero no menos importante, incluyeste una ecuación matemática para hacer tu punto de llegar a 3.
Que en Estados Unidos todos sabemos, es un número mágico:
https://youtu.be/J8lRKCw2_Pk? Si=0kSxAswzYcwmQp19
Sin embargo, tus travesuras matemáticas me recuerdan a mi padre, porque en la familia DeSena, todos sabemos que mamá es el creador de palabras, mientras que papá es el científico de la familia, y te va a enviar una tarjeta de cumpleaños con una pequeña caricatura que ha hecho y, al lado, además, será una ecuación matemática que ha conjurado mágicamente igual a la edad que tienes en ese día de cumpleaños.
No sé qué significa todo esto, excepto que hoy es un día de aniversarios y cumpleaños y algunos números se acertaron para que fuera un día de Samu. Lo cual debería ser todos los días, de todos modos. Al menos en Substack-land.
Vale, me detengo. Feliz 3 de abril. Me voy a esconder ahora.