🌾XXV: Antes de rendir el alma
Continuación de la historia de Alma (Vigesimoquinto movimiento)
Anteriormente en Antes de rendir el alma…
(Resumen de la historia para nuevos lectores)
Tienes el anterior movimiento de Cándido aquí:
Si no sabes de qué va esto, tienes un resumen en el link de arriba. También puedes buscar en el índice de la partida y leer desde donde te quedaste.
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Soy…
(pifia, encuesta empatada)
—Vale —dices—, dile que zoy un caballero errante, que me he perdido por aquí.
El yelmo asiente y te fuerza un tanto a mover la cabeza también. Entonces, Guardián grita en esa lengua ininteligible para ti, aunque demasiado alto, quizá, incluso para salvar la distancia de la empalizada. Todavía sigue gritando cuando el hęrtigo vocea algo a su vez, a su espalda, tensa el arco y te dispara.
—¡Pero qué…! —gritas.
La flecha choca con la coraza y rebota partida en dos. Te agachas un poco, sin saber muy bien qué hacer.
—¿¡Qué eztá pazando!?
—Está bien… —dice Guardián—. Puede que haya cambiado un poco tu mensaje.
—¿¡Un poco!?
Otra flecha te rebota contra la hombrera.
—Y puede que haya añadido algo de prenderle fuego a sus madrigueras de traidores de mierda y pintar el horizonte con ríos de su sangre por la caída de Eshayia…
—¡Eztáz loco!
Otro arquero aparece sobre las murallas y son dos las flechas que se parten contra la armadura, una casi en el borde de la cota de mallas. Te agachas más, casi de cuclillas.
—Loco… Bueno, no te diré que no. Era mejor que lo descubrieras cuanto antes, supongo. Pero ¡eh! Prueba tú a pasar cientos de años en un sótano oscuro, a ver cómo sales, señor Cordura.
Por fin, lo que habías temido: la gran puerta se abre, apenas un metro, y salen cuatro soldados en hilera que empiezan a abrirse en abanico para flanquearte. Una flecha se parte contra la hombrera, otra contra el casco. Aunque las sientes como si fueran piedras de un niño travieso, no puedes dejar de pensar que es cuestión de tiempo que una te acierte en las piernas o a entrar por la grieta del cuello.
Así, encogido en tus propias hombreras como la tapa de un caldero, vas rotando, sin querer darle la espalda a los arqueros, pero intentando que los soldados no consigan rodearte.
Llevan armaduras de cuero tachonadas, aunque muy simples, te recuerdan a ponchos más que armaduras, como si le hubieran hecho un agujero a una manta que les cayera por el pecho y la espalda. Por la apertura de los costados crees ver una pieza interior acolchada.
Aun con esos cascos, es fácil ver que pertenecen a la misma raza que aquel jinete: la piel de un verde o azul claro tornadizo, los ojos negros y con iris dorados que se encienden de furia al amagar una amenaza con las armas que esgrimen. Dos llevan lanzas y los otros dos una especie de picos, como de escalada, y una rodela pequeña.
Coordinados, van cerrando el cerco, ya consiguiendo cerrar más que un semicírculo sobre ti. Otra flecha se te estampa contra la espalda.
—Eztamoz perdidoz… —se te atraganta al decir.
Y, cuando los lanceros tiran dos puntadas que te obligan a dar un salto hacia tu derecha, ves que uno de los picos ha aprovechado el hueco para salvar la distancia que le quedaba, y ya carga el brazo para estampártelo contra las costillas.
Cierras los ojos. Se te cae el libro eshayi de las manos.
—¡Por Eshayia! —escuchas junto al metal de la celada.
Un codo se te sube, das un paso al frente y la asta del pico te golpea contra el costado. Cierras el brazo, atrapas ahí el arma para girar sobre tus talones y estamparle el codo contrario en la mandíbula del hęrtigo. Escuchas el hueso crujir junto con la caída del pico al suelo, seguida de la del propio enemigo.
El antebrazo te aporrea dos veces la coraza y Guardián grita algo que hace retroceder un paso al resto, mostrando los colmillos. Una flecha se te parte contra la hombrera.
Los lanceros vuelven a intentar la misma estrategia, pero te sorprendes avanzando hacia una de las puntas que, al cochar en la coraza, se desvía y te deja de frente con el lancero. Un brazo se te dispara hacia su cuello y le aprisionas la cabeza en una guillotina contra el costado que, entre gritos, termina por quebrarle las vértebras.
Lo sueltas y cae al suelo como un trapo.
Guardián vuelve a gritar algo y esta vez los dos avanzan a por ti. Hurtas el cuerpo a la lanza, enfrentas los antebrazos al golpe descendiente del pico y te ves dándole un cabezazo que suena como aquel ariete contra la puerta de tu casa.
Como si Guardián acabara de descubrir el poder de esa arma, al momento gira y corres para placar al lancero; le caes encima, a horcajadas, y, sujeto por los hombros, se te estampa el yelmo una, dos y cinco veces hasta que es difícil diferenciar cráneo de barro.
Te pones en pie, temblando, y otra flecha se te estampa, esta vez, contra la misma celada, a muy poco de entrar por la hendidura de los ojos.
—¡Ja! Puerta abierta —dice—. Vamos, vamos, coge los picos.
La armadura no tiene guanteletes, así que Guardian no puede hacerlo por sí mismo.
📜Diario de misiones: Encuentra al Heredero. Consíguele un cuerpo a Guardián.
🎒Inventario de Cándido: Armadura encantada. Libro indescifrable (en el suelo).
🗣️Charla de entretiempo (pendiente): Saber más de los hęrtigos y del fin de Eshayia.
¡Sangre, muerte y huesos rotos! Tienes hasta el miércoles 6 de noviembre para decidir qué quieres que haga nuestro Cándido al respecto.
¡Besitos volados!
De pifia en pifia, y vamos de cabeza hacia la siguiente 😂
"(pifia, encuesta empatada)" cartelito maligno...
Está muy loco Guardian, si yo fuera Cándido ahí mismo lo suelto y que se quede con cualquier hértigo.