🌾XXVII: Antes de rendir el alma
Continuación de la historia de Alma (Vigesimoséptimo movimiento)
Anteriormente en Antes de rendir el alma…
(Resumen de la historia para nuevos lectores)
Tienes el anterior movimiento de Cándido aquí:
Si no sabes de qué va esto, tienes un resumen en el link de arriba. También puedes buscar en el índice de la partida y leer desde donde te quedaste.
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Retrocedes a por el libro y te vas
(71% de votos)
Suficiente.
No sabes qué ha sido eso, pero has tenido bastante. Nunca te habías sentido así, esa hambre desesperada, un odio agudo en el estómago, una cólera bestial… Y tienes la honestidad necesaria contigo mismo para saber que no quieres más, que no te importa tanto saber sobre esos monigotes de madera ni qué esconden los hęrtigos más allá.
Te das la vuelta.
—¡Eh, eh! ¿A dónde vamos?
—Noz vamoz de aquí.
—¿Enserio? ¡Pero si ya los teníamos! Los recordaba más fuertes en vida, se ve que se han echado a perder con los siglos. ¡Hay que aprovechar, podemos tomar toda la aldea!
—No. Ezo ha zido cazi una poceción, o zin cazi. No mola, Guardián.
—¡Vamos! No he hecho nada. Quizá es que lo que siento es contagioso de algún modo, pero no quería hacerte nada, de verdad.
—Puez lo que zientez ez horrible.
Antes de llegar a la puerta te detienes. Te tensas en guardia.
—¿Qué? —dice él.
—Hay algo raro. Mira allí.
Junto a los cadáveres han nacido setas, setas del tamaño de un puño, una incluso como un balón; imposible que estuvieran ahí antes sin que las hubieras visto.
Crees que ese ligero movimiento que tienen es por la brisa, pero un grupo de setas blancas, con forma de campanillas, salta graciosamente para detenerse entre dos cadáveres y rebuscar en la tierra.
—Creo que zon criaturaz…
Entonces, de debajo de ese tapiz parduzco con setas, salen dos brazos regordetes que sostienen en alto el libro que perdiste. Exclama algo en un chillido agudo y el resto de setas se giran hacia ella.
Hay una seta grande como un balón aplastado, violeta casi azul marino, con un reborde blanco que parece de ganchillo; otra pequeña, roja, que podrías haber visto en la Tierra por la montaña y otra marrón con los bordes curvos como un sombrero mexicano.
Al fijarte mejor, ves que todas sujetan algo: un casco, flechas partidas y lo que parecen dos orejas largas de hęrtigo.
Te acercas con cuidado, pero ves que el libro, todavía alzado sobre la hierba gira un poco hacia ti. Con el segundo chillido, todas las setas, incluida la del libro, salen disparadas corriendo, sorprendentemente rápido para su tamaño.
—¡Eh! ¡Mi libro!
Y corres tras ellas.
Más que esprintar, aunque puedes ver que tienen patitas, parece que van dando saltos muy rápidos, como carreritas de saltadores olímpicos en miniatura. Hacen, en sus rebotes, un sonido burbujeante que, si no fuera porque te están robando, puede que te pareciera adorable.
Y, de nuevo, empiezas a sentir el peso de la armadura lastrarte y desinflarte el cardio.
—¡Vamoz, Guardián! ¡Pon de tu parte como antez!
De pronto, casi te sientes levitar. Las faldas vuelven a empujarte y el balanceo de brazos te empieza a dar una velocidad imposible ni con tu mejor ropa de deporte.
Con un sonido de pompa de chicle, el ser de las tres setas de campanilla en la cabeza, el que va más adelantado y lleva el libro, salta y se adentra en los arbustos de la primera línea de árboles. Poco después las otras tres, con sonidos igualmente estúpidos, saltan justo antes de que llegues tú, como un ferrocarril imparable, destrozando cuanto tenga la mala suerte de interponerse en tu traqueteo.
Pero superado el grupo de arbustos, adentrado algo en el bosque, no ves ni rastro de las setas saltarinas.
Miras a tu alrededor como un estúpido pensando en qué manera más tonta de perder algo tan valioso. Entonces, ves, junto a un troco, una gran seta roja:
—¡Ajá!
Gritas a la vez que saltas a por ella y, cuando tiras para descubrir al ladrón, con la resistencia del suelo, el sombrero de seta se desprende y debajo ves un ser de piel morena y nariz abultada que, al caer a un lado, levanta los brazos en una súplica:
—Purio mon’i, purio mon’i!
—Dice que podemos compartir los purios. Han de ser esos pequeños seres.
Al tenerlo en la mano te das cuenta de que el sombrero de seta parece madera pintada. Estaba disfrazado, tal vez pretendiera cazarlos. Además, este ser es bastante más grande que las setas, sería como comparar a un bebé con un infante.
—Pregúntale qué ez.
—No hace falta, sé que es un kabaan. Son inofensivos, al menos así, sin estar en grupo. Este parece un herbolista o algo parecido.
Y es evidente que está aterrorizado.
Te mira descompuesto, los ojos con un ligero brillo, aunque no como los iris de Lila, sino más tosco, como el gusiluz que tenías de pequeño. Tiene una barba gris desordenada y los dientes tremendamente amarillos. Y, en cuanto a la ropa, parece que Guardián anda en lo cierto. De una riñonera de cuero le asoman hiervas azules y en un cinto tiene botes de cristal con lo que parece tierra, semillas, especias secas…
—Pregúntale a dónde han ido loz purioz ezoz.
En cuanto Guardián habla, una pequeña mano, temblorosa, apunta a lo alto de un árbol. Parece un árbol hueco y, en la apertura que señala, puedes ver arañazos, tal vez del roce de las flechas por la entrada apresurada.
—Dice que esperes —traduce Guardián algo que tomaste por un suspiro o una queja.
Entonces, el kabaan echa mano a uno de los botes de tierra, y lo combina con otro que contiene un líquido, lo agita con fuerza y el potingue resultante brilla como el magma. Se ríe como un ratón, dice algo, hace el gesto de tirar el bote en el agujero y levanta los brazos de golpe:
—¡Puuff!
No necesitas traducción para eso, pero Guardián te dice que, ya que eres alto, aproveches para tirar ese bote en el agujero y que los purios morirán.
—Dile que no puede explotar, que hay algo dentro que nececito.
Cuando Guardián lo hace, el pequeño te mira de lado, confundido, y al momento niega, más con los brazos que con la cabeza:
—Ge, ge, ge. Balakemi enara’o unto —dice, chillón, y sonríe satisfecho; tanto, que la punta de la barba casi llega a unírsele con la nariz.
—Dice que no, que es alquimia kabaan, que no explotará... Qué extraño ser. He de admitir que esto de estar muerto empieza a tener sus ventajas, nunca había hablado con un kabaan.
El kabaan alza más el brazo para darte el bote, aunque sin terminar de querer acercarse mucho a ti.
📜Diario de misiones: Encuentra al Heredero. Consíguele un cuerpo a Guardián.
🎒Inventario de Cándido: Armadura encantada.
🗣️Charla de entretiempo (pendiente): Saber más de los hęrtigos y del fin de Eshayia.
Muchos bichos nuevos en el tablero. Tienes hasta el miércoles 13 de noviembre para votar qué hacer con esos purios y nuestro pequeño kabaan.
Recuerda que, siempre que quieras, puedes comentar algo que te gustaría decirle a Guardián (o al kabaan) y, en cuanto haya una oportunidad, formará parte del diálogo (🗣️).
¡Besitos volados!
Vaya vaya, al final el publico pide locura jaja 👏🏼👏🏼👏🏼